“MÁS QUE MILAGRO, TRABAJO Y FE”

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Entrevista realizada al maestro José Antonio Abreu en su oficina de Parque Central, en Julio del 2008; publicada en el libro Ellos que se conocen tanto, editado por Ediciones B, en el 2009.

César Miguel Rondón: Maestro ¿Cuándo se hizo usted músico?

José Antonio Abreu: Me hice músico desde niño. Comencé a estudiar formalmente piano a los nueve años con una insigne maestra barquisimetana, Dora Alicia Jiménez de Medina, a quien no ceso de rendir homenaje y reconocimiento, una pedagoga insigne. Ella hizo una labor extraordinaria con una pequeña escuela de música, donde había siete pianos, una casa frente a la plaza de San Juan en Barquisimeto. Allí ella desarrolló una serie de metodologías novedosísimas para la época. Por ejemplo, ella enseñaba solfeo a través de canciones que no implicaban el estudio teórico del pentagrama ni de los sonidos, sino que directamente involucraban al muchacho en la entonación y en el solfeo sin que se diera cuenta, haciéndolo algo grato, algo ameno.

CMR: ¿Y cuándo empezó lo que usted define como el gran magisterio musical?

JAA: Cuando se constituye la orquesta, yo tenía 35 años, comencé a buscar afanosamente maestros que me acompañaran en la tarea y surgieron los diez primeros maestros que generosamente, sin percibir ningún tipo de honorarios y dispuestos a trabajar en los sótanos, en los garajes, donde fuese posible, me acompañaron en la tarea de enseñar y de iniciar a los muchachos en los instrumentos.

CMR: Regresemos al Barquisimeto donde usted nació.

JAA: Yo nací en Valera, lo que ocurre es que me trasladé al año a Barquisimeto y ahí realmente transcurrió mi infancia y mi adolescencia.

CMR: Después ¿Cómo siguió esa formación musical?

JAA: Seguí en Barquisimeto hasta el cuarto año de bachillerato y paralelamente terminando los estudios de piano, seis años de piano. Luego vine a Caracas, ingresé en el Colegio San Ignacio, terminé bachillerato y ahí ingresé en la Escuela Superior de Música, que dirigía el venerable y nunca bien ponderado maestro Vicente Emilio Sojo. Ingresé en la cátedra de composición con el maestro Sojo, en la cátedra de órgano y clave del maestro Evencio Castellanos, con el maestro Antonio Estévez para estudiar orquestación y luego con el maestro Gonzalo Castellanos a estudiar dirección orquestal y obtener esos grados de profesor ejecutante de órgano, piano y clavecín y el de maestro compositor en esos años… Fueron años de una intensa actividad, yo combinaba la vida musical como ejecutante, como estudiante de la Escuela Superior de Música, con mi trabajo, porque yo trabajaba, por supuesto…

CMR: …¿Como economista?

JAA: No, comencé en la Cancillería como estudiante de economía. En aquel entonces el doctor Eddie Morales Crespo era el director de política económica y fueron abiertas unas plazas para estudiantes de economía, yo ingrese allí.

CMR: ¿Quién era el canciller en esa época, lo recuerda?

