Brenda Estefan

¿Nos vamos a Qatar? – Brenda Estefan

Publicado en: Opinión 51

Por: Brenda Estefan

En 2010, Qatar fue el sorpresivo ganador de una votación de la FIFA para convertirse en sede de la Copa del Mundo 2022, una decisión que, a lo largo de estos años, y particularmente en los meses recientes, ha sido ampliamente criticada. Este diminuto país del Golfo con una economía potente, basada en la exportación de petróleo y gas, buscaba con la organización del magno evento deportivo tener mayor poder blando y ganar visibilidad. Sin embargo ha habido un efecto boomerang, Qatar es hoy más visible pero también más criticado.

Con el mandato del Emir Hamad bin Khalifa Al Thani, entre 1995 y 2013, esta monarquía del Golfo dejó atrás su tradicional política mesurada y en cierta forma sometida a Arabia Saudita, para buscar ser más agresiva en el aprovechamiento de las riquezas de su subsuelo como herramienta de influencia en el mundo y de la construcción de una diplomacia independiente. Navegando las turbias aguas que se mueven entre Irán, bastión del Chiismo, y Arabia Saudita, líder del sunismo fundamentalista, Qatar ha logrado forjarse su propio lugar en la comunidad internacional.

Sin embargo, como en otros países del Golfo, el sistema de gobierno es una autocracia. Todo se decide en Palacio Real, no hay sindicatos, no hay oposición y tampoco libertad de prensa. Pero Doha ha tenido la habilidad de maquillar su dictadura y presentarse ante los ojos del mundo como si fuera una nación más abierta. La enorme inversión que ha hecho en poder suave, le ha retribuido. La cadena de televisión qatarí Al Jazeera y el medio digital AJMas han crecido en influencia global en los años recientes. En el sector deportivo, el pequeño país del este de la península arábiga también ha incursionado con fuerza. Desde 2011, el Emir de Qatar es el propietario del equipo Paris Saint Germain, a través de Qatar Sports Investments. Fondos qatarís financian a Burrda Sport, una marca que tiene como objetivo competir con los jugadores más grandes del mercado, como Nike, Adidas o Puma, y que ha logrado convertirse en proveedor oficial de numerosos equipos de diversas disciplinas como básquetbol, rugby o fútbol. Además, Qatar es propietario de beIN Media Group, una de las más importantes redes globales de transmisión de deportes y entretenimiento. Y el país vecino de Arabia Saudita ha sido sede de importantes eventos deportivos como los Juegos Asiáticos en 2006, la Copa de la Confederación Asiática de Fútbol 2011 y la Copa Árabe FIFA 2021.

Sin embargo, la justa mundialista ha traído incesables críticas internacionales a esta monarquía del Golfo. El periódico británico “The Guardian” reportó que 6,500 trabajadores migrantes habrían perdido la vida en la construcción de instalaciones del mundial. El dato no ha sido corroborado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y Doha sólo reconoce que 50 personas perdieron la vida. Muy probablemente la realidad sea un punto intermedio, pero es innegable que las condiciones de vida y laborales de los inmigrantes en Qatar distan de ser dignas. Sobre la marcha, ante numerosas críticas, el gobierno qatarí ha hecho reformas laborales importantes pero insuficientes. La OIT señala que la situación es menos mala que en otros países de la región, pero subraya que aún hay importantes márgenes para trabajar en el tema.

Qatar tiene al islam como religión de estado y por lo tanto una gran parte del código penal está basado en la ley islámica, la Sharía, cuya interpretación y aplicación implica ciertas normas denunciadas continuamente por ONG’s como Amnistía Internacional o Human Rights Watch. Por ejemplo, el gobierno qatarí no reconoce la igualdad entre hombre y mujer -al menos no en todos los sentidos-, condena la homosexualidad – y limita la libertad de expresión. Los derechos de las mujeres están ampliamente restringidos, las qatarís están sometidas a una tutela masculina (de algún varón de la familia) y hay diversas actividades que no pueden realizar sin la autorización de dicho tutor, como casarse, estudiar en el extranjero con becas del gobierno, trabajar en muchos empleos públicos, viajar al extranjero hasta ciertas edades o tener acceso a métodos anticonceptivos.

Qatar y la FIFA han argumentado que este mundial de fútbol logrará “emisiones netas cero”, pero los activistas climáticos han criticado la metodología utilizada para calcular la neutralidad, incluida la atribución de compensaciones y las emisiones de la construcción de ocho nuevos estadios. “¿Quién puede creer honestamente que la construcción de estadios con aire acondicionado en medio de un desierto puede ser neutral en carbono?” dijo Jeremie Suissa, director ejecutivo de la asociación ambientalista francesa “Notre Affaire A Tous”. Además, continuamente se cuestiona a la FIFA por haber designado como sede al país mayor emisor de Co2 del mundo por habitante.

Doha ha sido particularmente activa en responder a las críticas, pero no ha logrado evitarlas. Los dedos apuntan a la FIFA como principal responsable. ¿Por qué votar a favor de que una dictadura, que no respeta los derechos humanos, restringe los derechos de las mujeres y los homosexuales y tiene cuestionables prácticas medioambientales, fuera sede de un evento deportivo tan relevante?

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