Por: Xariell Sarabia
Quito la portada de mi Facebook del querido joven músico Gustavito Márquez y monto la foto de Adrenalina Caribe, la agrupación «de la vida» de Evio Di Marzo, quien injustamente nos abandonó la noche de anoche. Cuando sucedió lo de Gustavo escribí sobre bajistas, de inmediato me vino a la memoria Danilo Aponte quien partió de la rumba terrícola hace unos años a otras partes siderales, Danilo fue el bajista de Adrenalina Caribe.
Pero el cuento de Evio, cargado de historia, la reconozco desde aquel invalorable Sietecuero, agrupación que vi por primera vez a finales de los setenta en la carpa del Parque Los Caobos y más adelante en un conciertazo en el Aula Magna de la UCV, que presentó un minimalista Iván Loscher con una sola palabra “Sietecuero”. Se abrió el telón del patrimonial auditorio, y sonaba “Una mañana…”.
Sietecuero fue como un taller, un experimento, un laboratorio que juntaba músicas y talentos, Caribe y Rock, entre otros, de allí emergen Alberto Slezinger, quien luego suena con Daiquirí, la colosal figura de Yordano Di Marzo, el hermano mayor de Evio, los geniales Bartolomé Díaz, Totoño Blanco y Alberto Borregales, este último acompañaría a Evio hacia la Adrenalina.
Desde Caracas, el trópico, el Caribe ya sonaba, ya era sello de antaño, el rock que venía de los sesenta, poco se había fusionado con el sabor del mar que está detrás del Ävila, a lo sumo la experiencia del Grupo Pan de los Quintero de Marín, o lo que registró Spiterí con su disco londinense de la Culebra.
Evio mojó de Caribe al rock, o el rock de Caribe, fue una fórmula personal única, que suena a él, complicada apuesta musical en el camino de los proyectos sonoros de concretar un lenguaje propio. De allí la valía de Evio Di Marzo, quien no dejó nunca de alimentarnos con su Adrenalina Caribe, mucho más que sus exquisitas pizzas y su manera peculiar de vivir.
Xariell Sarabia