Miguel Cabrera vuelve a hacer historia en el béisbol de Grandes Ligas. Con 38 años, 18 de ellos como jugador en la Major League Baseball, el 22 de agosto de 2021 se convirtió en el más reciente integrante del club de los 500 jonrones. Sólo 28 de los más de 20 mil peloteros de Grandes Ligas han logrado esta hazaña. Miggy es el primer venezolano en alcanzarla.
Publicado en: Prodavinci
Por: Mari Montes
Y fue en el Rogers Centre de Toronto, la fresca tarde de este domingo 22 de agosto, donde Miguel Cabrera formalizó su inscripción como miembro del Club de los 500 jonrones. A la 1 de la tarde y 7 minutos el principal Nick Maharley cantó “Play Ball!”. En el cuarto puesto de la alineación le llegó su primer turno en el segundo inning, dominado con fly a la zona de foul de la inicial.
Recuerdo la primera vez que vi a Miguel Cabrera en un estadio. Todos estábamos pendientes de él. La mayoría, si no todos, jamás le habíamos visto dar un batazo, pero él era “Cabrerita”.
Fue el 22 de enero del año 2000, apenas contaba 16 años de edad. Estaba ahí porque había sido invitado al juego de softball benéfico organizado por Omar Vizquel para recaudar fondos destinados a recuperar una escuela afectada por el deslave de Vargas, ocurrido en diciembre de 1999. Meses atrás, el jovencito de Maracay había firmado con los Marlins. Recibió un bono de 1 millón 800 mil dólares, y fue noticia.
Lo precedía su leyenda como niño prodigio del béisbol. Había salido en la prensa, en una entrevista publicada por El Nacional que le hizo la periodista Hilmar Rojas, quien ya conocía historias de las cualidades que vieron los scouts. Ella también es de Maracay y allí el muchacho tenía fama desde niño. Por un vecino que conocía a la familia del prospecto, Hilmar Rojas consiguió contactarlos y se fue a la casa de los Cabrera, en “La Pedrera”, con el fotógrafo Jacobo Lezama.
—A los 15 años sacaba la pelota del José Pérez Colmenares. No era que la enviaba a las gradas, no. La sacaba del parque, por donde estaba el samán —recuerda Hilmar Rojas, 22 años después.
Recordamos que su descubridor, el cazador de talentos Germán Robles, le habló del talentoso jugador a Miguel Ángel García, quien era supervisor de scouts de los Marlins en Venezuela. Miguel Cabrera tenía solo 14 años en ese momento. Contaba García que, además de sus herramientas, su actitud también le impactó. La firma ocurrió el 2 de julio y días después Hilmar Rojas hizo la entrevista que resultó en un magnífico retrato del muchacho, con foto de Jacobo Lezama.
En aquel juego había figuras como Andrés Galarraga, Bob Abreu, Edgardo Alfonzo, el lanzador nicaragüense Dennis Martínez, David Concepción, entre otros. Omar Vizquel justificó su invitación con una sentencia que soltó sin dudar: “¡Va a ser una estrella!”. Aquella tarde el maracayero le dio un hit a Ugueth Urbina, así que no pasó desapercibida su participación.
Debutó con los Tigres de Aragua al año siguiente, y será inolvidable para la afición tigrera que con 18 años de edad fue clave en el regreso de los aragüeños a una final después de una década. Dio tres cuadrangulares en la semifinal. Su historia con los Tigres quedó escrita desde entonces. Sin duda es una de sus más grandes figuras, al lado de David Concepción y de Rod Carew, por citar a dos históricos.
En las Grandes Ligas, su historial de jonronero comenzó el día de su debut, el 20 de junio de 2003, cuando en su tercer turno al bate le desapareció la pelota al relevista de los Devil Rays, Al Levine, para dejar en el terreno al equipo de Tampa. Así fue su llegada al béisbol de Grandes Ligas. Desde entonces, ha cumplido con creces todo lo que se dijo de él.
En diciembre de ese año le hice una entrevista para el diario El Mundo. Estaba invitado a la casa de Oswaldo Guillén, donde iban a hacer hallacas. Nos sentamos a conversar. Estaba consciente del impacto de las figuras del béisbol para los venezolanos, de lo que había hecho en la Serie Mundial, el jonrón a Roger Clemens, su juventud, su sueño cumplido de estar en las Grandes Ligas. “Miguel Cabrera Presidente”, fue el titular del vespertino.
Quedé tan impactada con su madurez, que tiempo después escribí una semblanza sobre él: “Índigo”, a propósito de la teoría de la doctora María Dolores Paoli, desarrollada en su estudio “Niños índigo, un nuevo paso en la evolución”. Los índigo tienen un talento natural, son intuitivos, poseen un “intrínseco conocimiento de la vida y de cómo llevarse a través de la cooperación, son líderes”. Cuando Miguel hablaba de béisbol, así como cuando jugaba, parecía hacerlo con la sabiduría de un veterano.
