Publicado en: Prodavinci
Por: Mari Montes
“Llegué a dudar de que podía batear en las Grandes Ligas”, confiesa Jesús Aguilar.
En béisbol se dice que “una buena temporada la tiene cualquiera” y también se dice que “una mala temporada la tiene cualquiera”. Depende, como todo.
Jesús Aguilar ya no estaba seguro de si lo vivido en 2018 había sido solo suerte. El 2019 fue un año muy duro para el primera base nacido en Maracay. De más bajos que altos. No se parecía al pelotero de la temporada anterior, no tuvo un buen rendimiento.
En 2018 destacó con los Cerveceros de Milwaukee. Fue al Juego de las Estrellas convocado gracias a ganar el “voto final” con una campaña de redes que hizo el equipo “I believe in Jesús” para llevarlo a Washington.
Ese año terminó perfecto— dice recordando lo bien que le fue. Además los Cerveceros llegaron a la postemporada, y aunque perdieron el banderín contra los Dodgers, fue un año destacado para él en lo individual y para el club que él valora como el equipo que lo hizo sentir que había llegado a las Grandes Ligas.
Lo dice porque en Cleveland no jugaba, así que el cambio lo ilusionó. Desde que comenzaron los entrenamientos de primavera vio acción, llegó a consumir 60 turnos, que en juegos de exhibición es una cantidad destacada.
— Me sentí que había llegado a las Grandes Ligas cuando llegué al Spring Training con Milwaukee. Recuerdo que el manager Craig Counsell me metió en la oficina y me dijo: “Aquí vas a jugar”.
Después de eso, la historia es conocida. Vivió esa buena campaña que culminó con el Premio Luis Aparicio, compartido con el ganador del Novato del Año 2018, Ronald Acuña Jr.
— El béisbol te pone en las nubes y te tira al piso de coñazo— reflexiona luego de recordar cómo fueron las cosas.
Al año siguiente no tuvo un buen comienzo con los lupulosos, que hay que decir fueron pacientes esperando que comenzara a rendir, antes de ser cambiado a los Rays de Tampa. Dio unos buenos batazos, tuvo buenos turnos, pero su rendimiento siguió siendo deficiente y cuando pasaron a playoffs, Aguilar quedó fuera de la nómina. Estaba uniformado con el equipo, animando desde el banco. No era la situación ideal, pero ya él había aprendido una lección cuando estaba en Triple A con los Indios de Cleveland.
— Yo aprendí en triple A en Cleveland que debo controlar lo que debo controlar. Yo entiendo que ellos elijan a la persona que va a ayudar al equipo. Yo no hago el line up, no me puedo meter a jugar yo solo, entonces controlo lo que puedo controlar, porque yo estoy en un equipo para ayudarlo a ganar. Entonces animo en el banco y en el clubhouse. A mi me gusta ganar ¿A quién no le gusta poner música y celebrar después de ganar un juego?
Ese fue su rol en ese tiempo y no podía hacer más nada. Ya lo que había que pensar era lo que estaba por venir y que dependía de él: su preparación.
En el invierno, luego de la visita de la familia y de comer la comida venezolana de los días de navidad, decidió cambiar su alimentación y hacerse una rutina de ejercicios para bajar de peso y ponerse en buena forma. Quería estar listo para jugar con quien fuera.
— Estaba frustrado y después de que se fue mi mamá, le dije a mi esposa que ahora iba a cocinar yo. Me quité el azúcar y la harina, tomaba 4 litros agua. Aprendí a comer, porque a veces cuando baja de peso rápido, hay un momento que te quedas estancado, pero me fajé, hice ejercicios, me compré una bicicleta. Tengo toda la vida haciendo dieta y este año fue cuando aprendí a comer.
Cuando llegó a Jupiter, a los campos de entrenamiento de los Marlins, sorprendió porque había bajado de peso y se le notaba más ágil y confiado.