JAA: Hubo varios cancilleres y yo tuve el privilegio de estar sobre todo bajo la dirección de Morales Crespo que era un gran maestro de la economía, fue además un alto funcionario del Banco Central, aprendí muchísimo a su lado. Todo el equipo de muchachos que trabajamos allí tuvimos un buen adiestramiento, tanto que a los pocos años fui llamado para formar parte del personal de Venezuela en la ALALC (Asociación Latinoamericana de Libre Comercio) y esa destreza y esa práctica la había adquirido al lado del maestro Morales Crespo y al lado del maestro Isaac Chocrón, que era el director de políticas económicas, quien por cierto, me ayudó muchísimo siendo yo estudiante para que pudiera combinar el trabajo administrativo con la Universidad. De manera que yo tenía un día de sol a sol, desde las seis de la mañana que ingresaba en la Universidad Católica y en la noche estudiaba mis instrumentos en la escuela de música. El maestro me prestaba generosamente los pianos, el órgano y el clavecín de la escuela para que estudiara hasta las once de la noche y después me invitaba a cenar. Salíamos el maestro Sojo, el maestro Castellanos y yo a cenar… Recuerdo que a él le gustaba muchísimo la comida china, había un restaurante que ya no existe en Sabana Grande y ahí estábamos hasta tarde. Esa fue una vida muy intensa, muy dura, yo incluso sufrí muchísimo del estómago en ese entonces, el horario de comida no era regular, pero de verdad que fue un período inolvidable para mí.

Nacido para el trabajo

Foto El Impulso

CMR: Fíjese que usted está recordando esos tiempos y hoy en día todavía es proverbial su altísima vocación de trabajo. No es que le quiera preguntar por qué trabaja tanto, si no que quiero formularle la pregunta un poco al revés ¿por qué descansa tan poco o es que usted no descansa?

JAA: Descanso muchísimo, pero a mi manera.

CMR: ¿Cuál es su manera?

JAA: El descanso consiste en el cambio. Yo salía de una clase en la Universidad e ingresaba en mi oficina de la Cancillería y allí, al cambiar de ambiente y de actividad, eso me descansaba mucho. Al medio día iba a la Escuela de Música, recibía mi primera clase con el maestro Sojo, eso me descansaba de la actividad administrativa. Regresaba a la Universidad Católica en la tarde a estudiar y eso me descansaba de esa otra parte del día y en la noche terminaba estudiando mis instrumentos, lo cual era la actividad más relajante del mundo, esa fue la manera que encontré de descansar rítmicamente, era un descanso grato.

CMR: Pero era un ritmo un poco trepidante ¿no?

JAA: Trepidante pero efectivo, porque no me quedaba tiempo para el ocio improductivo, digamos, era siempre una ocupación fabulosa, apasionante, yo estaba encantado con estar muy ocupado en esa forma.

CMR: ¿Y esa sigue siendo su característica a la fecha de hoy?

JAA: Hasta la fecha de hoy así es.

CMR: ¿Y en qué momento usted dice “voy con los niños”?

JAA: Hubo un gran sacerdote a quien yo respeté y veneré que fue el Padre José María Vélaz, Fundador de Fe y Alegría. El padre Vélaz me dijo algo un día que fue inolvidable y clave, me dijo “si estás haciendo algo bueno, para que tengas la certeza de que es realmente bueno, debe ser multiplicable, si no es multiplicable no es tan bueno”.Yo asumí esa lección, de manera pues que con tantos niños con talento en los barrios de Caracas, con tantos jóvenes en los liceos que yo veía, en los coros. En los orfeones de aquella época ya se percibían los talentos musicales, la cantidad de muchachos que tenían inmenso talento para tocar el cuatro, las maracas, la guitarra, etc. Unos querían estudiar piano, violín, entonces me di cuenta que era cuestión de multiplicar y profundizar la labor, multiplicarla en número y profundizarla, llevarla a todo el país y no solamente a Caracas y nos propusimos entonces llevar esto a todas las provincias de Venezuela y a los niños más pequeños.

CMR: ¿En estos momentos acaba usted de usar la primera persona del plural por modestia o porque en efecto le acompañaba alguien más?

JAA: No, me acompañaba un grupo de maestros desde el principio, claro que sí, sólo habría sido imposible abordarlo. Para esto era necesario un colectivo, además con mística, con la decisión apasionada de hacerlo.

CMR: Cuando se habla del Sistema de Orquestas con esa devoción, inclusive en el mundo, y constituye un método, una fórmula, una escuela que se repite y se copia en otros países y se toma como gran modelo, ¿qué es el Sistema, cual fue el embrión real de ese sistema? Me refiero al embrión en su cabeza.

