El segundo piso propuesto por Claudia Sheinbaum representa no solamente un riesgo y un retroceso sino que significa la instauración de un régimen que solapa, premia y empodera el antivalor.
Publicado en: La Lista
Por: José Ignacio Rasso
La clase política ha cruzado tantas líneas que no debimos permitir nunca. El abuso ha sido una constante, la complicidad ha sido su código, el fuero su escape y la impunidad su respiro.
En el 2018 ese enojo colectivo se llevó a las urnas para castigar a los “viejos partidos” apostando por una opción que engañó a millones. Quienes creyeron que López Obrador iba a trazar nuevos límites de decencia y honestidad se equivocaron.
Hoy, el partido en el poder no solamente ha cruzado todas las líneas trazadas para buscar un camino democrático, sino que ha borrado las fronteras entre la legalidad y la ilegalidad. Se saltan la ley con descaro. Cambian el significado de las palabras a su antojo. Mienten compulsivamente y hacen del cinismo su timbre de orgullo.
El segundo piso propuesto por Claudia Sheinbaum representa no solamente un riesgo y un retroceso sino que significa la instauración de un régimen que solapa, premia y empodera el antivalor. Tomando solo un ejemplo, de los muchos que existen, quien retuvo el 10% del salario a los trabajadores de Texcoco se le premió con ser gobernadora del Estado de México.
Más allá de las distintas visiones que podemos tener sobre el futuro del país, las decisiones económicas, la incapacidad de sus funcionarios o los diferentes caminos para enfrentar una misma problemática, lo puesto en práctica durante estos 5 años es la normalización de la ilegalidad. Esto no es menor, es una sentencia de muerte para el tejido social que queremos construir.
Dejar pasar este momento y no hacer nada es permitir mentir “sinceramente”, es golpear, pero sin dejar marca, es robar solo un poquito, es aceptar que la corrupción son aportaciones y que la ley no es la ley.
No podemos permitir un tabulador de lo prohibido donde el engaño se deje pasar.
Es verdad que vivimos en un país donde muchos valores están escritos en arena y fácilmente se borran al paso de una marea de intereses y vientos de poder. No por nada el movimiento de regeneración nacional es cueva para chapulines de los partidos de oposición y se han llevado, como la resaca que regresa mar adentro recolectando toda clase de basura, a decenas de viejos políticos del PRI, PAN y PRD.
No podemos normalizar esa línea donde el reflejo parece ser la realidad y nuestras caras la imagen que desaparece. No debemos cruzar esa línea donde la tragedia es una estadística y la mentira un discurso que llena plazas.
Porque si seguimos callando y concediéndole espacio a la mentira, no tarda el mentiroso en empujar la línea unos metros más adelante hasta que la verdad no encuentre cabida y el antivalor se multiplique tranquilamente.