Publicado en: El Universal
Por: Brenda Estefan
Las imágenes del dirigible chino sobrevolando Estados Unidos y su destrucción el sábado por un avión de combate estadounidense circularon ampliamente en los sitios de noticias y las redes sociales. Las acusaciones entre las dos grandes potencias del siglo XXI no se hicieron esperar. Estados Unidos habló de un acto irresponsable por parte de China y de una violación inaceptable a la soberanía estadounidense. Pekín negó toda acusación de espionaje, aceptó que se trataba de un globo chino, pero insistió en que era de observación meteorológica. Y luego de que el globo fuera derribado, el Ministerio de Exteriores del gigante asiático acusó a Washington de haber reaccionado de manera excesiva y agregó que el país asiático se reservaba el derecho de responder -lo que sea que eso signifique-.
Es común el espionaje entre grandes potencias. No es nuevo para esos fines, el uso de satélites que permiten, por ejemplo, cartografiar las infraestructuras críticas, sitios militares, etcétera. También es cierto que en ocasiones se utilizan satélites de baja órbita, como podría haber sido este globo, que permiten fotografiar sitios militares desde un ángulo más cercano y obtener más detalle y precisión sobre algunos equipos militares. Sin embargo, si bien el globo chino sobrevoló al menos dos estados con sitios de lanzamiento de misiles del ejército estadounidense: Montana e Idaho, evidentemente, lo relevante en este caso no es el globo en sí, sino lo que este representa. Más allá de lo que se descubra con el análisis de los restos en Carolina del Sur, el dirigible chino no constituía en sí mismo una amenaza inminente para Estados Unidos, de hecho, no pinta si se compara con los arsenales de los dos países. Pero a los ojos de los estadounidenses este globo es el símbolo de la «amenaza china», de la que escuchan hablar todo el día. Esta amenaza era hasta ahora abstracta o lejana, alrededor de Taiwán, vía TikTok o en el mercado de semiconductores: ahora tiene un rostro claro, en la forma de este globo que apareció en el cielo del país de las barras y las estrellas.
Esto no es cosa menor si consideramos que, de acuerdo con el centro de investigación Pew, más de seis de cada diez estadounidenses perciben el poder e influencia de China (67 %) como una amenaza que afecta el bienestar de los Estados Unidos. Por ello el episodio de los recientes días contribuyó a exacerbar el sentimiento anti-China en la clase política de la mayor potencia global.
La de por sí tensa relación bilateral, vuelve a sufrir un momento álgido, que no veíamos desde al menos el verano del año pasado con la visita de Nancy Pelosi a Taiwán, y tendrá consecuencias en la política interior estadounidense. Biden se vio obligado a modificar su discurso de este martes por la noche sobre el “Estado de la Unión”, frente al Congreso estadounidense. Los republicanos han aprovechado el tema del globo chino para criticar la toma de decisiones de la administración Biden. Mitch Mc Conell, representante de los republicanos en el Senado, ironizó “Derribar el globo en el Mar Atlántico, es como taclear un atacante en un campo de fútbol americano después del fin del partido”. El reto de quienes escriben el discurso anual que Biden pronunciará esta noche, y que es fundamental en la vida política washingtoniana, será convencer de que la respuesta de la Casa Blanca fue firme y que este evento no muestra vulnerabilidad en la seguridad nacional de Estados Unidos.
Pero también habrá consecuencias internacionales. El Secretario de Estado, Anthony Blinken, debía estar hoy en Pekín, de acuerdo a lo que se decidió cuando Joe Biden y Xi Jinping se reunieron al margen del G20 en Bali en noviembre, pero la visita ha sido cancelada. Se trataba de la primera vez, desde 2018, que un Secretario de Estado estadounidense visitaría territorio chino, y si bien el objetivo no era reconciliar puntos de vista sino apenas aprender a manejar los desacuerdos y la rivalidad entre las dos grandes potencias, el tema no es menor.
El riesgo hoy es prolongar el nerviosismo en las relaciones entre China y Estados Unidos, alimentado por las continuas acusaciones, sospechas y amenazas entre ambos países, en torno a una gran variedad de temas, como la guerra en Ucrania, la amenaza de invasión a Taiwán, la tensión en el Mar de China meridional, y las tensiones comerciales y tecnológicas. A lo que ahora habrá que agregar el incidente del globo.
La razón y el interés general deberían conducir a la reanudación del diálogo entre estas potencias rivales, pero el clima en Washington en torno a China se ha endurecido y parece que las esperanzas de que se calmen las aguas se alejan. El episodio del globo chino muestra los riesgos de este clima bilateral deletéreo.