JAA: Claro, la palabra sistema responde primero a la forma de red. Era una red nacional de coros y orquestas de jóvenes y niños, sistema en el sentido de que la práctica de aquella red debía ser sistémica para que la metodología de enseñanza fuese uniforme, para que hubiese una disciplina académica. Sistema alude básicamente a eso, una disciplina académica para que el niño que estudie violín en Tucupita pueda sentarse al lado del estudiante de violín de Caracas sin que sus técnicas puedan ser contrastadas diciendo que una técnica es avanzada y otra es marginal. La idea fue que hubiese una sola escuela de violín grande que la fundó el maestro José Francisco del Castillo, otra de clarinete, otra de violoncello, es decir, unas grandes academias nacionales de instrumentos, lo más uniformes posibles y del más alto nivel posible, porque la segunda característica era la siguiente, era un sistema para formar músicos con un espíritu de excelencia y de superación, es decir, ya la palabra arte alude a la perfección, arte es hacer algo con perfección, verdad, cuando decimos hicimos esto con arte, significa que lo hicimos de la manera más perfecta que pudimos. Entonces el niño, al iniciarse en su instrumento, debe y aspira intuitivamente a mejorar y a perfeccionar indefinidamente su técnica, entonces teníamos que aspirar todos a la excelencia individual y colectiva en aquella red y eso requería una disciplina académica, sistémica y por eso nuestro programa asume la estructura de un sistema, ésa es.

En el país de lo efímero, el país posible

CMR: Hablaba usted de la calidad. Estamos en un país -quiero hablar básicamente del país de mi tiempo, el que he podido conocer, la segunda mitad del siglo XX que viví y lo poco vivido del XXI- que tiene características que vienen del XIX si usted quiere, o del XVIII. José Ignacio Cabrujas alguna vez dijo que éste era un país a la intemperie, que éramos una especie de campamento con una carpa, porque somos un país hecho para lo efímero, un país donde poco se conservan las cosas. No nos interesa ver hacia el pasado y el problema cuando no se quiere ver hacia el pasado es que tampoco se quiere ver hacia el futuro. Usted es de los pocos casos en este país que desde un primer momento apuntó muy lejos hacia el futuro y apuntó a que su obra tuviese bases muy sólidas, es decir, usted es uno de los pocos venezolanos que le ha apostado a la permanencia, a la durabilidad en el tiempo. ¿Cuándo se le ocurre esto? ¿Cómo tuvo que luchar usted con la burocracia gubernamental? ¿Cómo pudo usted ir contra la corriente de lo efímero?

JAA: Es que no fui solamente yo, sino quienes estábamos allí dispuestos a hacer un trabajo digno para nuestro país, es decir, no queríamos que Venezuela fuese un país de última línea en música, sino que fuese un país digno de los maestros que habíamos tenido. Yo había tenido como maestro a Vicente Emilio Sojo y tenía que ser digno de él, quien había sido un maestro de primera categoría y así nuestros alumnos debían ser también muchachos dotados de todos los instrumentos necesarios para ser excelentes y mientras más pobres, con mayor derecho, porque yo siempre he dicho que la cultura para los pobres no puede ser una pobre cultura. El niño pobre requiere una excelente educación musical, los mejores instrumentos, los mejores maestros, las mejores infraestructuras y esa ha sido la lucha.

CMR: Pero ¿no le dijeron nunca -supongo que se lo deben haber dicho mucho- que estaba loco, que eso era una quimera absurda?

