Por: Lesly Sara Simon
Why? ¿Por qué?
El pasado 14 de diciembre, vi un documental sobre la masacre del 7 de octubre en Israel, y desde entonces he experimentado un torbellino de emociones. Al salir de allí, me sentí completamente devastada a nivel moral y emocional. Siguiendo el consejo de la psicóloga clínica y especialista en trauma, Edith Shiro, respiré profundamente, escuché música, y traté de conectarme con mi esencia como ser humano.
Me senté en el carro, lloré, lloré, y lloré (como lo hago ahora al escribir estas líneas). Luego puse música a todo volumen y me sumergí en la alegría de recibir en el aeropuerto a mi sobrino, a quien no veíamos desde hacía cuatro años. Íbamos a darle la sorpresa a su mamá (mi hermana) y a su abuela (la Aia), quienes también llevaban el mismo tiempo sin verlo. Desde ese momento, comencé a evitar todo lo que tuviera que ver con la Guerra, así como he intentado sacar esas imágenes atroces de mi cabeza, pero una en particular persiste: la de un niño que, junto a su hermano, presenció cómo asesinaron a su padre, tirándose y golpeando el suelo gritaba «Why? Why?” y me pregunto lo mismo: Why? (¿Por qué?)
¿Cómo llegaron unos seres humanos a la deshumanización que les permite cometer atrocidades como las que yo presencié en ese video? ¿Cómo es posible que las instituciones destinadas a proteger a civiles inocentes, especialmente a los niños, permitan que los utilicen como escudos humanos y los adoctrinen en el odio? ¿Por qué las instituciones y las organizaciones feministas no han levantado su voz enérgicamente contra las violaciones sufridas por cientos de mujeres el 7 de octubre? ¿Cómo la Cruz Roja solo se convirtió en un medio de transporte para los secuestrados que fueron liberados? ¿Será que los que vandalizan monumentos y agreden a judíos por el solo hecho de serlo van a lograr una Palestina libre? ¿Será que los que participan en las manifestaciones llevando banderas LGBTQ+ entienden que en Gaza no podrían vivir libremente? No hay respuestas.
Me sentía honrada cada vez que tenía el privilegio de ser invitada a la ONU, la Unesco, o Unicef, así como admiraba a Save the Children. En un evento de la ONU le hice saber a Carolyn Miles, la entonces Presidente de Save the Children, mi admiración. Por cierto, el evento se realizaba en las instalaciones del Centro Judío 92Y en Nueva York, irónico verdad? Hoy, siento vergüenza y me pregunto ¿qué están haciendo para proteger el futuro de esos niños palestinos, quienes continúan siendo utilizados para odiarnos y, más allá, odiar al mundo? ¿Qué están haciendo por los niños en Israel que deben vivir con el terror de ser atacados o cuando deben correr a
los refugios para salvarse de las constantes bombas? y hoy, ¿qué están haciendo por los más de 100 inocentes que aún se mantienen secuestrados?
Mi preocupación con los niños palestinos es que una vez que inculcas odio en un niño, este odia a todos porque su esencia como ser humano se pierde. ¿Qué están haciendo estas instituciones para proteger a la humanidad? Más allá de ellas, en las que ya no Confío, la pregunta es: ¿qué estamos haciendo nosotros como seres humanos? Creo que la respuesta reside en lo que cada uno de nosotros puede hacer para erradicar el odio en nuestro propio entorno. No puedo darle una respuesta al niño que gritaba «Why?” pero puedo comprometerme a hacer todo lo que esté en mis manos para ofrecer un mundo más justo y tolerante. En este camino, la humildad se vuelve esencial, recordándonos que todos somos parte de un tejido humano complejo y frágil.
Es vital comprender que odiar a un pueblo por las acciones de sus políticos es tan injusto como odiar a un ruso por las acciones de Putin. Es importante reconocer que no se puede generalizar ni culpar a todos los musulmanes por las acciones de un grupo específico, como H4m4s. La diversidad de opiniones, creencias, y comportamientos dentro de cualquier grupo religioso o étnico es significativa. Cada individuo es responsable de sus propias acciones, y el respeto mutuo y la comprensión son fundamentales para fomentar la paz y la armonía entre comunidades, así como merece ser juzgado por sus propias acciones, no por las de otros. Promover esta comprensión puede ser un paso fundamental hacia un mundo más tolerante y compasivo.
En medio de las sombras y la desesperación, quiero destacar que mantengo mi fe en la humanidad. A pesar de los horrores presenciados y las preguntas sin respuestas, creo firmemente que no todo está perdido. Existen cientos de individuos e instituciones que están trabajando incansablemente para construir un mundo más justo y tolerante. Son estos esfuerzos los que me inspiran a comprometerme aún más en la búsqueda de la compasión y la empatía. En colaboración con aquellos que comparten esta visión,
confío en que podemos marcar la diferencia y superar las barreras que nos separan.
Aunque siento dolor y miedo, no puedo permitir que me paralicen. Todos tenemos una responsabilidad moral con todos, y el amor y la humildad nos guiarán en este viaje hacia un mundo más compasivo.
En resumen, soy una judía venezolana que siente un profundo dolor por Israel, por Venezuela, y el mundo. Mi corazón late sin distinciones, y he tenido el privilegio de llegar a lugares donde la necesidad es palpable, pero creo firmemente en la capacidad transformadora de una simple sonrisa y abrazo la responsabilidad de compartir compasión en cada rincón que pueda alcanzar así como vivir por los que se fueron, por los que hoy sufren y por mí. Es una invitación a que juntos construyamos un mundo donde la empatía y el amor trasciendan cualquier barrera.
Am Israel Chai.
#bringthemhomeknow
Miami, Enero 14, 2024
Un comentario
Muy sentidas palabras. Conmueve tu sensibilidad frente a hechos tan atroces. Felicitaciones.