Publicado en: Prodavinci
Por: Mari Montes
“3 y 2…la cuenta que no tiene más allá…¿Se embasará o no?”
Es una frase legendaria de la narración de Juan Vené, el suspenso que se descifraba a los pocos segundos.
Juan Vené era, y sigue siendo, uno de los periodistas más importantes, glamorosos, internacionales y populares del beisbol, y en los años setenta también del espectáculo y la televisión. Muchos desconocen que empezó su trayectoria como actor y comediante.
Creador del prestigioso Guaicaipuro de Oro y cronista del beisbol de la Gran Carpa, con programas en radio y televisión, columnas en diversos diarios y revistas, además de un gran gourmet, Juan es otro de los afectos heredados de mi papá.
Así que mi memoria de él es desde siempre, sus transmisiones eran mágicas. Con la luz apagada en el cuarto, con el sonido ambiente desde el parque, escucharlo narrar, era teletransportarse, gracias a él terminaba uno al lado de su silla en el Yankee Stadium.
Narraba sabroso, captaba la atención con sus interesantes comentarios y sencillamente describía lo que ocurría. Guardaba silencio para ubicar a la audiencia en el ambiente del lejano stadium. Adelantaba opiniones de las jugadas, contaba lo que un pelotero le había dicho antes del juego, dejaba escuchar el rectazo contra la mascota y luego el grito de strike del umpire, el estruendo de la multitud cuando la bola se iba a las gradas y el silencio momentáneo que viene cuando el cuarto bate entrega el último out del inning con las bases llenas. Juan es porte de los sonidos del beisbol que atesora la memoria de muchos.
En la época en que la narración deportiva contó con voces como Carlitos González, un insuperable comentarista que era capaz de guardar todo el juego en su cabeza y decir de memoria en el resumen qué había hecho cada quien; Delio Amado León y su torrente de voz; Rubén Mijares, con todo lo que aportaba en cada comentario, Rubén tenía la virtud de decir sólo lo que interesaba; el carismático “Musiú” Lacavalerie, el sobrio Carlos Tovar Bracho, un caballero de dicción perfecta, o Gonzalo López Silvero, con todo el saber que transmitía, la voz de Juan Vené era distinta, no sé cómo explicarlo, pero sonaba internacional. No es que era “agringado”, a ver si me explico, es que sonaba a Grandes Ligas.
Les cuento esta anécdota familiar. Un día de esos en los que las esposas suelen sacar facturas por cualquier cosa, mamá le reclamó a papá que ya no frecuentaban a Juan Vené. La explicación de ese distanciamiento se remonta a la historia de la ya legendaria “Caimanera” de los egresados y profesores de la UCV. Ernesto Ribas, uno de los fundadores de la iniciativa de jugar religiosamente cada miércoles, le anunció a Juan que debía abrir el juego, a lo que el periodista contestó que debía calentar unos minutos, “Ribita” no quiso esperarlo y le dió la bola a otro jugador.
Pues Juan Vené, maniático de la disciplina, ordenadísimo, un hombre que respeta y disfruta del rito del beisbol, que se esmeraba en uniformarse correctamente a pesar de que jugaría una “caimanera”, recogió sus cosas y no regresó más.
Fue una sucesión de malcriadeces, sin duda se sentían niños, por eso todo fue tan infantil.
No volví a verlo en casa, pero seguía pendiente de él por sus columnas y programas de televisión. “Lo mejor de la semana” fue un programa muy visto por la afición venezolana. A todos nos marcó.
Una de las cosas más admirables de Juan es su vigencia, ha sabido avanzar con el tiempo y la tecnología, sus libros son valiosos anecdotarios, escritos con la sabrosura y el detalle de quien ha sido testigo de buena parte de la historia del beisbol.
Juan Vené es de esas personas a quienes se les quiere o no. No siempre es simpático, dice lo que piensa y lo argumenta y no tiene nada que hacer con que un pelotero sea venezolano, a la hora de opinar para él existen los peloteros, y punto, así que si le parece que Omar Vizquel no hizo méritos suficiente para ingresar al Salón de la Fama de Cooperstown, lo escribe, aunque moleste, pero igual acepta las opiniones que lo adversan.
Cuando Bart Giamatti expulsó a Pete Rose, le dijo hasta “homicida del beisbol”, es de los que defienden al “Rey del hit”, como tantos otros. Esa sentencia suya sobre el fallecido comisionado fue exagerada e injusta, en el caso de Rose simplemente se aplicó una regla establecida desde el triste episodio de los Medias Blancas de 1919, aquellos que trascendieron como “Los Medias Negras” por involucrarse con la mafia de los apostadores, pero él piensa otra cosa y eso, para usar sus propias palabras, no lo hace un criminal.
Me cuento entre quienes lo aprecian, aunque muchas veces no estoy de acuerdo con sus opiniones, como esa sobre Omar Vizquel o su defensa a Pete Rose.
No hay que estar de acuerdo con Juan, para reconocer sus aportes a la historia que se cuenta del juego.
Son miles de innings, centenares de entrevistas a los mejores jugadores de la historia del beisbol en por lo menos seis décadas, desde que iniciaron sus recorridos como novatos hasta que se instalaron en el Salón de la Fama de Cooperstown; ha descrito jugadas de rutina y las que incluso a él sorprenden, incontables artículos y anécdotas de todo cuanto ha visto dentro de las rayas de cal y mas allá, también nos ha ilustrado con sus investigaciones de los orígenes del juego, como consta en su magnífico libro “5 mil años de beisbol”.
Sus columnas se publican de forma simultánea en diarios de Suramérica, el Caribe, México y Estados Unidos. Desde 2017, la sala de prensa del modernísimo estadio de Guadalajara, México, lleva su nombre y fue exaltado como inmortal en el Salón de la Fama y Museo del Beisbol de Venezuela.
El pasado 10 de enero cumplió 90 años y por varios días dejó de escribir, un breve quebranto de salud nos dejó sin sus textos por poco tiempo, por fortuna no fueron tantos días extrañándolo y regresó preguntando por Bryce Harper y Manny Machado.
Juan Vené, en verdad se llama José Rafael Machado Yánez, decidió ese seudónimo desde su orgullo patrio, “Juan” por Juan Bimba y “Vené” por Venezuela.
Integra la alineación de los grandes cronistas de todos los tiempos, es una figura que pertenece a la Venezuela de los caballeros elegantes y galantes, es parte de la vida de muchos de nosotros, los que amamos al beisbol como él.
Después de todos estos años, repasando su vida para dedicarle estas líneas, concluyo que Juan usa el beisbol como la mejor excusa para describir la vida.
Nos da cuenta de hombres comunes que se convierten en súper héroes para demostrarnos que siempre se puede ser mejores.
¡Gracias por todo Juan, “el deporte vuelve a unirnos”!
Lea también: «Béisbol bajo presión«, de Mari Montes