Lula da Silva y otros aliados regionales del chavismo se empecinan en reclamar unas actas electorales que ya son públicas. Pero los hombres fuertes que sostienen al régimen ya se pronunciaron
Publicado en: Infobae
Desde tiempos de Hugo Chávez, el movimiento populista que gobernó Venezuela a golpe de petróleo, narcotráfico, oro, persecución política, torturas y corrupción estructural consolidó amistades y sociedades en América Latina y en el mundo. Algunos de esos acercamientos fueron barnizados con una delgada lámina ideológica para disimular negociados y tratados subterráneos. Pero los hubo también más orgánicos, fundacionales y duraderos.
Entre los gobiernos que se acercaron a Chávez -y después comulgaron de la mano de su heredero Nicolás Maduro– figuran especialmente el de Evo Morales en Bolivia, las administraciones de Néstor y Cristina Kirchner en Argentina, el de Lula da Silva y Dilma Rousseff en Brasil y el de Rafael Correa en Ecuador. Las motivaciones para estos acercamientos fueron múltiples y la mayoría de esos estímulos permanecen silenciados.
El apogeo de esa asociación disruptiva tuvo su día: el 4 de noviembre de 2005 en la ciudad de Mar del Plata, provincia de Buenos Aires, un eufórico Chávez puso bajo su manto a diferentes presidentes regionales para decirle no al ALCA, el Área de Libre Comercio de las Américas. Consistía en una oportunidad histórica para que la región pudiera comerciar con Canadá y Estados Unidos libremente. México luego lo haría por su cuenta: los números le siguen dando la razón.
Detrás de este nuevo armado latinoamericano estaba la marca de Fidel Castro quien vio una hendija ideal para influir abiertamente en la región. El entonces dictador cubano se apoderó del chavismo y de sus principales estructuras. Infiltró cada una de ellas con personal de inteligencia, pero sobre todo una: las fuerzas armadas bolivarianas. Desde los inicios del mandato de Chávez, Cuba es el verdadero cerebro detrás de cada uno de los pasos del régimen venezolano.
La dictadura de La Habana es algo más que un aliado. Es un tutor y un mentor. Se apropia de la generosidad de los recursos naturales de Venezuela, pero también de su arquitectura política y militar. La isla es, además, la base desde donde van y vienen funcionarios chinos, iraníes y rusos.
Es imposible escindir Venezuela de Cuba, Rusia, China e Irán. Los cuatro países fueron solícitos en reconocer rápidamente el fraudulento triunfo electoral de Maduro el pasado 28 de julio. Ni siquiera ensayan el pedido de “las actas” para validar al dictador. Documentos que, por otra parte, ya fueron hechos públicos por el equipo de Edmundo González Urrutia y María Corina Machado.
¿Qué piden en verdad Lula y los antiguos aliados chavistas cuando se refieren a las actas? ¿Tiempo? ¿Una falsa prueba de vida de unas elecciones que ya fueron aniquiladas? ¿O algo que deje tranquilas sus conciencias al mostrar que hicieron todo lo posible por defender la democracia venezolana? De nuevo: las actas ya fueron presentadas y la transición –esa difícil de imaginar– debería haber comenzado.
Minutos después de que Elvis Amoroso, presidente del Consejo Nacional Electoral (CNE) chavista anunciara los ficticios datos de la elección presidencial que promulgaba a Maduro, Infobae publicó las cuatro razones básicas que explicaban el porqué del fraude más colosal y tosco de la historia de América Latina. Asuntos internos clave para entender las razones de una estructura empapada de corrupción en cada uno de sus rincones no podía perder el control estatal y paraestatal de la nación.
Pero los verdaderos jugadores también habían plantado bandera: Cuba, Rusia, China e Irán -más otros satélites con poca relevancia- apoyarían de inmediato y sin dudar el grotesco electoral para mantener a Maduro en el Palacio de Miraflores.