JAA: Si lo dijeron realmente nunca me importó, porque yo tenía que hacer lo que mi conciencia de educador me dictaba, aspirar a eso y luchar por eso. Naturalmente no era una tarea fácil ni era una tarea de veinticuatro horas. Por esencia, éste es un proyecto de largo plazo y por eso requiere un esfuerzo sostenido en el tiempo y estamos apenas empezando, porque a escala histórica treinta y seis años no es prácticamente nada frente al inmenso porvenir. Todavía tenemos un gran número de niños que incorporar, estamos ahora iniciando una etapa de inmensa expansión de nuestra red orquestal y coral, incorporando comunidades, incluso, en estado de pobreza crítica. Tenemos que incorporar los niños escolarizados en la educación básica para que la escuela tenga también la posibilidad de agregar a su educación formal, a su currículum ordinario, la formación musical para todos sus niños. Creemos que ésa es la manera de garantizar una educación integral humanística fundamental, formadora de ciudadanía, que es lo que requiere el país y en eso estamos trabajando.

CMR: Usted saca a un niño de un cuadro de pobreza crítica, abandonado y excluido en todos los patrones, en todos los órdenes de la vida social, ¿cómo apuesta usted a que la música va a ganarse a ese niño y luego la vida o la sociedad no lo van a perder?

JAA: Nosotros aspiramos a romper el círculo vicioso de la pobreza a través de la educación artística. Un niño pobre en lo material, enriquecido por la música, convertido en rico espiritual, se encuentra en condiciones de vencer los obstáculos, le abre el horizonte de su mente y de su espíritu y lo prepara para también vencer su pobreza material. Esa es la historia diaria de este programa, demostrada en mil formas. Todos los días se puede ver en todos los estados cómo la formación musical, el crecimiento del niño en una orquesta, el crecimiento de un niño en un coro, su capacidad para pasar de simple estudiante a solista, a director, a ejecutante y adquirir ya un reconocimiento, primero en su comunidad de vecinos, su familia, y luego en la comunidad de la ciudad, en el país y fuera del país, esto genera en el muchacho una fuerza misteriosa que lo hace crecer y sobrellevar absolutamente todas las cargas de su pobreza material, y, finalmente, lo convierte en un profesional de la música y, entonces, como profesional de la música, ya no será un pobre material, ni lo será más nunca.

CMR: Dice usted que ese niño entonces adquiere una fuerza especial, que usted la definió con muy buenas palabras ¿Sabía usted de la existencia de esa fuerza, maestro?

JAA: Por supuesto, la he visto en mí mismo, en todos los compañeros míos. Cuando yo era niño, mis compañeros era niños muy pobres todos, en la ciudad de Barquisimeto, donde los niños eran de una clase media y popular. Todos ellos se iniciaron muy humildemente, pero a través del arte. El arte enriquece la personalidad de una manera misteriosa ¿verdad?, hace que el individuo vea a través del arte transfigurada la vida, cree en valores superiores, el arte es la esencia superior de la vida, y por tanto el niño al tomar el instrumento, y al recibir al maestro, ya está incluido, si había sido excluido, ya está incluido automáticamente y el sistema se encarga por sí sólo de llevarlo a la cumbre de su desarrollo profesional, y esa es nuestra tarea.

CMR: Hablando de esa fuerza que usted ha visto en esos niños, ¿es el modelo de la fuerza que le caracteriza a usted? Porque usted arrancó con un proyecto en el cual muy pocos creían, usted y sus seguidores, compañeros docentes, en un país que -como le dije antes- no le apuesta nunca al porvenir… Y mire usted, seguro le habrían augurado una muerte muy rápida para esta locura de hacer unas orquestas con niños humildes… y ya tiene treinta y cinco años ¿De dónde saca usted esa fuerza?

JAA: Bueno, yo sabía que el sistema iba a crecer cuantitativa y cualitativamente,   de forma muy rápida y por eso, desde el primer momento, antes de cumplir un año, César Miguel, la orquesta salió del país a confrontarse fuera de Venezuela y a demostrar que nuestro país podía dar la pelea musical en cualquier terreno y en  cualquier país…

CMR: ¿Y usted estaba ya persuadido de eso en el primer año?

