Arraigado en la historia, el resentimiento colectivo polariza naciones y afecta tanto a la política como a la sociedad.
Publicado en: La Lista
Por: José Ignacio Rasso
El resentimiento colectivo es ese sedimento que se va acumulando por generaciones en el fondo de la sociedad. No es algo nuevo, es parte de la historia de la humanidad. Es el hambre de revancha, es la venganza pendiente por la desigualdad, la injusticia, los atropellos, el abandono o por el simple hecho de que a otros les vaya mejor, por suerte, por herencia, por privilegios inmerecidos o por méritos propios.
Con el paso del tiempo este sentimiento se acumula en la piel como capas en la tierra y recorre el cuerpo, las clases sociales, las sobremesas, los países, las culturas y los fanatismos, va creciendo como humedad entre los muros, sembrando odios generalizados en punto de ebullición.
No es secreto que México es una sociedad dividida, inequitativa y de castas. Un país de contrastes violentos y campo fértil para el resentimiento. Es urgente el cambio.
El problema se acentúa cuando se aprovecha el resentimiento como estandarte y forma de gobierno. Cuando se agitan las aguas para lucrar electoralmente. Cuando se provocan aguas turbulentas donde nada se pueda ver con claridad. Cuando se siembran remolinos.
Ahí, cuando los mares son turbios, los gobiernos populistas saben sacar provecho de la polarización y de incentivar el enfrentamiento. Se alimentan de ella y la explotan todos los días con fines particulares y la permanecía en el poder.
Son astutos para alentar las descalificaciones entre bandos. Entre los que consideran buenos y los malos. Los conservadores y los progresistas. Los ricos y los pobres. Los blancos y los mestizos. El pueblo bueno y los empresarios.
Siempre encontrarán fantasmas imaginarios o villanos reales que los ayudarán a explotar a una sociedad polarizada para justificar sus malos resultados o la incapacidad de solucionar problemas.
Porque más allá de las razones justificadas de los grupos oprimidos por décadas, del hartazgo y el abandono, del atropello y de la urgente necesidad de acabar con el racismo, el clasismo, la desigualdad y la injusticia; el presidente López Obrador y los líderes que gobiernan para una sola facción no buscan la reconciliación de la sociedad, lo que hacen es apostar por la división, por la estigmatización del otro, por el fortalecimiento de una base reaccionaria y el enfrentamiento constante para mantener el resentimiento en las boletas de la próxima elección.
Por otro lado, parte de la oposición, los empresarios y la sociedad civil, en lugar de buscar calmar las aguas, bajar el tono a la discusión, elevar el diálogo, hacer ejercicios de autocrítica y replantearse qué papel han jugado en esta tormenta, caen en la provocación, se ponen los guantes y suben al ring a soltar golpes en todas direcciones ignorando las reglas del juego y los principios fundamentales de civismo.
Por eso es relevante mencionar que la batalla en la que estamos inmersos y que muchos minimizan como estrategia electoral, en un país donde la violencia y el resentimiento están asentados en las calles, crece el riesgo de elevarse la temperatura hasta que caiga la última gota que derrame el vaso y no exista vuelta atrás, porque no existe tejido social que resista cuando dos bandos jalan con toda su fuerza en sentido contrario.
Por eso me parece irresponsable el uso del resentimiento como estrategia de gobierno, porque si lucramos con la polarización alentando los discursos de enfrentamiento constante, estaremos normalizando el encono como la forma de relacionarnos y habremos renunciado a la reconciliación, a desaprender conductas del pasado, a creer en la pluralidad y al respeto por quienes opinan distinto.
No es tema menor ni razón para carcajadas en las mañaneras, porque cuando el resentimiento se apropia de las calles y se usa como activo electoral, la sociedad empobrece y el abuso de los más fuertes continua.