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Un demócrata, alguien que se ha criado en democracia y se ha preparado para vivir y funcionar en ella, entiende que el poder es algo pasajero, algo que no ha de revestir mayores privilegios, pues, para la persona que esté en determinado momento en un cargo de alta responsabilidad política. Los dirigentes demócratas, en su gran mayoría o en su totalidad quizá civiles, entienden que están en cargos pasajeros, sean de elección popular o de designación parlamentaria o de simplemente designación por un superior, entiéndase algún Ministro, por ejemplo.
Los otros, los que llegan por otras vías, sin formación democrática y sin pretender ejercer la democracia, suelen pensar que el poder es eterno y que las prebendas y privilegios que brinda ese poder pues serán sencillamente para siempre.
En los tiempos que corren en nuestro país uno ve a tanto funcionario actuar, hablar, declarar, que se pregunta ¿y este señor cree que estará allí para siempre? ¿Que eso nunca se va a revertir? O más allá, que esos daños que esta persona hace ¿no van a ser castigados jamás? Cuando se está allí en las alturas, pareciera que es imposible que algún día se caiga de ellas. Las nubes pues parecen que están hechas de cemento, son sólidas, imposibles que se derriben que se vengan abajo.
Augusto Pinochet gobernó en Chile luego del golpe de Estado a Salvador Allende, del cual se conmemoraron 40 años este pasado 11 de septiembre. Lo gobernó de manera férrea, en una dictadura cruel, sin ningún tipo de miramientos, de escrúpulos. Aplicó la tortura a mansalva, sin ningún respeto por los derechos humanos.
Ya hemos hablado mucho, a propósito de libros, ensayos, novelas y películas, de cómo Augusto Pinochet salió de la presidencia y luego terminó saliendo de su condición de Senador Vitalicio y de su condición de Jefe del Ejército.
Hace 15 años, en 1998, el 16 de Octubre, Pinochet estaba en Londres, donde se sometería a unos tratamientos médicos, y allí le llegó la gran sorpresa, la orden del juez español Baltasar Garzón de detenerle por crímenes de lesa humanidad. Una nota de la BBC publicada recientemente nos dice:
El 16 de octubre de 1998, hace 15 años, una noticia sorprendió al mundo: el expresidente de facto de Chile, Augusto Pinochet, era arrestado en la capital inglesa por orden del juez español Baltasar Garzón.
El magistrado, apoyado en el principio de «jurisdicción universal», logró que la justicia británica detuviera al exgeneral, acusado de crímenes de lesa humanidad. Y en un proceso que duró 16 meses y fue seguido con interés por la prensa de todo mundo, la Cámara de los Lores resolvió que Pinochet no gozaba de inmunidad y podía ser juzgado.
«Fue la primera vez que se estableció que un ex jefe de Estado no tenía inmunidad ante crímenes internacionales como la tortura».
A partir de allí, organizaciones de Derechos Humanos y expertos legales remarcan que este hecho marcó un antes y un después en el Derecho Internacional.
Por ejemplo, después del caso de Pinochet, se logró en el 2005 que Bélgica arrestase Hissene Habré ex presidente de Chad acusado de persecuciones étnicas y otros crímenes. Además de la circunstancia, muy importante, de la conformación de la Corte Penal Internacional de la Haya. Hecho ocurrido en el mismo año en que Pinochet fue arrestado. Los crímenes de lesa humanidad en la Guerra de los Balcanes, en las ex provincias Yugoslavas también pasó por esta corte.
¿Qué nos queda como enseñanza? Pues ya nadie puede pasar con total impunidad ante los ojos de la humanidad. Los crímenes de lesa humanidad no prescriben, no se pueden esconder en ningún territorio del mundo. Así que, aquellos que no han sido formados ocn el talante democrático del caso aquellos que juran que están en el poder per omnia saecula y que jamás nadie les va a tocar, es bueno que se miren en este reflejo, es bueno que se miren en este hecho que ocurrió, hace escasos 15 años.
Los poderosos no son para siempre, todo lo contrario.