JAA: Yo estaba persuadido de eso, absolutamente, y por eso apenas recibimos la primera invitación -que fue una invitación que hizo el Presidente de México para visitar Puebla y Cuernavaca- nos fuimos y ahí en esas giras obtuvimos el primer gran triunfo internacional de la orquesta e incluso, recuerdo muy bien, con mucha emoción, un concierto en Cuernavaca. Nos invitaron a tocar en la casa de Hernán Cortés en Cuernavaca -había en ese momento en la ciudad un encuentro de sindicalistas- y cuando la orquesta terminó de tocar uno de ellos mandó a callar al público, que estaba aplaudiendo frenéticamente y dijo: ¡Viva el pueblo venezolano! y señaló a la orquesta, ni siquiera dijo viva la orquesta, dijo ¡Qué bella música!, señaló a la orquesta y dijo ¡Viva el pueblo venezolano!, es decir, el triunfo de la orquesta transmitió la imagen de un país triunfante, en ese momento yo me di cuenta, como nunca, de que la orquesta representaba, en la forma más excelsa, a la nación y que esa debía ser una de las causas básicas de la orquesta, asumir la tarea de representar al país al más alto nivel posible siempre y en toda circunstancia.

Lo mejor para los mejores

CMR: Siempre usted habla en términos superlativos, eso es algo que me llama mucho la atención. Cuando me dio el honor de hacer este recorrido por la nueva sede de la orquesta, pude ser testigo del orgullo con el que usted hablaba de la madera traída especialmente para la sala de percusión, o del órgano de Alemania. Es decir, tiene mucho que ver con la trascendencia que usted decía, usted no escatima…

JAA: …Va mucho con la idea de que la educación artística para los niños y jóvenes de medianos y bajos recursos debe ser de primera calidad. Los mejores instrumentos del mundo deben ponerse a disposición de esos muchachos, las mejores infraestructuras acústicas del mundo deben estar a la orden de esos niños…

CMR: …Pero debería ser no sólo para la educación artística debería ser para todo…

JAA: Evidente, pero en lo que me compete a mí, mi responsabilidad, nosotros hemos luchado por eso y lo estamos logrando, porque así hemos planteado nuestro proyecto, como un proyecto de inclusión masiva de jóvenes y niños de medianos y bajos recursos, como un proyecto de rescate, rehabilitación y formación de la juventud y la niñez, incluso con niños con graves discapacidades. Es importante destacar que en nuestro sistema tienen cabida los niños escolarizados y no escolarizados, pero también los niños enfermos, los niños con graves deficiencias físicas, incluso niños sordos y niños invidentes que si tienen acceso a la música pueden dar medidas altísimas de rendimiento y virtuosismo en este campo…

CMR: ¿Un niño sordo siendo músico?…

JAA: Así es…

CMR: Eso es casi un milagro…

JAA: Hay muchos ejemplos en el mundo de percusionistas eminentes, porque misteriosamente por las plantas de los pies llega la frecuencia rítmica y es percibida de manera enigmática por el oído y por el alma. Por eso puedes ver, por ejemplo, actuar un bellísimo coro de niños sordos que tenemos en Barquisimeto y que lo vamos a tener ahora en diez estados, que son los Coros de Manos Blancas, porque los distinguimos por sus guantes blancos, y al lado canta un coro una canción Madrigal y estos niños acompañan con su coreografía bella y hermosa esa música, de una manera tan sincrónica y tan perfecta que nadie puede imaginar que son sordos. Nosotros tuvimos una experiencia abrumadora, cuando hace seis años visitó el país una delegación de la Filarmónica de Berlín y ellos llegaron aquí el día que ese coro estaba ensayando en el Teresa Carreño un concierto. Esos músicos alemanes, que escucharon y que presenciaron ese fenómeno, lloraban de una manera desconsolada de emoción al ver aquel prodigio musical y artístico y la felicidad que irradiaban esos niños coreografiando aquellas canciones y aquella música. Es decir, el solo hecho de ver que la inmensa soledad y drama de un niño sordo se transforma en una enorme felicidad cuando el niño hace música acompañado de otros niños, eso ya basta para justificar el proyecto, bastaría sólo eso para justificar el proyecto, de tal manera que realmente hay un contenido humanístico, espiritual y místico de tal alcance en esto, que todo el esfuerzo que haya que hacer se va a seguir haciendo para que esto crezca.

