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Por: Mari Montes
Omar Vizquel se retiró en 2012 en Toronto, hizo un out de espaldas al home y disparó el hit 2.877, el último de su cuenta en las Grandes Ligas. Está en la papeleta del Salón de la Fama desde 2017. Logró 37 por ciento en su debut y luego superó el 40 por ciento en el segundo año. En esta aparición es de esperar que suba un poco más. Él no está pendiente de quién vota o no, confía en sus números, ya no puede hacer nada más. Sinceramente comenta que si es para él, va a estar muy feliz, y si no, también, está muy satisfecho con su carrera.
Omar, a quien sus amigos le decimos “Kike”, es un amigo de toda la vida. Escuché cómo cambió su voz. Cómo se le iban los gallos y comenzaba a salirle uno que otro vello en la cara. No sufrió de acné, era guapo, siempre ha sido guapo, con ojos de chispitas y gran sonrisa.
Lo veía en la cancha de basquet, era inquieto y hacer deporte ha sido vital para él. Brincando, corriendo, con una pelota en sus manos, es como carga las pilas.
Desde que comencé a escribir de béisbol, he escrito de él.
Mientras se van publicando algunos votos, Omar ha estado pendiente de su nuevo reto: dirigir a los Toros de Tijuana, el popular equipo de la Liga Mexicana de Béisbol.
Apenas fue oficializada su designación, conversamos, me explicó lo que le emociona dirigir en una liga donde debe ganar, competitiva, alegre. Es un hombre de retos, un ganador, un perfeccionista, de sus 52 años tiene 48 en un terreno de juego, uniformado. No se ha quitado el uniforme, apenas se retiró aceptó trabajar como técnico, primero como coach y luego como manager, dirigió el equipo de Venezuela en el Clásico en 2016.
Omar Vizquel ama el béisbol y siempre le ha dado lo mejor.
El año pasado fue entrevistado entre los candidatos a dirigir a los Angelinos, y no tuvo éxito. El manejo de la analítica, de la sabermetría, se ha convertido en un requisito para estar en las Mayores como dirigente. No pudo responder varias preguntas porque desconocía el manejo de varias fórmulas estadísticas, cómo aplicarlas y en qué momento. Me contó la entrevista con humildad, me dijo que lejos de estar frustrado, estaba motivado, era necesario saber manejar esos números para seguir en el béisbol, así que sólo iba a hacer una cosa: aprender.
Lo admiré un poco más y recordé que un día que escribí en Twitter una cita de Roy Campanella: “No voy a renunciar nunca a jugar béisbol. Van a tener que arrancarme el uniforme para sacarme de aquí”, Omar me preguntó hasta qué edad había jugado el careta de los Dodgers, le conté que un accidente de tránsito lo había sacado temprano del juego. Le impresionó la historia, se quedó con la frase.
Años después de eso seguimos hablando como siempre, como desde chamos, de cualquier cosa, como leerán a continuación, con extractos de entrevistas y preguntas sueltas.
Omar, ha probado suerte como empresario fabricante de bates, tuvo su propio show de televisión en Cleveland, prestó su imagen para unos aderezos de ensaladas y parrillas, diseñó ropa casual, publicó un libro en inglés contando algunos episodios de sus años en las Grandes Ligas, toca los timbales, baila salsa como pocos, y puede decir como Leonardo Da Vinci: «Además, pinto».
Una vez conversamos de eso, recién había cumplido 40 años, lo entrevisté para la revista “Caras”:
Eres un hombre polifacético ¿Qué hace que te ocupes de tantas cosas diferentes?
Las cualidades que he desarrollado para jugar béisbol, me han abierto oportunidades que no he desperdiciado. Siempre me ha gustado saber sobre otras cosas; de allí me vienen otras inquietudes como la pintura, la música, escribir poemas… Me fastidio cuando la gente solo habla de pelota, uno no quiere salir del estadio para seguir hablando de lo mismo. Me relajo hablando de otro tema.
Los larenses se jactan, orgullosísimos, de tu relación con el pintor Jesús Villalón.
