Publicado en: El Universal México
Por: Brenda Estefan
Es oficial, Luiz Inácio Lula da Silva regresará a la presidencia de Brasil por un tercer mandato. Con una victoria más apretada de lo que hace unos días arrojaban las encuestas, el expresidente brasileño logró imponerse en la segunda vuelta de la elección presidencial llevada a cabo este domingo.
Pero más que la victoria de Lula, sorprende el altísimo porcentaje de votación que obtuvo su rival, el presidente Jair Bolsonaro quien perdió la elección por apenas 1.8 puntos porcentuales, equivalente a 2,139,369 de votos.
El pésimo resultado del gobierno del actual presidente de Brasil –uno de cada tres brasileños viviendo bajo el umbral de pobreza, negacionismo frente a la pandemia, 700,000 muertes por Covid-19, corrupción omnipresente y deforestación récord de la Amazonía brasileña– no fue suficiente para evitar que el bolsonarismo continue siendo omnipresente en la vida política brasileña. En las recientes elecciones, el Partido Liberal en el poder, se convirtió en el más representado en Congreso, pasando de 7 a 13 escaños en el Senado, que cuenta con 81 miembros; y de 76 a 99 escaños en la Cámara Baja integrada por 513 miembros. En un sistema político harto fragmentado, con 23 partidos representados en la próxima legislatura, los avances del Partido Liberal son relevantes.
Siendo Brasil un país federal, como México, los gobernadores poseen un peso importante. Aliados de Bolsonaro se hicieron del control de 14 de los 27 estados brasileños, entre los cuales se encuentran varios estados clave. Como es el caso de los tres más poblados: Minas Gerais, Rio de Janeiro y Sao Paulo. Este último responsable de un tercio de la riqueza económica producida en el país, con un producto interno bruto incluso superior al de Argentina.
Es evidente que Bolsonaro no perdió todo el pasado domingo y seguirá vigente en la política brasileña. Este caso inevitablemente evoca el de otros dos exdirigentes: Donald Trump en Estados Unidos y Benjamin Netanyahu en Israel e incluso al del actual presidente de México, López Obrador.
¿Cómo hacen estos personajes políticos para que sus escándalos y malos resultados no afecten su popularidad? ¿Qué tienen en común estos lideres que los convierte en escurridizos delfines del poder?
Sin duda, la desinformación es una de sus armas principales. La “realidad alternativa” presentada por Trump o “los otros datos” de López Obrador tienen el mismo tinte. Una mentira repetida ad nauseam desde el pulpito presidencial y que encuentra importantes cajas de resonancia en las redes sociales. Otra es la ciega adhesión de su núcleo duro de simpatizantes, que se siente representado en el discurso “anti-sistema” y en mensajes sencillos que reflejan la problemática real que ellos viven. Y por último, la polarización, estos personajes se alimentan de la división social y por tanto la alimentan con el continuo mensaje de “ellos contra nosotros”, “buenos y malos”, “fifis y chairos”. Este discurso maniqueo asume que cualquiera que critique el proyecto político es un “traidor a la patria”, por lo tanto, la obediencia y lealtad irrestricta al líder se convierten en indispensables e incluso más deseables que la capacidad o la experiencia. Los movimientos políticos verticales, de un solo cabezal, son maquinarias que multiplican la obediencia y suprimen el pensamiento crítico.
Las condiciones estructurales que en un primer momento permitieron la llegada al poder de Bolsonaro, Trump, Netanyahu o López Obrador persisten y por tanto su mensaje sigue calando hondo. Los cuatro han desarrollado una relación casi mística con su base política.
Los israelíes acudirán hoy a las urnas en las quintas elecciones legislativas en tres años y medio. Una vez más, la pregunta que se harán frente a la urna es si votar a favor o en contra de “Bibi” el sobrenombre de Netanyahu. El controversial ex primer ministro israelí atraviesa un proceso judicial por corrupción, fraudes y abuso de poder, pero a su base electoral esto no le interesa, su fe en él es inquebrantable, incluso a pesar de que para librarse de las acusaciones Bibi esté dispuesto a aliarse con la extrema derecha israelí.
En Estados Unidos, el próximo martes 8 de noviembre, se llevarán a cabo las elecciones intermedias que darán forma a la nueva integración del Congreso. Trump no estará en la boleta, pero se ha convertido en la mano que mece al Partido Republicano, el ala conservadora, casi obscurantista, ha ganado importancia y parte de las decisiones futuras de Washington se encuentran entre las manos de quienes creen que la tierra es plana, que el hombre no ha llegado a la luna y que Joe Biden le robó la pasada elección a Trump.
México está aún a dos años de las elecciones presidenciales, pero los altos niveles de popularidad de López Obrador a pesar de su nefasto gobierno, en medio de un ambiente de desinformación constante, ataques a la democracia y polarización social, no ocultan las similitudes con los otros casos.
La historia reciente muestra que este tipo de liderazgo populista, ya sea de izquierda o derecha, sin apego a la ciencia ni a las instituciones democráticas de un país, termina por traer peores condiciones de vida para la población. Que, a pesar de ello, estos personajes sigan siendo la principal opción política para importantes sectores de la población, constituye sin duda un significativo desafío para las democracias modernas.