Por: Tony Bianchi
Ya ha comenzado la carrera para suceder a Donald Trump a pesar que todavía faltan tres años para las próximas elecciones presidenciales.
El propio presidente lo ha confirmado, dando un doble respaldo que marca el inicio de la contienda señalando a su vicepresidente, J.D. Vance, y al Secretario de Estado, Marco Rubio, como sus herederos del movimiento MAGA (Make America Great Again), y, por lo tanto, candidatos a la Casa Blanca en 2028.
Al convertir en casi oficial esta competencia, esto implica que ambos forman parte del círculo íntimo que regirá la posición que asumirá Estados Unidos en la inminente cumbre de Alaska.
Vance ha estado presente en las reuniones virtuales (enlace de video) entre el presidente estadounidense y los líderes europeos, y luego con Vladimir Zelensky mientras que Rubio habló con el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov.
Trump ha dejado claro que ambos son los favoritos para la sucesión: nombrando a Vance como «el probable favorito» para sucederlo. Pero inmediatamente añadió que también ve a su secretario de Estado en una excelente posición.
«Siempre he pensado en una pugna con Vance como candidato presidencial y Rubio como candidato a vice presidente, pero también podría ser Rubio-Vance,” ha dicho Trump.
Ninguno de los dos era originalmente trumpiano. Vance, de 41 años, dio su primer salto a la popularidad nacional con su autobiografía, «An American Elegy», que relata un origen familiar típico de estadounidenses de clase trabajadora, blancos y pobres que se sintieron traicionados por las élites y terminaron votando por la derecha.
Pero cuando el libro se publicó en 2016, durante la primera campaña electoral de Trump, Vance no lo apoyó y, de hecho, lo criticó abiertamente. Apoyó al movimiento MAGA más tarde, y solo después se convirtió en uno de sus exponentes más destacados.
En política exterior, sus primeras incursiones como vicepresidente estuvieron marcadas por la hostilidad hacia la Unión Europea y la infame «emboscada» a Zelensky en el Despacho Oval (en febrero de ese año). Rubio, de 54 años, también proviene de las filas antitrumpistas.
Fue un opositor directo del actual presidente en la carrera por la nominación republicana en 2016 y en aquel entonces, en debates televisados, llamó a Donald «un estafador» y, en respuesta, Trump se burló de su baja estatura llamándolo “Pequeño Marco.”
Más tarde, como senador por Florida, forjó una trayectoria en el Comité de Asuntos Exteriores, distinguiéndose como un «halcón», con posturas firmes hacia China e incluso hacia Putin. Su conversión al trumpismo se vio compensada por su lealtad a las directrices tradicionales de una política exterior conservadora.
Hoy, mantiene un papel destacado, ocupando los dos puestos más importantes en la estrategia internacional como Secretario de Estado (equivalente a ministro de Asuntos Exteriores) y jefe del Consejo de Seguridad Nacional, el órgano decisorio militar y diplomático de la Casa Blanca. Últimamente las posturas del dúo Vance-Rubio se han acercado.
En los orígenes de esta administración, el vicepresidente encarnaba el ala aislacionista, desdeñosa de las alianzas, a veces incluso prorrusa o pro-Putin. Rubio, por otro lado, se mantiene fiel a la herencia histórica del Partido Republicano, que produjo un presidente como Ronald Reagan, vencedor de la Guerra Fría contra la Unión Soviética, con una cultura anticomunista, lejos de la inclinación de negociar con Putin o Xi Jinping.
Finalmente, Trump elevó el tono sobre las sanciones que podría imponer a Rusia (apoyado por Rubio y muchos otros republicanos) y recientemente amenazó con imponer un arancel del 50% a la India si continúa comprando petróleo ruso.
Por esta razón muchos de nuestros más calificados colegas especializados en política internacional piensan que la cumbre de Alaska no adelantará la causa de la paz ni obligará a Putin buscar un acuerdo definitivo con Trump.
