Publicado en: Informador México
Por: José Ignacio Rasso Ibarra
En la semifinal del mundial de México 1986, Diego Armando Maradona engañó al árbitro y metió un gol con la mano. Los más de cien mil asistentes al estadio Azteca tampoco se dieron cuenta. Todo fue muy rápido. El talento del astro argentino para estafar era igual de espectacular que su magia para hacer jugadas maravillosas.
En ese entonces no existían las repeticiones inmediatas ni la posibilidad de que el silbante revisara las jugadas polémicas una y otra vez hasta estar seguro de lo que debía marcar. Tenía que confiar en su juicio y en lo que podía ver. El gol contó, Argentina ganó el partido, Maradona calló, el público aplaudió, el mundo nombró la anotación como “la mano de dios”, los comentaristas argumentaron que se trataba de cosas del fútbol y la trampa ganó.
Hoy, en la cancha política, en la carrera por ganar las elecciones del 2024, Morena y sus aliados han decidido violar las leyes electorales sin pretender ocultar la mano. Lo hacen a la vista de todos, en cámara lenta, con miles de lentes como testigos, con grabaciones como evidencias y con la soberbia de quien se sabe intocable.
López Obrador y Mario Delgado, con el descaro que presumen los cínicos, cambian las palabras, una vez más, para legitimar la mentira: “No son precandidatos, son coordinadores nacionales de la defensa de la cuarta transformación”. La trampa.
Así, el desfile de impunidad marcha solapado por los que criticaron los mismos hechos en el pasado y frente a los ojos del árbitro electoral que solamente los ve pasar desde la tribuna. Un Instituto que quizás ha negociado silencio y permisividad con tal de tener “autonomía” y presupuesto. Espero equivocarme.
No hay forma de ocultar lo evidente. Las precampañas van con todo. Las llamadas corcholatas se vestirán con su mejor sonrisa estudiada, comerán tacos cuando estén los ciudadanos grabando “espontáneamente”, se pondrán una máscara de honestidad de los pueblos originarios cuando les convenga, bailarán con trajes folclóricos al son que dicte el presidente y recorrerán el país dejando una estela de cinismo que ensuciará el juego limpio.
Por su parte, la oposición se encuentra frente a una encrucijada: Si denuncian y no pasa nada, pierden terreno en la carrera electoral. Si se suman a la simulación y tratan de competir, validan el engaño.
El oficialismo hace trampa, la oposición los acusa. Si el INE no los castiga, los partidos opositores harán trampa. Si sus militantes y seguidores los apoyan, todos serán cómplices. Si todos normalizamos la trampa, el juego está perdido. Así la cuarta transformación de la vida pública de México.
Al final, Morena y quienes entren en este juego, se les desvanecerá el maquillaje con el que pretenden engañar a la ciudadanía y quedarán con la cara deslavada frente a la verdad. Porque no se trata de una jugada dudosa, son unos mentirosos y están violando la ley.
Es verdad que en el futbol existe la ley de la ventaja, la cual permite al árbitro dejar pasar una falta para beneficiar al equipo que tiene el balón y no cortar la jugada, pero en el caso de Morena y las precampañas para la presidencia, la ley de la ventaja se la están otorgando al infractor.
Si, hace 37 años se festejó la astucia de un futbolista, hoy me gustaría ver que el árbitro electoral hiciera sonar su silbato, que sacara las tarjetas, que cumpliera el reglamento y que la ciudadanía no se quedara como un espectador más mientras ve pasar la ola de engaños por todo el estadio.