La política venezolana se ha dedicado en los últimos meses a generar un movimiento que encauce el descontento y, aunque es una lideresa que está en la escena pública desde hace 20 años, es vista como una emergente
Publicado en: El País
Por: Luz Mely Reyes
El gobierno de Nicolás Maduro hizo lo que se esperaba: sacarse de la manga una inhabilitación contra la precandidata María Corina Machado. Ella tiene la primera opción de triunfo de las primarias opositoras para escoger la candidatura presidencial y es, probablemente, la persona que mejor ha capitalizado el hartazgo de los venezolanos. Sin embargo, que el madurismo sea tan predecible no significa que sus contrincantes tengan una estrategia para enfrentarlo eficaz y democráticamente. La ruta electoral es la opción más viable, pero está llena de riesgos. Por lo tanto, quienes creen en este camino van a necesitar un gran apoyo que evite los atajos.
Algunas de las razones del embeleso por Machado tienen que ver con un cansancio generalizado contra la clase política. En Venezuela se percibe un clima preelectoral parecido al de 1997, cuando ya el quiebre del sistema de partidos era inevitable. Un año más tarde Hugo Chávez, el candidato antisistema, llegaba al poder.
Un estudio de opinión de la firma Delphos, dado a conocer la primera semana de julio, recoge que el 85,2% de venezolanos está de acuerdo con que es necesario un cambio de gobierno. La disposición a votar en las primarias pasó de 45,9% en noviembre de 2022 a 67,1%. En este período la percepción de que Machado es la líder de la oposición creció de 6,1% a 33%. Dentro de los que se declaran opositores, Machado registra un respaldo del 51,9%.
En este momento se juntaron el hambre con las ganas de comer. Machado, de tendencia liberal, y cuyas propuestas no calaban, encaja perfectamente con el reclamo actual de los venezolanos para quienes los problemas más acuciantes son de orden económico. Ella se ha dedicado en los últimos meses a generar un movimiento que encauce el descontento. Aunque es una lideresa que está en la escena pública desde hace unos 20 años, es vista como una emergente.
Por primera vez en años, la oposición mayoritaria venezolana empezó el ciclo electoral con disposición clara de participar en el proceso. Ello incluye a Machado y otros candidatos que en distintas ocasiones se pronunciaron a favor del boicot. Se prevén elecciones presidenciales en 2024 y en 2025 comicios para elegir la Asamblea Nacional, gobernadores, alcaldes, legisladores regionales y concejales.
En la elección presidencial de 2018, los partidos más grandes de oposición llamaron a la abstención. Maduro se reeligió, pero su gobierno fue desconocido por los Estados Unidos, Colombia, la mayoría de los países que integran la Unión Europea así como otros países latinoamericanos, incluido México.
Se supone que al madurismo le conviene participar en una nueva elección y ganarla lo más limpiamente posible para no pasar otros seis años en condición de superviviente. Sin embargo, si las elecciones fuesen mañana el gobierno perdería frente a una candidatura unitaria de la oposición.
De allí que hagan lo que consideran necesario, sin que por ello sea legal, por evitar que un opositor coja vuelo suficiente. Es una táctica a la que suelen recurrir.
El chavismo defenestró a Machado en 2014 de su cargo como diputada a Asamblea Nacional. En 2015 le aplicaron una primera inhabilitación. El pasado 30 de junio la Contraloría informó, a través de un tercero, de una nueva sanción por 15 años. Ni ella misma lo sabía.
Otros dos candidatos a las primarias también están inhabilitados políticamente. Son el exgobernador y excandidato presidencial Henrique Capriles; y el ganador de una elección a gobernador, en 2021, Freddy Superlano, cuyo triunfo en Barinas, el estado natal del líder Hugo Chávez, fue desconocido por el Tribunal Supremo de Justicia.
Las primarias opositoras deben celebrarse el 22 de octubre de 2023, pero recorren su propio campo minado. Recientemente, el gobierno de Maduro implosionó al Consejo Nacional Electoral designado en 2021. Tal esa decisión obligó a la Comisión de Primarias a realizar un proceso autogestionado, para el cual no cuenta con recursos financieros ni logísticos.
Las trabas anteriores han sido las esperadas. Lo llamativo no es que el madurismo esté siguiendo el guion de una película que ya hemos visto; sino que la oposición agrupada en los partidos mayoritarios no parece tener una visión lo suficientemente clara para enfrentar esta estrategia.
Surgen varias preguntas frente al hecho de que las personas inhabilitadas están participando en las internas. Si una de ellas, es elegida, qué va a ocurrir cuando no pueda ser inscrita para una elección presidencial. La candidatura de Machado bien se puede desinflar o por el contrario seguir subiendo. ¿Si gana las primarias, cuál sería su próximo paso? ¿ Qué ocurre si el gobierno cede y levanta los castigos a unos candidatos y a otros no?
Algunos han planteado la tesis de una candidatura de consenso, pero cada vez es más difícil pensar que esto vaya a ocurrir.
En las aceras enfrentadas hay incentivos. El madurismo quiere sacarse las sanciones internacionales de encima; la oposición necesita que a sus candidatos se les levanten las inhabilitaciones. Parece un sencillo juego de dando y dando, pero no lo es.
Los partidos mayoritarios de oposición no ven con buenos ojos a Machado.
Por otra parte, en algunos espacios internacionales se detecta una fatiga con respecto al tema venezolano. Lo más sencillo y peligroso es asumir que como el aislacionismo a Maduro fracasó, entonces la nueva opción es una normalización de su gobierno autoritario, sin condiciones.
De igual manera, las distintas facciones de la oposición tradicional, especialmente la de Machado, no pueden desviarse de la ruta electoral, por más obstáculos que haya. Menos caer en una vía insurreccional que lleve a escenarios de violencia política.
Pese a lo intrincado del terreno, hay una oportunidad para cambiar el consabido libreto que nos ha sumido en un eterno día de la marmota. Pero, para lograrlo se necesita aún más apoyo de actores internacionales.
Existe una mesa de negociación congelada en México que tal vez valga la pena reactivar. Entre los siete puntos del memorando de entendimiento se establecieron dos directamente vinculados a los derechos políticos y garantías electorales.
El madurismo ha intentado sortear esta instancia a través denegociaciones con Estados Unidos. Sin embargo, no contaba con el auge que podían despertar unas elecciones primarias en la oposición; y menos el crecimiento de Machado. Es difícil predecir qué puede pasar con ella; pero, en el fondo, el solo hecho de que haya llegado hasta donde está en este momento, obliga a pensar qué otras aguas se están moviendo en la sociedad venezolana. En cuales sean, parece que Machado está dispuesta a navegarlas.