Villalón entró en mi vida cuando ya yo tenía algunas nociones sobre arte. Me enseñó algunas técnicas y me dio una visión diferente del oficio. No sólo Villalón, también Juan Urbina, «El pintor de Petare». Son dos maestros, a los dos los invité a Seattle para hablar de pintura y estar juntos. Nos hemos hecho muy amigos.
¿Se parece la relación que tienes con ellos a la que guardas con Luis Aparicio y David Concepción?
Sí, es perfectamente comparable. Sobre todo la motivación para seguir sus pasos. La idea es hacer bien las cosas, sea una pintura o un doble play.
En la galería de imágenes de Cooperstown, expusieron una fotografía impresionante, en la que apareces haciendo una jugada, que más se asemeja a un paso de Nureyev. ¿Tiene la posición del campo corto algo que ver con el ballet?
Mucho. Cuando uno se mueve, los movimientos deben hacerse con precisión, de forma que no pierdas la concentración de seguir la pelota, de tratar de atrapar la bola con el guante, de hacer un buen tiro a primera base. Muchos de esos movimientos son fuera de balance, y bailar es lo mismo. Te lleva a una serie de pasos en los que quedas suspendido en el aire, y de allí tienes que recobrar el ritmo en los pies y las piernas para llegar a la posición final y tratar de hacer un buen lance o llevar a tu pareja a la vuelta que tú quieres. Siempre que doy clínicas a los niños, les digo que si cubren el campocorto o la segunda base y no saben bailar, se les va a hacer mucho más difícil realizar un doble play o una jugada hacia adelante.
Llegaste a los 40 años con una forma física impresionante. No has perdido destrezas y sigues jugando con excelencia una posición tan exigente como el short stop.
Yo creo que una de las cosas que más orgullo me da es mi forma física. Es lo que me permite seguir jugando, incluso después de los 40 años. Hay que hacer pesas, ejercicios. Hay que estar a la par del deporte, porque es lo único que te va a permitir jugar una temporada de seis meses seguidos. Ahora incluyo otras cosas, como la alimentación. Nunca he tenido problemas o debilidad por la bebida y tampoco fumo. También me he sabido cuidar de muchas otras cosas, como fiestas, mujeres, rumbas y esas distracciones que pudieron haberme sacado de concentración.
César Miguel Rondón destaca siempre lo caraqueño de tu hablar, con todos los años que llevas viviendo en los Estados Unidos.
Creo que ni que me vaya a vivir a Marte dejaré de ser caraqueño. Uno no olvida sus raíces. Siempre tengo presente Caracas, a los amigos con los que me coleaba en las fiestas. Las Mercedes de noche, los carnavales jugando con bombitas de agua, el Ávila… Nada como el Ávila y azul del cielo de Caracas en diciembre y enero. Recuerdo los atajos de El Cafetal, los cachitos de la panadería del bulevar, del equipo de básquet del Liceo, de mis amigos. Cierro los ojos y recuerdo la casa de mi abuela en Santa Eduvigis, detrás había un terreno, Las Piedritas, donde hacíamos caimaneras, al pie del Ávila y rodeados de matas de mango. Cuando estaban verdes los tumbábamos y mi abuelita hacía una jalea muy sabrosa.
¿Estás consciente de que eres blanco de las miradas femeninas, que eres sexy?
¿Sexy yo? (risas) Nunca me he sentido como un símbolo sexy, prefiero ser un buen ejemplo como deportista. Eso de símbolo sexy es con los artistas.
*
Unos días después de colgar los spikes, Omar me respondió el siguiente cuestionario, preguntas que nunca le había hecho. Se lo mandé por email, aquí sus respuestas.
¡Clase de preguntas! Está bien interesante esta entrevista. Me siento que estoy sentado en medio de un panel, pero debo admitir que me llaman mucho la atención porque no me habían preguntado la mayoría de ellas…
Si yo te pidiera que voltearas al camino recorrido, para contarnos tu historia en el béisbol ¿Hasta dónde irías?
Creo que iría a los 8 años que fue cuando por primera vez entré en el equipo Gran Mariscal y me puse un uniforme, mi padre escogió el número 17 por Alfonso Carrasquel, que era su ídolo, eso fue en el liceo Gustavo Herrera, Gran Mariscal practicaba por allá.
