Publicado en: El Espectador
Por: Andrés Hoyos
Viendo en el pasado las obras de José Alejandro Restrepo, insertas en el así llamado arte contemporáneo, más de una vez expresé mis críticas. No me voy a explayar aquí sobre ellas porque cualquiera puede buscar las obras en internet y hurgando un poco más leerá mis críticas. Baste con agregar que desde hace como 25 años pertenezco a una minoría a la que no le gusta este tipo de arte, posición bastante conocida en el ala local de ese mundo y no muy apreciada, para decirlo con suavidad.
Pero ahora José Alejandro acaba de lanzar con Arte Dos Gráfico un libro de artista llamado Purgatorio, el cual estuve mirando y me pareció muy impactante. La verdad sea dicha, yo ni siquiera sabía bien que Restrepo fuera dibujante, así entre gallos y medianoche ahora recuerde obras suyas en papel que vi dispersas por ahí. Pues bien, en el libro de artista que acaba de publicar Luis Ángel Parra, al menos por una vez el artista se decidió a viajar al pasado, no sé si al suyo aunque al menos sí al del arte, o sea, volver al dibujo.
Son, según la costumbre en esta clase de libros, 24 ejemplares numerados, cada uno con 13 xilografías, originalmente talladas en madera. Por el camino Restrepo mezcló fotos tomadas en la iglesia de Santa Bárbara del centro de Bogotá. Las referencias del libro a la Comedia de Dante son inocultables, empezando por el título, y un subtema también muy cristiano es el perdón, pues en una de las páginas se hace un collage con noticias de periódico (¿otro homenaje al pasado?) en que los agentes de las distintas violencias del último medio siglo en el país piden perdón. Este sesgo inscribe la obra en la tendencia política del arte contemporáneo. Sin embargo, la ideología es un claro subproducto de la expresión plástica, no su propósito principal ni con el tiempo promete ser importante.
Bueno, ya veremos si José Alejandro sigue por la exótica ruta que acaba de abrir. Talento de dibujante tiene. Claro, para hacer oleaje en esas materias hay que dedicar mucho tiempo. Por si acaso, entre los artistas colombianos la que se ha visto es una migración de sentido contrario. Hablo, por ejemplo, de Víctor Laignelet y Óscar Muñoz, quienes básicamente abandonaron prometedoras carreras de pintores para volverse instaladores, videoautores y demás expresiones a la moda.
En la feria de ArtBo se pudo ver con claridad que la tendencia dominante sigue siendo la gesticulante, si bien aquí y allá florece el dibujo. Ojo, menos abundantes y sobre todo menos hábiles son los pintores. Todavía abunda una fotografía testimonial poco estética. Dicho esto, Luis Ángel Parra y María Eugenia Niño sostienen con Arte Dos Gráfico una producción sorprendente, por lo general bella y de alta calidad. La mitad del misterio, claro, consiste en saber si el público, en especial los compradores, sigue con ganas de quemar dinero en lo fungible, que pasado mañana dependerá de referencias fechadas y olvidadas, o recuerda sus paseos por los museos y valora el vilipendiado arte bidimensional que, diga usted, hace 500 años ejercía Caravaggio. Sí, los millonarios tienen mucho espacio en sus casas y apartamentos, pero una videoinstalación se come con facilidad todo un salón. Y si pasan los años y sigue recubierta de plástico o lona para evitar los efectos del polvo… En cambio, un libro como Purgatorio cabe con holgura en una estantería o, si hay muchas ganas de mostrarlo, en un atril que se pone sobre una mesa. Usted escoge.
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