Por: Mari Montes
Circula por las redes un video hecho, no me cabe duda, en tono de humor, con la intención de hacer reír y tener muchos “me gusta” e interacciones. En esta pieza, un niño de unos 3 o 4 años de edad, está profundamente dormido (realmente lo está) y el padre lo despierta, al tiempo que le lanza un bate de plástico, una pelota y un guante de béisbol, al chiquillo le cuesta levantarse, pero el padre le insiste mientras le grita que despierte, que Juan Soto firmó por 765 millones de dólares, que no va a ir al colegio, que se levante a jugar béisbol.
Aunque se hizo con intención de divertir, el video refleja una verdad que tiene mucho tiempo y que es más dolorosa que exitosa: niños presionados por sus padres para que cumplan los sueños de ellos, de los padres, ser muy ricos gracias a sus hijos.
Llegar a las Grandes Ligas es algo muy difícil, son 30 equipos nada más, con una nómina o roster de 40 jugadores.
Se estima que de cada 2 mil jóvenes que aspiran a ser firmados por una organización de Grandes Ligas, solo uno consigue ese anhelo. Luego tenemos que no todos los que firman lo hacen por bonos millonarios, la realidad es que la mayoría de las firmas no alcanza seis cifras, y esos montos acordados, suelen repartirse entre varios, además del jugador, por compromisos previos.
Después de ser firmados, esos talentos comienzan el recorrido por las ligas menores, desde la liga de novatos, hasta Triple A, antes de ser ascendidos a las Mayores.
En ese camino se quedan muchos, se separan de sus familias muy jóvenes, con 16 años en promedio, algunos no tienen la madurez para adaptarse, aprender otro idioma, a enfrentarse prácticamente solos a un mundo estricto y desconocido. En el avance, no pocos desisten porque no se sienten al nivel de exigencia, compiten con otros que pueden ser mejores, porque tuvieron una infancia más fácil, antes de llegar a las menores se graduaron en la universidad o estudiaron toda la secundario, bien alimentados, nacidos en Estados Unidos en su mayoría.
El salario es muy limitado, por ello hay quienes buscan hacer otras cosas para ganarse la vida, como prestar servicio como chofer o como albañiles o meseros, porque no les alcanza para pagarse el hospedaje y lo que consumen fuera de las instalaciones del equipo. También están los que se van porque pasan años sin subir, se frustran y se van después de tanto esperar el llamado al equipo grande, que nunca ocurrió.
Ser un jugador en la Gran Carpa requiere de talento, disciplina, apoyo de la familia, guía y suerte, todo a la vez, todo junto, de lo contrario es casi imposible.
Con esto quiero decir que la historia de Juan Soto o la de Jackson Chourio, el novato que firmó con Milwaukee antes de debutar en las Grandes Ligas, por ocho años y 82 millones de dólares, son excepcionales, la mayoría, incluso la que llega a las Mayores, no acumula 10 años de servicio y no gana ese dinero. No todos logran grandes contratos, la competencia para mantenerse es dura, cada vez más.
En el proceso de formación de un pelotero hay muchas cosas; lo primero, por supuesto, es que el niño se divierta, que le guste jugar, que no sea impuesto, obligado no hay posibilidad de éxito.
Los niños que juegan béisbol deben organizarse para compartir escuela y deporte, ser puntuales en sus horarios, practicar, jugar, competir con otros niños por una posición, no es fácil para ellos, y todo esto se complica, cuando hay padres que ejercen presión porque piensan que tienen en casa a un prospecto que les va a “sacar de abajo”.
Los presionan durante los juegos, les gritan, los humillan, pelean con otros padres que están en la misma que ellos o no, también hay los que simplemente quieren que sus hijos jueguen y se diviertan, no como un trabajo, sino como una actividad complementaria de su formación.
Son muchas, quizá demasiadas, las historias de los padres que sacan a sus hijos del sistema escolar, para que se preparen para la firma; escuchan recomendaciones de “buscones” que les aseguran que tienen en casa a una promesa, algunos los llevan a academias que no tienen técnicos y entrenadores bien formados para el desarrollo de un joven, con todo lo que ello implica.
Hemos visto casos alarmantes de muchachos a quienes les han dado sustancias para mejorar el rendimiento que ocasionan consecuencias, incluso fatales. Hasta hormonas para caballos y otras medicinas de uso veterinario se han atrevido a recetarle a jovencitos; la idea es que estén muy fuertes para el momento del try out de los scouts de las Grandes Ligas.
Muchos niños y jóvenes quedan en el camino, después de mucho esfuerzo y presión, sin la firma anhelada y sin estudios porque dejaron la escuela primaria o a mediados de la secundaria. Algunos con lesiones y otros con órganos dañados por el consumo de esteroides y otras sustancias.
Es tarea de todos, comenzando por el hogar, desde luego, pero sería ideal que incluso las Grandes Ligas preste atención a esta situación y encuentre una solución, a fin de cuentas esos buscones trabajan para scouts de las organizaciones de MLB, si bien es cierto que esos muchachos no pertenecen a los equipos, ese mecanismo debe corregirse, con consciencia y voluntad de todos, porque se trata de la vida de niños y jóvenes.
Dejen a los muchachos divertirse, que si tienen el talento y las ganas, no hay que despertarlos para que jueguen.
Cuando son niños y jovencitos, el béisbol es un juego, no un trabajo.
Obligado nadie se convierte en grandeliga, si quieren hacerse ricos sin trabajar, prueben comprar un ticket de la lotería.
¡Qué los niños se diviertan!