¿Alguna vez te dijeron que no podrías establecerte en las Grandes Ligas?
Nadie me dijo en sí que nunca podía establecerme en la Gran Carpa, pero sí varias personas creían que no iba ni siquiera a llegar. Solo yo creía que podía hacerlo y quedarme. Después de ver algunas prácticas del equipo grande en el spring training del 88, estaba seguro. Tenía ya 20 años y recibí varias invitaciones para estar con ellos. Allí pude notar que la diferencia entre los bigleaguers y nosotros era solo la edad y la fuerza, un poco de experiencia también.
Si alguna vez se hace una película de tu vida ¿quién debería hacer tu papel?
Mi papel lo tendrá que hacer un chamo picantoso que siempre se esté moviendo y brincando, pero siempre alerta a las indicaciones de su entrenador.
¿Por qué te gusta vestirte así, con esas camisas psicodélicas y combinaciones estrafalarias?
Las camisas sicodélicas las uso porque me encantan los colores vibrantes, las líneas, los círculos, dibujos de bacterias y demás, por ser artista, me imagino, pero mientras más viva sea la camisa, más energía y sabor me trae a mi vida.
¿Te fastidia que desde que tienes como 38 años se refieren a ti como un «viejo»?
No me molesta que me digan viejo. Todo lo contrario, me enorgullece que alguien a mi edad todavía esté en un lugar tan privilegiado, alrededor de gente joven que buscan consejos o se preguntan ¿cómo este tipo todavía lo hace? Como me lo han preguntado el 50% de los peloteros con quienes hablo. Yo creo que muchos no tienen idea de lo significa eso, pero yo lo valoro mucho, es como un reto.
Toda esta temporada y hasta la última jugada, quedó claro que podrías ser regular, eres mejor que muchos «promedio» ¿Por qué crees que el mito de la edad pesa tanto?
El mito edad pesa, porque si tú tienes un muchacho más joven, que tiene más rapidez, fuerza, potencia y energía que uno mayor, en este caso yo, ellos le darán chance al más joven, por eso es un reto, más que hacerlo bien, es de lucir tan joven como el de 25.
¿Qué piensas que no debiste hacer o decir algo en estos años?
En verdad todo lo que he hecho o dicho. No tengo ningún arrepentimiento. Si cometí un error de ello aprendí y pasé la página. Cosas han pasado y pendejeras he dicho que han irritado a muchas personas, nunca todos van a estar de acuerdo con tus actos y tus opiniones.
En tu último juego usaste el 13, conectaste un hit para dejar atrás a Mel Ott, tuviste una asistencia elegantísima y una atrapada de espaldas al home. Fue un último juego inolvidable.
En el último juego sí estaba bien nervioso y temblando, sabiendo que nunca más iba a jugar pelota. No dormí mucho tampoco, toda la tarde fue interminable con las entrevistas y las fotos y las firmas entre compañeros, hasta que por fin empezó el juego. Era difícil enfocarse y tratar de ser el mismo pelotero de siempre. Me pasaban recuerdos por la cabeza, momentos lejanos, errores, grandes jugadas, batazos, desilusiones… pero el público me sorprendió mucho. Parecía que estaba jugando en Venezuela por un instante. La gente me ovacionó a pesar de que me ponché. Se sentía algo diferente en el ambiente, había muchos venezolanos y los pocos canadienses que asistieron, como que se contagiaron con los nuestros. ¡Fue maravilloso! Inclusive el final. ¡Ganamos! Di un hit en mi último turno, hice una buena jugada y pudimos celebrar en paz y tranquilidad.
Aunque llevabas meses preparándote para el adiós ¿Cómo fue salir del estadio ese día, qué pensaste?
Ese día fue difícil salir del estadio, pero tenía tantos amigos conmigo que me ayudaron con los bolsos y los bates, que en verdad no sentí tanto la nostalgia de irme de allí. Siempre existen los últimos autógrafos y foticos con los teammates que a pesar que estuvimos juntos todo el año, siempre esperamos hasta el último día para hacer eso. Inclusive al día siguiente fue cuando en verdad me pegó. Cuando estaba en el avión y recapacité. Fue una carrera mucho más larga de lo que habíamos pensado. Salí muy contento
¿Vas a ser peleón con los umpires?
