No deja de sorprender la impermeabilidad que goza López Obrador ante los escándalos, las evidencias, la descomposición social y los fracasos.
Publicado en: La Lista
Por: José Ignacio Rasso
¿Cuántos gobiernos hubieran caído por el desabasto de medicinas, la falta de vacunas y la destrucción del sistema de salud?
¿Cuántos funcionarios habrían renunciado después de ser exhibidos en actos de corrupción y conflicto de intereses? ¿Cuántos estarían tras las rejas?
Si quieres no me contestes, vota.
¿Cuántas manifestaciones habrían convocado los más de 180 mil homicidios en lo que va de este sexenio?
¿Cuántas plazas se habrían llenado por los feminicidios, las desapariciones, las extorsiones, el ecocidio de la selva maya, la militarización y la violencia desbordada?
¿Cuántos paros nacionales habría desatado la entrega del país al crimen organizado? ¿Cuántos linchamientos serían la última gota que derramó el vaso?
Si quieres no me contestes, vota.
Pero como sucede con el techo de una casa o el colapso de la línea 12 del metro, con el paso del tiempo comienzan a salir las humedades, los pernos se doblegan, las filtraciones aumentan y las grietas crecen hasta que, lo que parecía ser una simple gotera o una fisura por falta de mantenimiento, se convierten en un aguacero y en un funeral.
Si no hacemos algo con nuestro voto no existirá telón, carpa de circo, cortina de humo o maroma electoral que logre evitar que el agua se estanque y nos ahogue a todos.
Porque no hay forma de esconder la humedad, la lluvia de corrupción, la incapacidad e impunidad de este gobierno. La mentira se pudre con el tiempo y seremos un río de cenizas, lodo y desesperanza.
Pero no me contestes, vota.
Porque no existe promesa imperecedera ni maquille que oculte la marea destructiva que representa el obradorismo, por más cubetas que coloquen alrededor de la tragedia.
No existirá barrera, “detente” ni estrategia de comunicación que detenga la realidad de sus fracasos. El vaso se desborda.
Y aunque nos siga sorprendiendo el bono de paciencia del que gozan Morena y el presidente, todos sabemos que México no es un lugar donde la justicia impere, donde la decencia sea la que domine y la rendición de cuentas sea un acto cotidiano de transparencia democrática.
Esto debe cambiar, pero no me contestes, vota.
Con esto quiero dejar claro que la sociedad civil tiene razones suficientes para enmendar el camino y buscar la forma de reconstruir los escombros que deja a su paso el huracán de destrucción nacional, dejar constancia de que el cambio es posible y que, la presidencia, los cargos locales y el Congreso pueden competirse. Todavía existe, en la ciudadanía, un techo de decencia mucho más alto que Morena. No todo está perdido. Salgan a votar.