He pensado todo eso en estos días en los que iba acercándose a la mítica cifra. En cada conversación que hemos tenido desde aquel ya lejano 2003, y todo lo que le hemos visto hacer. Nos obligó a indagar acerca de los jugadores de la historia a quienes ha ido superando en cantidad de hits, en quienes son los 27 miembros del Club de los 500 jonrones. Datos que nos sirven para darle mejor dimensión a su impacto en el béisbol, en su historia.
No es sólo para los venezolanos o para los latinos: Miguel Cabrera es uno de los mejores del béisbol en sus 150 años y entre más de 20 mil jugadores.
Seguimos con emoción cada turno. La emoción cuando ya estaba a dos cuadrangulares de las cinco centenas, terminó de coronarse cuando preguntamos sobre la marca que pondrían a las pelotas que vería a partir del jonrón 499, para distinguirla y poder autenticarla. Así de importante es esa pelota.
El 499 ocurrió en Baltimore. Cayó en el bullpen de los Tigres y ahí quedó esa pelota, protegida en una bolsa de plástico transparente. Al día siguiente no jugó, y regresaron a casa para 6 duelos.
En el estadio de Detroit montaron sus números para exhibir la cuenta regresiva. Cada vez que fue al plato en Comerica Park, los aficionados lo recibieron con aplausos y grabaron cada turno, ávidos por capturar la historia. Porque Miguel Cabrera es una leyenda viviente. En el Comerica no sucedió. Me hizo pensar en una frase de Hank Aaron cuando perseguía el récord de Babe Ruth: ”No veo un lanzamiento en recta ni en la práctica de bateo”.
Mientras no ocurría el batazo la ansiedad se fue apoderando de todos, pero Miguel gestionó boletos, descontó imparables e hizo buenas conexiones. El viernes en Toronto el manager A.J. Hinch anunció que el toletero jugaría los 3 juegos de la serie.
Viernes y sábado fueron dos días más de espera, de pitcheos incómodos y rectas de 98 y 99 MPH.
En su tercer turno de este domingo 22 de agosto, luego de haber sido dominado dos veces y con cuenta de 1-1 ante Steven Matz, con las banderas agitándose a 8 millas por hora, conectó un envío en cambio en 84.4 MPH para depositar la pelota en el bullpen de los visitantes. Matz se volteó para verla caer. Su nombre también estará en la historia.
https://twitter.com/TigresdeDetroit/status/1429523405552893955?s=20
Se me hizo inevitable recordar otros jonrones. Él daba la vuelta al cuadro y yo pensaba en todo lo que significa alcanzar esa cifra y en todo lo que sucedió, en las veces que temimos que no llegaría, que las lesiones se lo iban a impedir. Más allá del talento, que de eso se ha escrito bastante, de sus herramientas, del poder, de su capacidad de ajustarse en fracciones de segundo ante un lanzador, de cuánto sabe, de los ases que ha enfrentado desde 2003, Miguel Cabrera se ha divertido siempre. Será de las imágenes de la temporada, Miguel sacando los guantines de los bolsillos de Shohei Ohtani.
Al oír la conexión, me vino a la mente el primer vuelacercas, ese con el que avisó que había llegado a las Grandes Ligas cuando tenía 20 años. Cuando iba hacia primera, recordé los traspiés y caídas, su decisión de levantarse y cambiar lo que estaba mal para continuar su camino a la historia. Se levantó tanto como para ganar la Triple Corona de Bateo. Espero que Jim Leyland lo haya visto. Debió alegrarse al verlo cruzar en la primera esquina. Avanzaba a la segunda base y pensé en las lesiones, en cómo se las ingenió para jugar aguantando dolor tantas veces, no sé cuántos batazos dio, con una sola pierna. Evoqué aquel jonrón que le dio a Mariano Rivera, cojeando, y todo lo que sucedió en ese duelo de titanes.
Llegó a tercera y apareció otra vez el niño aquel, que parecía que había jugado pelota toda la vida, ahora después de 19 campañas con números sobresalientes. Le di más valor al primer jonrón de esta temporada, el jonrón bajo la nieve, cuando se veía tan lejos llegar a tantos batazos. Corrió las bases sin aspavientos, con humildad, con respeto, hizo la señal de la cruz antes de pisar el home, y después vino la celebración.
Tuvo que salir de la cueva a saludar a la afición presente en el estadio de Toronto.
500 jonrones son muchos, por eso son pocos, apenas 28 hombres, quienes han dado todos esos batazos. Uno de ellos nació en Maracay, Venezuela. Miguel Cabrera, ahora por los 3 mil hits.
Esta historia continuará…