En mi carrera de las grandes ligas nunca discutía mucho con los árbitros. Es más me botaron solo 2 veces por reclamar y decir groserías. Hay momentos que te sacan la piedra, pero siempre he creído que discutir te saca de concentración y es peor la próxima vez que te encuentras a ese mismo umpire. Ellos no se olvidan y siempre quieren descobrarse con otra cosa, así que lo mejor es simplemente preguntar en buena forma.
Leones, Marineros, Indios, Gigantes, Rangers, Medias Blancas y Azulejos, dime una palabra para cada uno y explícala.
Leones: Mi sueño. Siempre soñé con convertirme en un pelotero profesional. Desde los 14 años quería dedicarme a jugar béisbol y dos años después recibí la invitación de mi vida: entrenar con los Leones del Caracas. A las dos semanas había firmado con ellos.
Seattle: Mi logro. Un pelotero profesional no completa su meta final si no llega a las Grandes Ligas, por eso es un logro tan importante. Muchas veces no podía creerlo.
Cleveland: Mi piedra. Después de un principio incierto y sin saber cuánto tiempo iba a estar arriba, en el tope, en Cleveland me solidifiqué como verdadero grandeliga. Ya el proceso de aprendizaje había pasado.
San Francisco: Mi paraíso. Esa ciudad englobó todas las satisfacciones que pude lograr como persona en todos los ámbitos. Es definitivamente mi ciudad favorita. En San Francisco pude encontrar y hacer de todo lo que me gusta, en el plano profesional como pelotero y en mis aficiones. Pude experimentar con la música, la pintura y el fashion.
Texas: Mi decadencia. En Texas fue mi primer año como pelotero utility. No jugué todos los días y eso me puso en un estado de interrogantes. Sabía que ya no iba a ser el mismo de antes, tenía dudas en mi mente de cuanto iba a durar en el diamante.
Chicago: Incógnito. Llegué a Chicago sin esperar mucho y tratando de conseguir un puesto. Las dudas todavía existían con respecto a mis posibilidades en un roster de 25, sin embargo, las cosas salieron muy bien y hasta tuve un año extra con ellos.
Toronto: Mi interrogante. Cuando llegué a los entrenamientos de primavera con Toronto ni contrato tenía, en verdad no sabía si iba a quedar en el equipo. La competencia se hacía más difícil cada vez y el cuerpo no era el mismo, aun así, los hits salieron y las jugadas también. Le puse difícil la decisión de los coaches, al final se inclinaron por mí.
¿Hasta cuándo el béisbol?
¿Hasta cuándo el béisbol? Ahora cuando estoy en una nueva etapa y estoy de cero, encantaría emprender una carrera tan bonita como técnico, como la que tuve como pelotero, por lo menos 20 años más, para ganar un anillo como manager algún día. Sería placentero hacerlo de esa manera.
Jugar en el campo corto en 4 décadas distintas es algo Increíble. 89, los 90’s, el 2000 y el 2010′ 2011 y 2012, eres casi Mick Jagger.
Lo de las décadas fue sólo coincidencia. Subir en el 89… aunque 24 años no es muy fácil. Simplemente soy afortunado y dichoso por haber tenido estas condiciones y saber ajustar mi cuerpo a diferentes etapas que he vivido en mi vida. La adaptación a la vida en Estados Unidos, el poder hablar el idioma y bueno, por supuesto, tener suerte de estar en momentos donde un equipo te pueda necesitar.
¿Cómo fue ser un niño de la selección y además campeón?
Desde niño uno nunca se espera estar en selecciones ni nada de eso. Eso se lo debo a mis queridos padres, que sacrificaron bastante para poder llevarme a mis prácticas y juegos. Uno lo que quería era jugar, nada más, pero el Mundialito era otra cosa. Cuando uno ve 100 chamitos de todas partes de Venezuela tratando de calificar, se te abre un espíritu de competencia increíble. Creo que ahí empezó todo. Siempre quería estar en esos equipos y creo que allí empezó mi sueño por querer llegar a jugar en el profesional. Además, después de ganar el campeonato, fue mucho más divertido, conocí a muchos peloteros y hasta al presidente, y nos llevaban a todos lados, era como estar becado por los Criollitos.