Llegó con un compromiso extra, definió su contrato luego de ir arbitraje y ganarlo, así que tenía que demostrar desde el principio que podía aportar.
Pensaba secretamente que había tenido una pésima temporada, igual que los Marlins, que perdieron 105 juegos en 2019, el 2020 se presentaba como una oportunidad para todos, se ser mejores.
Llegó a los Marlins con su mejor ánimo. El capitán y campocorto venezolano Miguel Rojas le dio la bienvenida.
— Estaba contento. El año pasado fue negativo para mí, por eso estaba trabajando para estar listo, para mí mismo, pero tenía demasiado qué demostrar, porque un año malo lo tiene cualquiera, pero tuve dudas sobre mi bateo, pero Dios sabe cómo hace las cosas.
La pandemia acabó con los juegos de exhibición, obligó a posponer el inicio de la temporada que se redujo a 60 juegos. Prácticamente como una campaña de béisbol invernal. Durante la cuarentena logró mantener los hábitos de trabajo que aplicó en enero para no engordar y seguir en forma. El breve tiempo de preparación fue bueno para él, pero ya sabemos cómo sucedieron las cosas con los Marlins: 18 jugadores fuera por COVID-19. Solo iban tres juegos contra los Phillies cuando ocurrió esa debacle. Mientras en las oficinas Mike Hill y toda la gerencia se las ingeniaba para sustituir a más de la mitad del equipo por jugadores con poca o ninguna experiencia en las Mayores, los “sobrevivientes” del virus permanecían encerrados en el hotel en Filadelfia, sin poder salir de sus cuartos, solo podían ir al restaurante a buscar lo que iban a comer. Encima, recuerda, leyendo en redes sociales acusaciones que nada tenían que ver con lo que había sucedido en verdad. Por eso exhibió con tanto vehemencia la franela que tenían preparada para la clasificación: “Respect Miami”.
—Respeten Miami, es personal. Sabemos lo que pasamos. Nos les gustamos, ahora tendrán que vernos en playoffs.
Repasa aquellos días, tan solo dos meses atrás, cuando quedaron unos pocos titulares con experiencia. Él, Francisco Cervelli, Corey Dickerson y Matt Joyce. La experiencia del catcher venezolano y la suya, en la pelota invernal, fue de gran ayuda. Sabían la importancia de ganar los primeros juegos y eso se lo transmitieron a todos.
— Pudimos hacer las cosas pequeñas, aún con las cara nuevas. Gracias a ese comienzo estamos en playoffs. Los Orioles no querían jugar con nosotros, ese día fuimos al estadio y aún no sabíamos si habría juego o no, y ganamos y seguimos ganando. Les ganamos la serie. Fuimos un equipo que no tuvimos tiempo de nada. Les decíamos (él y Cervelli) “de aquí palante a lo que aparezca cerca, le hacemos swing.
DEFENSIVE FIRST BASEMAN JESÚS AGUILAR pic.twitter.com/c843Mo16XJ
— Miami Marlins (@Marlins) September 26, 2020
Cuenta Jesús lo mismo que al principio comentaba el manager Mattingly, que había jugadores que él nunca había visto. A Francisco Cervelli le tocó la tarea de dirigirlos detrás del plato y fue trabajo de todos hacer sentir a la legión de novatos que llegó, que podían estar a la altura.
— Tenían que entrar en confianza. Les dijimos “diviértete, entiende el juego, estás aquí porque puedes ayudar”. Cervelli ayudó mucho. Estábamos prácticamente solos. Fue un reto para muchos que no saben lo que es jugar una temporada corta y lo hicieron. Esta temporada ha sido una locura. No daba tiempo de entrar en un slump y volver a salir, pero a esos chamos que no estaban listos, les hizo bien que no hubiera público. No es igual lanzarle a Harper con 30 mil personas en el estadio metiendo bulla, a hacerlo sin esa presión. Así pasa. Francisco y yo estamos acostumbrados a la bulla, pero todo esto pasó en todo el mundo.