CMR: Le puedo confesar que lo que usted acaba de contar es una de las anécdotas más bellas que yo haya podido oír… En una entrevista que tuve con Aldemaro Romero -antes de que le afectase mucho su enfermedad- le pregunté por usted y Aldemaro, sin pensarlo dos veces, dijo que usted debería ser Presidente de la República por esa capacidad inmensa que tiene para gerenciar y convertir los milagros en realidad.

JAA: Bueno, yo creo que más que de milagros hay que hablar de un proceso muy intenso de trabajo y de fe. Nosotros hemos tenido fe en nuestro trabajo y nosotros hemos sido constantes sin declinar un solo segundo. Ya es una decisión consagrar nuestra vida por entero a esto, porque los niños que estamos tutelando con miras a su formación, con miras a su engrandecimiento como artistas lo merecen, simplemente por eso… Y vamos a seguir en eso hasta el final… Y nos parece poco lo que estamos haciendo al lado de la inmensa tarea que nos queda por cumplir.

CMR: Así como le cité a Aldemaro Romero, ahora le cito a Gustavo Dudamel. Cuando le pregunté por usted tuvo una referencia muchísimo más sublime, fue muy generoso al referirlo como su padre, su padre musical, pero usó una palabra que no me esperaba; dijo: “José Antonio Abreu es un ángel”. ¿Usted cómo se considera?

JAA: No. Agradezco profundamente a Gustavo esa inmensa generosidad que ha tenido conmigo al calificarme como tal, pero yo me considero simplemente un trabajador social, que desde la trinchera de la educación musical labora por los niños y jóvenes pobres de su país. Estoy luchando contra la pobreza a través de mi arte, eso sí, y no aspiro sino a hacer eso.

CMR: Mucho ha insistido usted en lo que le ha enseñado a los niños. Después de estos treinta y cinco años ¿Qué le han enseñado los niños a usted?

JAA: Lo más hermoso que yo he aprendido en mi vida me lo enseñan todos los días los niños. Su intuición genial frente a la música. Lo que un músico profesional adulto descubre después de muchos años, el niño lo percibe por intuición en segundos. La mística que muchas veces los adultos no tenemos, la tienen los niños de sobra desde el principio, su dedicación, su comprensión incluso de la música, a niveles inimaginables. Cuando el niño tiene el talento musical y además es cultivado por sus padres, por su medio, es asombroso y eso lo han demostrado las orquestas infantiles en Venezuela, ya no sólo las juveniles, las infantiles y las orquestas pre-escolares, sino niños de entre dos y cuatro años que ya son capaces de percibir relaciones musicales muy complejas. La reacción de los niños aún ante las formas musicales más complejas, revela de una manera inmediata, su misteriosa e infinita fuerza apreciativa. Acabamos de presentar un niño de nueve años, hace un mes, en Caracas, que nos dejó atónitos a los músicos adultos que estábamos allí, interpretando Brahms, un músico que requiere una profundidad y madurez emocional enorme y aquel niño la tenía y yo conversé con su madre después, asombrado del progreso que el niño había hecho y de la madurez con la que había interpretado ese concierto de Brahms y me dijo: Él desde el principio lo tocó así, desde el principio su concepción del concierto fue ésa que usted ha oído. Entonces los niños nos enseñan la lección más grande, la lección del amor con el que hay que hacer las cosas. Cuando uno ve un niño a las siete y media de la noche, ocho de la noche, cantando con amor, en su Núcleo, estudiando su parte, luchando por el concierto que tiene que dar al día siguiente, esforzándose por ayudar a su compañero a dominar el pasaje, esforzándose porque la orquesta a la que pertenece triunfe en su gira y merezca estudiar un repertorio más exigente, esas lecciones son tan abrumadoras para los adultos que no tenemos más remedio que postrarnos ante eso, yo me inclino ante la capacidad de nuestros niños para superarnos cada segundo en todos los aspectos de la actividad musical.

