La complejidad de los conflictos y la búsqueda urgente de paz en un mundo dividido. Reflexiones profundas sobre la violencia y la necesidad de un cambio.
Publicado en: La Lista
Por: José Ignacio Rasso
Se lo ganó. Si te llevas, te aguantas. Si me gritas, te grito más fuerte. Si me pegas, te pego. Si queman una figura de papel de la ministra Piña, quemo una piñata de López Obrador. Si matas mil doscientos inocentes, bombardeo colonias enteras de inocentes. El que a hierro mata, a hierro muere.
¿Quién empezó el conflicto? ¿Cómo detener una bola de nieve que crece de sangre?
¿Quiénes fueron los que cruzaron la raya, los provocadores, los primeros en lanzar la piedra?
El problema está en que, si haces las mismas preguntas en los distintos bandos, cada uno señalará al otro de haber empezado todo. El culpable está del otro lado, la razón la tengo yo.
En el extremo de esas diferencias el terror espera paciente para embestir con fuerza y desencadenar la barbarie entre nosotros. Puede ser un insulto en la calle, una pancarta en una manifestación, la irracionalidad de un acto terrorista o la soberbia de quienes se asumen superiores y poseedores de la verdad absoluta.
No importa a qué lado pertenezcas o con quiénes te identifiques, muchos guardan por años la justificación de su venganza y tienen el gatillo preparado antes de recibir el ataque. Vivimos en una sociedad violenta.
¿Qué fue primero, el huevo o la gallina, la quema de la figura de la ministra o los argumentos que encontraron los obradoristas para hacerlo? ¿Israel o Palestina?
Más allá de las justificaciones, de rechazar tajantemente el terrorismo, de la complejidad y diferencias que cada uno tenga para sentenciar, apoyar o matizar lo que pasa, la humanidad pierde y el ciclo de violencia toma más fuerza.
Gritos con gritos y nos quedaremos sordos. Cerillo por cerillo y nos quemaremos todos. Ojo por ojo y quedaremos ciegos.
¿Será desproporcionado comparar la quema de las figuras de personajes políticos en México con lo sucedido en Medio Oriente?
Sí, pero el odio se va colando en la sociedad todos los días esperando una chispa de la mano de un desquiciado para encenderse con tal fuerza que lo que venga después deje heridas abiertas por generaciones.
Porque los conflictos entre personas, países o religiones que no se resuelven en su momento, con el paso de los años se van enredando como serpientes, haciendo nudos en todas direcciones y esperando el instante preciso en el que puedan clavar sus colmillos con todo el veneno que guardan.
Por eso creo que, si lo que queremos es construir la paz, quizás habremos de sacrificar nuestras revanchas. Detener el contrataque desproporcionado, perseguir a los terroristas en todas partes, llevar a la justicia a los responsables y dejar a un lado a los inocentes. Subrayo: Perseguir a los terroristas en todas partes y dejar en paz a los civiles inocentes.
Seguramente dirán que quién soy yo para sugerir tan utópica solución, quién soy yo que no he sufrido un acto terrorista para hablar de mesura, quién soy yo escribiendo desde un lugar seguro y bajo el privilegio de no tener venganzas por cumplir, si quién soy yo.
Quienes me critiquen quizás tendrán razón en señalarme, las utopías son inalcanzables, pero que no se nos olvide que, aquellos que no lo intentan, quedarán mucho más lejos de alcanzarlas.
Porque si nos estancamos en la guerra y no buscamos construir la paz, nos veremos sentenciados a sufrir un remolino de revanchas infinitas.