Me permito compartir con ustedes esta experiencia vivida, la añoranza de país en una boda. Estuvimos en un matrimonio de una pareja que, en sus piñatas a los pies del Ávila, cantaba con las Payasitas Ni Fu Ni Fa. En la fiesta no hubo tequeños, ni mucho menos arepas al amanecer, porque los invitados se fueron mucho antes del despuntar del día y, muy por el contrario de lo que se pueda pensar, no se fueron por la inseguridad que significa salir a altas horas de la madrugada, porque la misma transcurrió en La ciudad de Orlando Fl.
Todo se desarrolló de acuerdo a la hora establecida por la «weding planea», en un estricto protocolo anglosajón: hora para el brindis, para la cena, para el baile, para la hora loca y la finalización del convite. Llegada la hora de culminar la fiesta, el DJ puso a sonar la canción de Baute: «No hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista , Yo me quedo en Venezuela porque yo soy optimista».
Todo se desarrolló de acuerdo a la hora establecida por la «weding planea», en un estricto protocolo anglosajón: hora para el brindis, para la cena, para el baile, para la hora loca y la finalización del convite. Llegada la hora de culminar la fiesta, el DJ puso a sonar la canción de Baute: «No hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista , Yo me quedo en Venezuela porque yo soy optimista».
Dejé de ser una invitada para pasar ser una observadora de un grupo de personas que cantaba a todo pulmón la canción de Baute y a rabiar el Cerro Avila de Ilan Chester. Con las notas de esas canciones era fácil suponer que la celebración estaba llegando a su final conforme lo acordado. Pero con esas melodías flotando en el aire y llenando cada rincón de la sala de pura venezonalidad, los invitados se negaban a dejar de cantar como si al dejar de hacerlo el país tricolor que llevan dentro se les fuera a esfumar al terminar una estrofa. En ese momento canté a todo pulmón para fundirme con ellos en una sola voz, porque ellos en cada nota cantada añoran el país y el país en cada nota cantada por mi los añora a ellos y a la Venezuela que pronto volveremos a ser.
No somos un país de emigrantes, como muchos nos catalogan. El que se va leva anclas para forjarse nueva vida y echar raíces en otro lugar. Los venezolanos que se van viven cada día con el pensamiento en el país y las esperanzas de regresar. Hay miles de Venezuelas trabajando o estudiando en todos los rincones del orbe, pero con la esperanza de volver porque no se puede vivir en una añoranza perpetua.
No somos un país de emigrantes, como muchos nos catalogan. El que se va leva anclas para forjarse nueva vida y echar raíces en otro lugar. Los venezolanos que se van viven cada día con el pensamiento en el país y las esperanzas de regresar. Hay miles de Venezuelas trabajando o estudiando en todos los rincones del orbe, pero con la esperanza de volver porque no se puede vivir en una añoranza perpetua.
2 respuestas
Señora Valentina Rondón:
Soy un Zuliano primero, Venezolano después y Candiense de último, viviendo en Canada por algo menos que 6 años, cuando comence este proyecto junto a mi esposa en el año 2003 (después que ella fuese despedida de la industria petrolera) , antes nos plateábamos el ir a estudiar al exterior, hacer un Postgrado o un MBA, y regresar a Venezuela a poner en practica nuestros nuevos conocimientos.
Corria el año 2009 cuando ya mi propio puesto de trabajo en la otrora ENELVEN, se veía amenazado por la centralización y la absorbión de una empresa lider en el Zulia por una hidra mil cabezas llamado Corporelec, cuando dijimos basta ya, y nos fuimos a hacer vida en Canadá.
Han pasado seis años, y si hemos ido de visita a Venezuela, específicamente a Maracaibo nuestro terruño, varias veces, y permitame decirle que la Maracaibo en la que Yo crecí no existe más, lo que he encontrado es una caricatura de la ciudad que fué y de la gente; no lo voy a negar que escucho una gaita o veo la imagen de la Chinita y se me arruga el corazón, me da un dolor enorme ver a mis familiares y amigos que todavía están en Venezuela pasando necesidades, personas que no pueden cubrir sus necesidades básicas en términos de comida, medicinas o elementos básicos de la vida cotidiana.
Ahora volviendo a su relato, y disculpe que me haya desviado, la conversación sobre regresar o no a Venezuela la tuve con mi familia, y a la conclusión que llegamos es que muchos de los que estamos afuera muy probablemente no regresemos, y no porque no queramos a Venezuela, sino que la destrucción de la plaga roja en estos 17 años ha sido tan grande que quizás a muchos no nos de lo que tenemos de vida física para verla como la tan mentada 4ta república que con todo y sus desequilibrios era una Venezuela donde existía movilidad social, mis suegros y mis padres son ejemplos de esa movilidad donde familias humildes y gracias a las oportunidades de estudios se superaron.
En lo que si estoy convencido que los que estamos afuera tenemos una misión de poner el nombre de Venezuela y el nivel profesional de los venezolanos muy en alto, en enviar recursos (materiales y dinero) a Venezuela para su recuperación en los próximos años, pero volver, hoy en día, lo veo muy difícil, espero equivocarme.
Usted dice que «No somos un país de emigrantes», y estoy de acuerdo , Hugo Chávez Frías y la plaga roja nos forzaron a serlo.
Me gusta el articulo me da sentimiento porque tengo amigos afuera, pero tenemos que ser fuerte y seguir mirando hacia delante sin bajar la mirada ante nada, ni ante nadie, en nuestras venas corre sangre de grandes forjadores de libertad, ya todos juntos hemos dado un gran paso hacia delante pero no olvidemos lo que estamos dejando atrás de eso tenemos que mantener el mejor aprendizaje de todo lo malo sacar lo bueno, somo capaces de de levantar los brazos y mirar arriba y ver nuestro hermoso tricolor ondear llena de alegría, escuchar la brisa decir viva Venezuela, vivan sus habitantes.