El poeta venezolano Rafael Cadenas acaba de ganar el Premio Cervantes 2022. El fundador de La Poeteca habla sobre su poesía, su carácter y su postura crítica ante la realidad que vive su país.
Publicado en: Gatopardo
No reveles mis secretos, dijo Rafael Cadenas. Tenía una copa de vino en la mano. Su eterna chaqueta sin mangas, camisa de manga larga, pantalones de pana, zapatos corrientes. Estábamos en un brindis, luego de un recital de poesía de un poeta francés. Ese día le tomamos unas fotos con Danel, el baterista de la gran banda venezolana Desorden Público, que estuvo entre el público y feliz conversaba con Cadenas sobre varios temas. Quizá nunca ha escuchado temas de Desorden Público. No importa: Cadenas no pide resúmenes curriculares a las personas para poder hablar con ellas.
Conocí a Rafael Cadenas cuando fui cajero de CANTV, la compañía telefónica venezolana, a finales de los noventa. Trabajaba en la central de La Boyera, cerca de donde vivía. Tenía veinte años, y era un lector fervoroso de poesía. Iba en un autobús para bajar a la ciudad y en la siguiente parada, él se montó. Fue al lado mío durante el largo trayecto hasta Las Mercedes. Quise mostrarle mis poemas. No pude hacerlo. Me paralicé. Años después lo pude frecuentar en la librería El Buscón, también en Las Mercedes. Cadenas iba a vender libros de su biblioteca para ayudarse económicamente. Nos hicimos amigos. Me prestó libros para mi tesis de licenciatura. Ha sido generoso conmigo y con centenares de poetas y escritores venezolanos desde siempre.
Rafael Cadenas es noctámbulo. Se duerme tarde, leyendo. No es de despertarse temprano. Tiene 92 años. Le gusta salir con frecuencia, para comer, tomarse un trago, conversar con los amigos. Está cada día más sordo. Suele pedir las palabras que se leen en alguna conferencia, que se le envíen para él poder leerlas. “Nunca escucho bien”, me dice. Enviudó hace pocos años. Vive con su nieta, en su casa de siempre, en la urbanización La Boyera, en el sudeste de Caracas. Su hijo Silvio lo visita con frecuencia y su hija Paula, quien vive en Montpellier desde hace años por razones académicas, lo llama y atiende desde la distancia.
Tuvo una larga historia política: militó en el Partido Comunista desde sus años en Barquisimeto, lo que lo llevó a la cárcel y al exilio en Trinidad en tiempos de dictaduras. Al volver, se sumó como profesor a la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela hasta que se jubiló. Ha ganado numerosos premios en Venezuela y en el extranjero, becas, reconocimientos. Pero es el mismo profesor de la Escuela de Letras.
Cadenas rompió con las ideologías en tiempos en que todavía imperaban y decidían los destinos del mundo. No ha temido acercarse al pensamiento filosófico y al religioso, oriental u occidental. Dueño de una voz probada y poderosa, su claridad y profundidad le valieron ser reconocido desde su primer libro, Cantos iniciales (1946). Ha viajado. Ha conocido el amor.
Rafael Cadenas ha sido una de las voces más altas en denunciar el quiebre de los derechos humanos en Venezuela, la injusticia, el descalabro económico. Lo ha hecho desde su adolescencia, pero en especial en los últimos veinte años. El país le preocupa enormemente.
Hoy Rafael Cadenas gana el Premio Cervantes. Hace pocos días me pedía, por teléfono, que le avisara si sabía algo del premio. Lo decía lleno de risas (el humor es uno de sus grandes secretos). Pero quizá el mayor secreto es que es un hombre bueno y claro, como su poesía. Como hizo, hace pocos años, al ceder su nombre para el Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas, que premia año a año a una treintena de jóvenes que envían sus poemas y se sienten orgullosos de poder encontrarse luego con el poeta y conversar con él.
Una vez le pregunté cuál era su país favorito, entre todos los que ha conocido en viajes. España, me dijo. Hoy España lo premia y honra. Y todos los que hablamos, leemos y escribimos en la lengua española.
El secreto del poeta esa noche era este: Rafael Cadenas se toma una copita de ron todas las tardes antes de la siesta. Eso le permite un sueño breve y profundo, para continuar hacia la noche.
Sea.