¿Cómo fue llegar al Caracas de Baudilio, Armas, Galarraga, Gonzalo Márquez, Urbano Lugo y convertirte en una estrella?
El llegar a los Leones fue extraordinario, era lo que quería y sabía que no iba a ningún otro lado. Quería ser pelotero, no tenía duda alguna. Por eso me fue tan bien rápidamente. Me dieron el chance, aunque tuve que ganármelo. Por supuesto, había muchos campocortos. Inclusive me dijeron que tenía que ir al hipódromo porque y que estaba muy pequeño, pero esas palabras me empujaron a mejorar en todos los aspectos. Lo mejor de todo esto fue escuchar. Siempre estaba pendiente de los consejos de los mayores o de los triple A o grandes ligas. Si escuchas y aprendes, el camino será más fácil.
¿Cómo fue la decisión de no jugar en Venezuela?
La decisión de no jugar más en Caracas se debió a la cantidad de juegos que jugamos en el norte y el hecho que me casé con una estadounidense. Quizá eso me alejo un poco de los estadios. Hoy en día digo: bueno, si no lo hubiese hecho así, quizás hubiese jugado menos, indudablemente. Así que todo funcionó bien. Jugué suficiente en Venezuela y eso lógicamente me ayudó al mejoramiento de mi juego en las Grandes Ligas. No creo que un pelotero que no juegue en Venezuela tendrá mucho éxito en el Norte. Esa es la mejor escuela de la vida, uno aprende a ser hombre desde pequeño, rápidamente, solo hay que ser un poco inteligente.
¿Cómo sentiste tu despedida de la pelota venezolana?
La despedida del béisbol venezolano la sentí mucho más triste que la de las Grandes Ligas. Es difícil retirarse al frente de una fanaticada que te vio crecer y te apoyó desde tus inicios, al frente de tus amigos del liceo, al frente de tu familia, primos, tíos, etc.… a que te retires en Canadá, donde la gente no me conocía mucho. Si hubiese estado en Cleveland, quizás la historia hubiese sido otra, pero en Toronto fue muy tranquilo todo. En Caracas fue increíble, cuando la gente aupaba mi nombre se me hizo un nudo en la garganta que no podía ni tragar, y además mis compañeros de equipo me brindaron tremenda despedida adentro del locker room, como que si hubiésemos ganado la Liga, muy emotivo todo. Por eso agradezco a cada uno de ellos, desde el cuida cuarto, recoge bates, y hasta la gerencia. Doy gracias por jugar y pertenecer al mejor equipo del mundo, los Leones Del Caracas. Los quiero mucho.
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Omar se divorció de Nicole, la mamá de sus hijos y conoció en Maracaibo a una bellísima y joven abogada, quien cuando los presentaron no sabía quién era él. A Kike le encantó eso, poco tiempo después, en noviembre de 2015, se casó con ella.
¿Cómo te cambió la vida casarte con blanquita?
Blanquita me ha puesto en mi lugar. He madurado mucho más con su presencia, he estado mucho más tranquilo, relajado. Creo que la comunicación que tenemos, lógicamente, en español, es más clara, cómoda, compartimos costumbres, y eso me ha hecho sentir más tranquilo. Es una muchacha muy inteligente, me gusta estar a su lado todo el tiempo. Es muy divertida. Me ha tranquilizo la vida.
¿De qué color pintarías a Venezuela?
¡Verde! La pintaría de verde. La mezcla del amarillo y azul. No queremos ver más sangre, más violencia. No queremos ver nada que sea relacionado con el color rojo. Es un color que representa la sangre derramada por nuestros libertadores, lo sabemos, pero en este momento no queremos nada que tenga que ver con sangre. Quiero verde, esperanza, horizonte. El Ávila es verde.
¿Hay algo que quieras decir y que nunca hayas dicho?
Ya te lo he dicho todo.
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