Publicado en: El Espectador
Por: Andrés Hoyos
Entramos en la cuarta semana de paro y movilización popular, tras un fin de semana de conciertos multitudinarios, sobre todo en Bogotá. Por ninguna parte se vislumbra una solución perdurable. Hay animadversión para rato en Colombia, si bien dudo mucho de que se desate la revolución que vaticina por ahí un cabecicaliente. Una ídem tiene siempre un componente muy violento, algo que hoy aquí sería en extremo improbable. Con haberse dado una destrucción mucho más grave en Chile, allá tampoco hay una revolución ni parece que la habrá. Mejor. Revoluciones de este tipo no suelen conducir a nada bueno.
Tampoco se ve venir ningún acuerdo. La perspectiva de lograr uno es hoy irreal. El pliego de 13 puntos, ya imposible, ¡pasó a 18! El año pasado las mayorías, usualmente pasivas el resto del tiempo, eligieron gobierno. Este año unas minorías muy grandes y activas quieren un programa distinto, aunque no se ponen de acuerdo en qué consiste. La palabra clave es “no”. Negarse a las reformas en un país tan inequitativo como Colombia es un inmenso contrasentido. Sin embargo, por cada propuesta concreta hay cuatro cosas que piden no hacer.
El Gobierno, morrongo, va lento a pesar de que aquí y allá ha planteado cosas viables. Por ejemplo, Generación E, con ser una propuesta menos vistosa y rimbombante que Ser Pilo Paga, es audaz y valiosa. Se le va a invertir bastante dinero. ¿Que podría ser más y tener componentes más variados? Sí, podría ser más y podría tener componentes más variados. También está el informe de la Misión de Sabios, un buen resultado que ojalá se implemente. Sin embargo, Duque está aprovechando para pasar una reforma fiscal a su medida, que se parece a las otras muchas que se han hecho en Colombia en el pasado y que no reestructurará realmente la economía del país ni promete volverlo más justo. El régimen laboral, con sus distorsiones, seguirá más o menos igual, entre otras cosas porque no hay un consenso sobre los cambios que se requieren, ni en el lado del establecimiento ni en los lados opuestos a él, que quieren beneficios sin costos ni obligaciones, algo que no funciona en ninguna parte del mundo.
¿Y el resto del establecimiento, por ejemplo, el Congreso? Perdido en la manigua, como si la movilización no fuera con ellos. Seamos claros, aquí la política no funciona y los partidos no convencen. Claro, ni hablar de gobernar a punta de manifestaciones y cacerolazos porque no se saca nada concreto de una aglomeración. Las movilizaciones sirven, sí, para decir “no estamos conformes”, pero no para decir “nos conformaríamos con A o con B”.
La actual violencia, con ser menor que la mexicana, está muy por encima de lo aceptable para poder hablar de convivencia y no cede porque hay varios factores que la alimentan. Muchos paras, reciclados tras pasar unas vacaciones en Estados Unidos, están volviendo por lo que consideran suyo. Los narcos, un forúnculo en el ídem, hacen lo que les apetece en ciertas zonas. Los hay mexicanos, así que ni modos de convencerlos de nada. ¿Y la prohibición? Ahí tranquila, haciendo daño, gracias.
¿Vamos a terminar con “mejores políticas públicas”, como promete Diego Molano? No es imposible, tampoco es probable. En fin, viene un mes de vacaciones muy intranquilas. A lo mejor son las que nos merecemos los colombianos. Después llegará un año intranquilo. No se ven salidas.
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