Es tal la influencia de estos regímenes en Venezuela que Vladimir Putin llegó a avisar en enero de 2022 que utilizaría el país para instalar una base militar y desplegar tropas en caso de verse amenazado por Estados Unidos. Lejos de poner el grito en el cielo, el general en jefe Vladimir Padrino López –Zamuro, de acuerdo al nombre en clave que usaba para conversar con Washington en tiempos de Donald Trump– confirmó entusiasmado esta posibilidad.
Esta libre disponibilidad militar que tiene el Kremlin en la tierra de Simón Bolívar es estratégica para Putin. Sabe que en caso de un conflicto a gran escala mundial contaría con Maduro y su organigrama castrense para lo que quiera. Dispondría del país como ya lo hace con, por ejemplo, Bielorrusia o Siria. Pero además sus intereses son también económicos: la extracción monumental que realiza en diversas zonas mineras del país.
Como con Bashar Al Assad en Siria, Rusia no dejará tan fácilmente a Maduro en Venezuela. Ni siquiera por unos millones de votos o un baño de sangre.
Irán es otro de los grandes interesados en que el heredero de Chávez se mantenga en lo más alto de Miraflores. Además de utilizar a Venezuela como centro de expansión de Hezbollah -el grupo terrorista libanés que Teherán usa para sus operaciones en el exterior- dándole pasaportes falsos y facilitando su logística, la teocracia proporcionó al dictador venezolano la posibilidad de continuar traficando petróleo con buques fantasmas pese a las sanciones internacionales.
Los misteriosos vuelos que unen ambas capitales continúan. Es imposible conseguir un ticket aunque vayan siempre vacíos. ¿Qué carga transportan en su interior? En algunas ocasiones fueron completados, desde Irán hacia Venezuela, con personal y material militar. Pero la mayoría de las veces se carga con otros materiales o sustancias. Nadie imagina que esos trayectos continúen si González Urrutia asume la presidencia.
China también tiene intereses arraigados en tierra chavista. Desde allí tendió puentes políticos, financieros y económicos a toda la región. Pero ofrece otros servicios a la dictadura a cambio de la explotación sin control de sus recursos naturales. Además de los préstamos, las promesas de inversión y el apoyo político, el Partido Comunista Chino (PCC) contribuye en otras áreas. Por ejemplo, la tecnología que el Centro de Innovación en Ciberseguridad (CIC) de Beijing proporciona a Caracas le permite a Maduro tener un control absoluto de las comunicaciones no sólo de sus oponentes políticos, sino de su propio círculo.
Este lunes, el dictador fue algo menos sofisticado en términos tecnológicos al declararle la guerra a WhatsApp. “¡Fuera WhatsApp de Venezuela!”, gruñó. Luego dijo que desinstaló la aplicación de mensajería instantánea de su teléfono móvil. ¿Evaluará bloquearla en todo el país? Maduro mantiene una cruzada contra Elon Musk que parece haber expandido a Mark Zuckerberg.
Es que después del megafraude, de la cacería política a opositores y de la sangrienta represión con 23 muertos en ocho días, Venezuela y el régimen comenzarán a experimentar una purga interna monumental. La dictadura apuntará a aquellos que en las últimas semanas vacilaron más de la cuenta: desde funcionarios del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), pasando por gobernadores, hasta militares (sobre todo, militares) que coquetearon con la posibilidad de iniciar una transición y desoír a los generales al mando.
Es difícil de creer que Lula, Petro o AMLO -presidentes experimentados con pocos matices de inocencia en sus genes- ignoren este panorama más profundo de la realidad venezolana. Y resulta aún más inverosímil que tanto ellos -como otros líderes regionales- pidan abiertamente unas actas que ya fueron presentadas con lujo de detalles por la oposición. Tal vez esperan un milagro digital, una aparición inesperada o simplemente que Maduro no revele pecados que tiene guardados.