Nadie creía en ellos, pero ellos sí creyeron, desde que comenzaron esta temporada, en que era posible aprovechar el corto calendario. Iniciaron con el mantra: ¿Por qué no nosotros? (Why not us?)
— Jugamos con el corazón y eso es lo más importante. Si te pones a ver, no tenemos jugadores con nombres extraordinarios, pero hicimos un equipo. Eso es lo que impacta a muchos y no les gusta a otros. Hubo comentarios, como que “¿Cómo esta gente (Phillies) va a perder con el relleno de la liga?” Otros que si “el milagro de los Marlins”, como esperando todo el tiempo cuando era que íbamos a empezar a perder. Como si no teníamos derecho. Claro, incrédulos con sus razones. Los Marlins perdieron más de cien juegos el año pasado y no hicieron cambios de grandes nombres, digamos. Pero lo que hicieron funcionó. Francisco Cervelli fue una pieza que nos engranó perfectamente. Matt Joyce y Cory Dickerson, hasta yo mismo. Supimos cómo integrarnos. Brian Anderson es el mejor bateador que tenemos. Nosotros terminamos de creer cuando le ganamos a Filadelfia 5 juegos de 7, eso nos convenció de que sí podíamos.
Cuenta esto a horas de jugar el último juego de la campaña regular, con la satisfacción de seguir en carrera. Se siente contento con él, porque su meta no era ser mejor que nadie, era ser mejor que él mismo. Siente que demostró que podía responder y algo muy importante, hacerlo respondiendo a la confianza que tuvieron en él, el presidente del equipo Mike Hill, el manager Don Mattingly y Derek Jeter.
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Aguilar creció admirando a Jeter. Él no es solo el CEO o el es jugador Salón de la Fama, es una inspiración que compromete.
— La sola presencia de Derek Jeter, que es un emblema del béisbol, es increíble. Estuvo en todos los juegos en casa. Es un tipo que ama el béisbol y Mattingly es un duro. Yo sé que también fue una leyenda. Esta temporada no dio chance de sentarnos a hablar. Hablamos de mi bateo. No he tenido la cercanía de hablar con él como yo desearía, porque esto fue tan corto, que no se dio. Son inspiración. Yo quiero ser parte de esto, de estos Marlins.
El viernes, cuando clasificaron, había ansiedad, tenían que ganarle a los Yankees.
— Estaba hablando con Orber Moreno, antes del juego, le comentaba “Aquí están nerviosos, no saben lo que es un Caracas Magallanes”. El que ha jugado un Caracas Magallanes en Caracas puede jugar como sea.
Estuvo hablando con su mamá, María, que ha sido su compañera y coach. Ella le decía que lo mejor que le pasó es que siguió jugando béisbol y no fue militar como él deseaba de niño. El hijo de Jesús y María creció en Maracay, jugando pelotica de goma, desde los cinco años de edad. Su mamá fue quien lo metió en el equipo de béisbol y le daba consejos, esto último no ha cambiado. Estudio toda la primaria con José Altuve y recuerda que de los dos se decía que no iban a ser profesionales porque “Altuve no iba a crecer y yo no iba a adelgazar”.
La amistad de los dos se mantiene sólida hasta el sol de hoy.
Jesús Aguilar ganó el premio como Jugador Más Valioso de los Marlins, su aporte fue reconocido por los escritores de Miami, y él lo asume con humildad y con orgullo del deber cumplido. Lejos quedaron las dudas.
Todo es contradictorio. Este año 2020 empezó mal para él, sin certezas. Pero estaba listo y supo mantenerse, tener paciencia cuando fue necesario y confianza para responder y terminar con buenas notas.
Él lo dice: “El béisbol siempre te da un chance. Trabaja y aprovéchalo”.
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