Publicado en El Espectador
Por: Andrés Hoyos
…Convulsiona. Cayó en una trampa inventada por Lenin hace cien años. El método, apto para adelantar causas fanáticas, es muy eficaz y consiste en jugar a las concesiones sucesivas. Obtenida una, se procede a pedir la siguiente agudizando así las contradicciones de forma progresiva hasta desembocar en una gran crisis. En ese momento la doctrina leninista aconseja recurrir a la fuerza, según procedió el inventor del método en octubre de 1917: “Todo el poder para los sóviets”. En Cataluña falta dar, claro, este paso final, aunque la crisis desatada con el referendo realizado a la brava del 1 de octubre parece tener poca reversa.
El establecimiento político español, como un todo, ha cometido durante décadas un error básico al no entender que la única vía para frenar el leninismo de los independentistas es ganándoles un referendo definitivo. Claro, podría perderse, en cuyo caso la secesión también sería definitiva. Es el riesgo que tomó y superó Canadá. Allí los independentistas, que perdieron dos referendos, querían repetirlos un día sí y otro también, pero los frenaron y hoy están derrotados.
En Cataluña uno oye todo el tiempo que España les está robando y que con la independencia vendrían ríos de leche y miel. Se trata de un engaño por el estilo del Brexit; los análisis serios que he leído hablan de que Cataluña pierde yéndose, solo que para los fanáticos causar daño económico nunca ha sido un obstáculo importante. Otro cantar es saber qué piensa y qué decide la gente de a pie, cuyo bolsillo sufriría.
Me parece más que legítimo que España se la ponga muy difícil a Cataluña para independizarse; no que lo impida a la fuerza. Muy en particular debería quedar claro que la independencia le saldría cara al nuevo Estado catalán: además de repartir la deuda pública y otros costos actuales, los catalanes tendrían que pagar una indemnización cuantiosa por el daño causado a España con su salida. Esta es la forma no guerrera de resolver el lío: poniendo los costos en blanco y negro. ¿Aun así quieres irte? Pues ándate, pero no va a ser gratis, de modo que haz las cuentas primero.
¿Cómo plantear esta obligación financiera de manera creíble? Partiendo de que una Cataluña independiente no puede entrar a la U.E. sin el beneplácito de España. Cierto, esa Cataluña independiente no estaría obligada a indemnizar a España, pero también lo es que España no estaría obligada a levantar el veto de acceso de Cataluña a la U.E.
El voto en un referendo pactado a la canadiense tendrían que darlo unos ciudadanos informados de lo que les podría costar la aventura a la que les invitan los fanáticos. Participarían tanto los catalanes de nacimiento, como el resto de españoles que viven allí desde hace cierto tiempo. Si pese al alto costo Cataluña cree que gana yéndose, pues se irá.
Por último, Puigdemont cometería el error de su vida declarando unilateralmente la independencia. Está tentado. Esto porque ningún país del mundo permite una secesión unilateral de una parte de su territorio sin reaccionar con fuerza. Dicho de otro modo, ante una declaratoria unilateral de independencia la represión de Rajoy estaría justificada.
Si al final se disipa la amenaza secesionista por la vía de los referendos, incluso con la partida de alguien, España podría pactar un federalismo moderno.
P.S.: Hace cinco años escribí en estas páginas la siguiente columna sobre el mismo tema: http://bit.ly/2yjWHNR