CMR: Ya nos estamos acercando hacia el final de esta conversación, con la que he abusado de usted, pero me queda siempre una pregunta, es un vicio de este oficio… Alguien que como hemos visto en esta conversación piensa en lo perdurable, en lo que va a durar mucho tiempo, contrario a ese espíritu, a esa vocación por lo efímero que malamente tenemos los venezolanos ¿Piensa en la muerte?

JAA: Claro, sí, por supuesto…

CMR: ¿Cómo la piensa?

JAA: La muerte está en la vida, la muerta la llevamos en el cuerpo que es mortal, es el componente mortal de nuestro ser, la muerte es, digamos, la puerta hacia una dimensión superior de la vida que el arte revela con mucha anticipación al ser humano… Por eso es que los artistas no le tememos a la muerte, porque el arte nos ha revelado ya ese mundo maravilloso del post-mortem. Ese mundo misterioso del ascenso indefinido del espíritu hacia la eternidad lo revela el arte. Desde que el niño tiene contacto con la primera manifestación estética, ahí ya está presente esa esencia eterna, es decir, coincide lo diminuto con lo infinito, el arte hace que esos antónimos se concilien y por eso la muerte no es sino parte de la vida y la vida es una sola y siempre tendremos vida, ésta que tenemos vivida por este cuerpo mortal y la que vamos a tener que es el mismo espíritu, porque el que no muere es el espíritu, el alma no muere, el espíritu no muere, está ahí, morimos para quienes nos ven morir, no para Dios, porque para Dios todos estamos vivos.

CMR: Su obra seguirá siempre viva. ¿No le teme usted, sin embargo, a que el día en que no nos acompañe por acá, esta obra a la que tanto esfuerzo le ha dado, a la que le ha dedicado tanto, pueda tener un ladrillo que se caiga aquí o más allá?

JAA: No, cada niño nuestro, cada joven nuestro será un activista militante extraordinariamente eficaz para continuar y perdurar. Ya la generación que tiene entre veinte y veinticinco años está convertida en una generación dirigente, en una generación de muchachos que gerencian sus Núcleos, que hablan con los alcaldes, que consiguen sus recursos, que luchan por su orquesta, que la llevan a giras, que enseñan, que buscan profesores, que forman sus maestros por sí mismos… Tengo una fe ciega en la capacidad de la juventud venezolana para llevar adelante empresas que eran prácticamente imposibles hace unos años y que hoy pueden llevarse a cabo.

CMR: Yo le estoy muy, muy agradecido por este honor inmenso que nos ha regalado…

JAA: Un honor para mí César Miguel, muchísimas gracias.

CMR: Para cerrar le voy a decir algo, a lo mejor se molesta, a lo mejor no le gusta lo que le voy a decir, pero sospecho que Gustavo (Dudamel) tiene razón -yo no soy muy especialista en esta materia-. pero usted, por lo que lleva dentro, se parece bastante a lo que alguna vez he podido sospechar como un ángel.

JAA: Bueno. Un ángel de trabajo incansable. Eso sí lo soy y lo seré siempre y me enorgullezco de serlo, por esencia soy un hombre de trabajo, al servicio de la infancia y la juventud de su país.

CMR: Que Dios lo bendiga… Muchas gracias maestro.

JAA: Muchísimas gracias.

 

 

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