Rubén González fue un pianista importantísimo. En aquel entonces, cuando le conozco, tendría 50 y tantos años pero lucía mucho mayor. Era el pianista que amenizaba las tardes en el Lobby del Hotel Deauville, en Centro Habana. Y cuando le conozco, él se sorprendió de que un joven venezolano supiese de su vida.
Le pedí que tocase algunos de sus danzones que yo luego grabé en un modesto grabador de casettes, pero al rato llegó el gerente del hotel a reclamar que ese no era el repertorio que él debía tocar. Él tenía que tocar Volare Dipinto Di Blu, Blue Moon, en fin, Begin the Beguine, la música que él interpretaba para técnicos medios de la Europa del este. Todos ellos pálidos, gordos, colorados, acalorados y aburridos.
¿Quién era Rubén González Fontanills? Uno de los más grandes pianistas cubanos. Tardó un buen rato, Rubén González, en presentar sus discos de solista. Ayer, escuchábamos su versión de Almendra, en el disco que -luego del boom creado con el Buena Vista Social Club– logró publicar en 1997. Un disco que decía: «presentando a Rubén González» Vaya ironía presentar a un hombre ya de 78 años. En ese disco no solo interpretó danzones, también joyas de la música cubana como Mandinga…