Publicado en: El Espectador
Por: Andrés Hoyos
El domingo 7 de mayo, Chile dio un viraje drástico a la derecha, que implicó para Gabriel Boric un aparatoso estrellón. José Antonio Kast, el candidato que perdió el balotaje, ese día salió de gran ganador. Circuló un meme gracioso, que define muy bien lo que le sucedió al gobierno: “Perdieron en todes lades. Qué pene tan grande”. Kast parece ser de la línea Thatcher, no Le Pen. O sea, un hombre claramente a la derecha, mas no un racista.
¿Qué viene? Kast de seguro sacará a relucir una necesaria astucia, de suerte que su grupo presente una Constitución moderada, con puertas abiertas, aunque sin todo resuelto, un pelín más progresista que la actual. Es casi de rigor que, tras su demostración de fuerza electoral, el Partido Republicano se modere. Por si acaso, no van a perder votos a la derecha porque, ¿adónde irían estos a parar? Un ejemplo serían las normas sobre el aborto. Los republicanos desde luego que no pueden firmar algo que implique el aborto libre, pero sí una Constitución que deje abierta la posibilidad de decretar eso cuando haya unas mayorías que lo impongan. ¿Qué más queda descartado? A la basura irán a parar las obsesiones de la izquierda refundacional: el animalismo, el indigenismo y el feminismo radicales, entre otros temas centrados en la ideología de las identidades. Subsistirá la preocupación por el medio ambiente. Ah, y ni hablar de acabar con el Senado. Tampoco va la idea latente de desmontar el sistema capitalista, según la cual el Estado debe hacerse cargo incluso de actividades en las cuales los privados lo hacen mejor. Podría haber políticas en paralelo. En lo laboral, ojalá sean sensatos y opten por una salida a la danesa de otorgar beneficios laborales de varios calibres, pero no pagados por los empresarios sino por vía de impuestos. De ahí que la reforma tributaria venga más o menos ya. En contraste, un cambio radical en pensiones no se ve muy probable, así a Boric le encante.
Hay algo que se debe entender: la nueva Constitución saldrá a plebiscito en diciembre, de suerte que Kast y los republicanos deben proponer una que sea aprobada. Lo contrario les dañaría el caminado. El régimen lo sabe, así que exigirá mucho a cambio de su relativa moderación. Sin embargo, “me cuesta imaginar al presidente Boric encabezando una campaña por el rechazo a una nueva Constitución y exponiéndose a una tercera derrota”, como dice el expresidente de la Cámara de Diputados, Jorge Schaulsohn. En todo caso, quienes deciden son los votantes, no los políticos.
De ambos lados se juega mucho en el tema de la seguridad, que resultó crucial en las recientes elecciones, así en sentido estricto no dependa de los incisos de la Constitución. Claro, una cosa es que en ella figure la necesaria protección de los pueblos originarios; otra que estos puedan imponer su agenda a la brava. Por ejemplo, hubo lugares con abundante población mapuche donde los republicanos sacaron más del 60% de los votos, pues estos grupos tenían la idea de que en esos territorios donde hacen presencia regían sus reglas, no las leyes del país.
Lo otro que vendrá sí o sí son las consolidaciones políticas. Un sistema político con 21 partidos es inviable. La izquierda, por graves excesos de celo en las ideas, tiene una suerte de socialdemocracia fracturada.
En fin, si Kast y los republicanos sacan adelante una Constitución viable, él será con mucha ventaja el candidato a vencer en las próximas elecciones presidenciales.