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Más de una vez lo hemos comentado: el peculiar, extraño y curioso drama que significa hablarle al espejo como si la persona en el reflejo fuese otra, un adversario al que se le reprocha y se le ataca. Cosa rara y quizá peligrosa. Ese es el peculiar síndrome que desde hace ya un buen tiempo, largos meses por no hablar de años, ha venido acusando el ciudadano presidente, quien le habla al espejo viendo en el reflejo a un siniestro y terrible opositor en lugar de su propia persona. El presidente le proclama al espejo: “Estoy listo para lo que diga el Poder Electoral, quiero elecciones”. Como si el Poder Electoral no hiciese exactamente lo que él le dice y ordena.
Resulta que la oposición sale a la calle a manifestar – manifestaciones multitudinarias, históricas- pidiendo precisamente elecciones. Claro, pide elecciones y reconocimiento para la Asamblea Nacional, y apertura del canal humanitario y libertad de los presos políticos. Pero el presidente obvia esto y trampea la realidad afirmando que quien quiere elecciones es él -y solo él- y que es la oposición la que se lo impide. “La oposición se ha encargado de trastocar las elecciones. La derecha trata de impedir los comicios porque no tiene el electorado para ganarlos. El pueblo les pasó factura por el fracaso de la Asamblea Nacional”, según le cita hoy El Universal.
Tal Cual define la curiosa circunstancia como: “Maduro sigue bipolar”. Reseña que desde el cerro El Ávila, donde no hay vecinos que pudiesen cacerolearle, el presidente transmitió su programa dominical, donde manifestó estar ansioso porque se celebren elecciones regionales y municipales ya que la derecha va a recibir una gran derrota. El detalle está en que antes había advertido un “desencadenante histórico”. Citado en El Nacional, que reproduce un despacho del diario bonaerense La Nación, Maduro afirma: “No vamos a ir a una guerra civil, vamos a un proceso popular revolucionario, un nuevo desencadenante histórico que amerita conciencia, despertar histórico original (…) O vamos a una paz con revolución o no habrá paz en Venezuela ni en la América Latina”.
Pero en ningún momento advierte de qué se trata este desencadenante histórico. No sabemos de lo que habla pero sin duda suena a amenaza, sobre todo si advierte que solo con la revolución hay paz. El chantaje como estilo de gobierno. El espejo, pues, vuelve a traicionarlo.
Y, de remate, coloca una guinda curiosa, la gran sorpresa: pide una Constituyente, tal y como le cita el diario oficialista Correo del Orinoco. ¿Una Constituyente? ¿Eso que en algún momento ha sido consigna de algunos sectores opositores es lo que pide el presidente? ¿Es que acaso él ahora se emparenta con ellos? Curioso pedir una Constituyente cuando la que tenemos es –como se han cansado de restregarlo durante todos estos años- nada menos que la obra maestra, la obra cumbre y definitiva del inmortal Hugo Chávez. ¡La mejor Constitución del mundo!, como solía pregonarlo el líder galáctico. ¿Será entonces que Nicolás Maduro ya no es chavista?