In trusk we trust – Eugenio Tironi

Publicado en: El Mercurio

Por: Eugenio Tironi

¿Qué marcará el año que se inicia? El lanzamiento de un nuevo superhéroe de escala planetaria: “Trusk”, la figura creada de la fusión entre Donald Trump y Elon Musk.

Hay que decirlo: salir reelegido con tal holgura 4 años después de haber estimulado una insurrección, con banderas enteramente opuestas a las dominantes en las élites intelectuales, económicas y políticas, y con menos recursos económicos que su adversaria, es una hazaña histórica que no se logra explicar sin su amalgama con Musk. No es solamente un asunto de dinero, aunque también lo es; es una fusión simbólica, donde Trump y Musk son las dos caras de la medalla a la que el pueblo estadounidense entregó su confianza.

¿Cuánto de Trump hay en Musk, y cuánto de Musk hay en Trump?

Ninguno es un personaje simpático, ni se esfuerza por parecerlo. Ambos evitan ponerse al nivel de los restantes humanos; menos vivir como ellos. Son winners y se exhiben como tales. La humildad y la empatía no son lo suyo: las toman como signos de debilidad.

Son capaces de todo para no ser derrotados, o para recuperarse y cobrar venganza cuando lo fueron. Sus vínculos son utilitarios, nunca afectivos o románticos. Tienen cero consideración hacia sus colaboradores, amigos y parejas, a quienes pueden abandonar bruscamente ante cualquier señal de discrepancia o deslealtad.

Piensan en grande, lo quieren todo, y creen poderlo todo. La hybris, ese exceso de orgullo y desmesura, los atraviesa de pies a cabeza. Son monstruosos, y a la vez fascinantes.

A Trump el mundo lo conoce. Se sabe menos de su alter ego, el sudafricano Musk, con quien va a gobernar, al menos mientras ambos egos quepan en la misma sala.

Se sabe que es un genio de la programación, un adicto al riesgo, un explorador sin fronteras, un promotor de misiones imposibles, un trabajador infatigable, un líder en extremo exigente. En base a esto ha alcanzado un éxito sin igual con ofertas innovadoras en una amplia variedad de industrias. No lo moviliza el dinero, sino la lucha contra las fuerzas malignas que amenazan a la humanidad con la extinción, lo cual solo se puede evitar colonizando Marte.

Su vida personal va a la par con su mesianismo empresarial. Tiene opiniones y costumbres disruptivas y extremistas en todos los campos: reproducción humana, relaciones afectivas, envejecimiento, vida cívica, rol del Estado y la empresa. Muchas están en el extremo opuesto del votante republicano, pero poco importa: Trump las tolera y hasta aplaude.

Hay múltiples paralelos entre ambos. Sus vidas personales no pasarían el filtro del Catecismo ni del Manual de Carreño. Poco importa. Así como Trump aplastó al “buenismo” político y quebró con las reglas tradicionales de las campañas políticas, lo que lo puso en la Casa Blanca, Musk se ha vuelto el hombre más rico del planeta imponiéndose sobre el “buenismo” empresarial y rompiendo violentamente con cualquier versión de un capitalismo “humano” o “responsable”. Así como Trump desplazó del imaginario político el aura épica y poética de Barack Obama, con sus llamados a la integración y la esperanza, Musk desplazó del imaginario capitalista a Bill Gates y a su vocación de usar los recursos y la inteligencia del capitalismo para atacar la pobreza o revertir el calentamiento global. Para Musk, la solución pasa por colonizar Marte, para lo cual hay un solo medio: la selección de los mejores, el trabajo sin límites, la competencia a muerte.

Trump no habría ganado sin Musk. Él le dio cuerpo a la osadía, al triunfalismo, a las tareas imposibles, a los plazos inalcanzables, a las soluciones impensadas. En una era de superamenazas y de superhéroes, de monstruos y salvadores, Trump encontró en Musk al aliado perfecto para dar vida al Gladiador “Trusk”, el mesías de un nuevo ciclo no solo de los Estados Unidos, sino de toda la humanidad. La onda expansiva de la (contra)revolución cultural en marcha ya se observa en la sonrisa de un Putin y de otros émulos más próximos. Nos acompañará un buen rato.

 

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