Publicad en: ABC
Por: Karina Sainz Borgo
Está de acuerdo conmigo Jesús García Calero en que la primera muerte ocurre en el lenguaje. No es extraña, aunque sí generosa, la alusión que el director de ABC Cultural hizo a tal idea en la Tercera dedicada esta semana a las opiniones de Luis García Montero sobre el director de la Real Academia de la Lengua, Santiago Muñoz Machado. Con esa tesis me presenté ante los lectores en un número dedicado a la Libertad durante la pandemia. En aquellos días de excepcionalidad, la única certeza que pude ofrecer, a manera de prudente recordatorio, fue esta: cuando una naturaleza autoritaria intenta imponerse sobre otra, lo primero a lo que recurre es al lenguaje.
Es posible patrullar el lenguaje, vigilarlo y someterlo. También vaciar de sentido las palabras y dotarlas de uno nuevo para así sacarles el filo y el jugo, porque no hay espacio de la vida al que no lleguen. Las palabras actúan como una fuerza de ocupación: convierten la convivencia en combate y nos entrenan para una batalla que irá librándose en el tiempo.
Justo porque la primera muerte ocurre en el lenguaje, acaban de soldados los poetas, o los poetas de soldados. José Martí, caído en la guerra de Cuba, sirvió a Fidel Castro para su Revolución y Leopoldo Lugones, fascinado con Mussolini, le preparó a Juan Domingo Perón una alfombra nacional donde lustrar sus botas.
Porque la primera muerte ocurre en el lenguaje acaban las palabras al servicio de dictadores y populistas. A cada ciudadano se le entrega un racimo de ellas para poner a circular una idea simple: la Real Academia Española es de quienes trabajan para los multimillonarios; la casta tiene privilegios; España nos roba… y como ésas, varias grageas con las que se conquista y se abona un territorio.
La guerra, en esta ocasión, es la propia lengua: la batalla por el español como cuartel general de identidades. Ya lo dijo Arturo Pérez- Reverte: esta gresca iniciada por Luis García Montero marca una ruta para colonizar la RAE. Es el viejo truco de echar mano de algún retablo de las Maravillas para poner una pica en los Jerónimos. El cheque en blanco de una reparación que en realidad significa revancha.
Con García Montero como director, el Cervantes instituye de todo menos la lengua. Lo que debía ser un espacio de amplitud se estrecha en categorías: los colonialismos; las lenguas indígenas y las cooficiales, y también el lenguaje inclusivo como coartada para separar a los que ya de por sí comparten un idioma.
Bajo esa lógica de la segregación, tocaría buscar bando entre los hablantes para reclamar una visión más legítima, más originaria, más pura y más salvadora que la otra. Entre medias, y mientras la pugna promete crecer, el español permanece como segunda lengua universal pero quinta en traducción, y Francia y Hungría nos sacan cada una dos premios Nobel de Literatura en menos de 25 años. Eso también significa. Y mucho.





