Francia y Estados Unidos viven preocupantes sismos políticos. El Presidente francés, Emmanuel Macron, tomó una decisión arriesgada al disolver la Asamblea Nacional y convocar a comicios legislativos anticipados tras los malos resultados de su partido en las elecciones al Parlamento Europeo. La apuesta fracasó. Los resultados de la primera vuelta no sólo representaron un ascenso de la extrema derecha, sino un verdadero tsunami. Como predecían las encuestas, la extrema derecha es hoy la fuerza política dominante en Francia y, por primera vez en la historia, podría alcanzar el poder a través de las urnas.
Publicado en: Reforma
Por: Brenda Estefan
La distancia que separa a la extrema derecha del poder en Francia es cada vez menor. Entre las elecciones legislativas de 2022 y las de este domingo, Agrupación Nacional creció 15 puntos porcentuales. Es inevitable preguntarse cómo es que el país de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad se encuentra al borde de elegir a un partido cuyo ADN político es antiinmigrante y promueve la división. Como en otros países, la extrema derecha ha logrado capitalizar el descontento social. Muchos de los votos de enojo e identidad están motivados por razones económicas. Las amplias clases medias francesas viven una pérdida de poder adquisitivo, sienten que sus condiciones de vida son peores que las de sus padres y que las diferencias con los pobres son cada vez menores. Además, aunque la teoría del «Gran Reemplazo» -que sostiene que las poblaciones blancas están siendo demográficamente reemplazadas por poblaciones no blancas- está lejos de ser realidad, algunos sectores de la sociedad no se sienten cómodos con una Francia cada vez menos parecida a su idea tradicional de la nación.
¿Será que Francia ha llegado a su momento populista, similar al que vivieron Estados Unidos y el Reino Unido hace casi una década con Trump y el Brexit?
En Estados Unidos, la apuesta de Joe Biden de aceptar un debate presidencial adelantado con la idea de movilizar al electorado demócrata y presentar la elección como una disyuntiva entre dos proyectos políticos diametralmente opuestos también fue un fracaso. El Partido Demócrata vio su peor pesadilla hecha realidad, y el pánico se apoderó de sus filas al confrontarse con la ineludible condición de un candidato de 81 años que claramente ha perdido capacidades cognitivas y no tiene la energía requerida para liderar los destinos de la mayor potencia global.
El equipo de Biden argumenta que los Presidentes que buscan la reelección no suelen tener un buen desempeño en su primer debate, lo cual es cierto, pero esta situación va más allá de un mal desempeño; se trata de cuestionar si Biden está en condiciones de dirigir el país. El debate y sus clips difundidos en redes sociales fueron vistos por millones de personas, y la mancha será indeleble. Hoy la pregunta de si Biden debería continuar como candidato está al centro del debate público.
¿Está todo decidido? No. En estricta teoría, Biden aún podría ganar la elección, aunque el debate parece haberle complicado las cosas. Además, los demócratas todavía tienen la posibilidad de cambiar de candidato. Aunque esto es deseable, es innegable que generaría incertidumbre y complicaciones políticas y logísticas. Mientras, en Francia los resultados posibles son la «cohabitación» de un Gobierno de extrema derecha con un Presidente, Macron, de otro partido político, o bien la ingobernabilidad en la cual ningún partido logre la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, y cuyos bloques mayoritarios sean extremos.
Los escenarios para los demócratas en Estados Unidos y para el macronismo en Francia van de malos a pésimos, y las implicaciones van mucho más allá de las fronteras de sus países. Se trata de dos de los cinco países que tienen un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, dos potencias nucleares y dos actores geopolíticos clave. El orden liberal occidental podría sufrir duros golpes si se concreta un Gobierno de Agrupación Nacional en Francia y un regreso de Trump a la Casa Blanca.