Publicado en: Panorama Mundial
Por: Tony Bianchi
Al asumir su segunda presidencia el 20 de enero, Donald Trump encontrará una gran diferencia en comparación a cuando sucedió a Barak Obama en el 2016, particularmente en el ámbito político mundial.
La guerra entre Rusia y Ucrania, los varios conflictos en el Medio Oriente, y los cambios en Europa han sido drásticos.
En el viejo continente, ha caído el gobierno alemán de Olaf Scholz, el gobierno francés de Emmanuel Macron se encuentra muy debilitado y lucha para sobrevivir, en Inglaterra el nuevo gobierno laborista no entiende lo que tiene que hacer: volver a la Unión Europea, mantener su salida Brexit, insistir con un Brexit o aplicar un Brexit a media.
En Polonia ha surgido un gobierno conservador definitivamente antirruso y dos países escandinavos se están uniendo a la alianza atlántica (OTAN), Italia ha escogido un gobierno de derecha y Hungría y Turquía están balanceándose entra Rusia y la Unión Europea.
Al mismo tiempo, mundialmente ha surgido el grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, China, Sur África) como una alternativa a la hegemonía occidental y norteamericana.
Para hacer las cosas más difíciles, Trump ha mostrado interés en comprar Groenlandia a Dinamarca, ha dicho que quisiera que Canadá se convirtiera en el estado 51 de la Unión, quiere controlar el Canal de Panamá y finalmente ha anunciado la expulsión de por lo menos medio millón de inmigrantes e imponer un estricto control inmigratorio.
Con relación a Europa, Trump está abriendo la puerta a Italia, que gracias a los éxitos de la premier Giorgia Meloni, su condición de segunda potencia manufacturera del continente y unos de los países fundadores de Unión Europea está aumentando su liderazgo.
La afinidad política y cultural entre Trump y la Meloni es evidente y la simpatía personal también involucra a Elon Musk dejando pensar que su relación está marcando un punto de partida que podría solucionar las diferencias entre el presidente electo estadounidense y Europa.
Esto no despeja la incógnita de Trump que se presentará en la cumbre de la OTAN en junio pidiendo que los países miembros gasten el 5% del Producto Interno Bruto (PIB) en defensa a pesar que algunos de sus colaboradores sugieren que el presidente electo se contente con el 3,5% que es mismo aporte que contribuye Estados Unidos.
Entre otras cosas, Estados Unidos seguramente presionará para que Europa importe más gas natural sustituyendo claramente a Rusia que trató de castigar al viejo continente recortando sustancialmente su exportación de hidrocarburos como respuesta a las sanciones impuestas de parte de los países occidentales.
A los casi tres años, de la invasión de Ucrania, el nacimiento de un eje Rusia-China-Irán-Corea del Norte con efectos desestabilizadores en Oriente Medio obligan a Putin reconstruir la esfera de influencia soviética, empezando por la zona del Báltico.
Rusia ha (quizás) perdido una base en Siria, pero refuerza su presencia militar en Libia, que es parte del Mediterráneo en búsqueda de nuevos horizontes, y no ha dejado de interferir en los Balcanes.
Tanto es así que Polonia, que se siente tan amenazada que ha aumentado su presupuesto de defensa hasta alcanzar más del 4% de su PIB y dos naciones que hasta ayer eran neutrales, Finlandia y Suecia, están uniendo sus fuerzas para eventualmente enfrentar una invasión rusa.
Nuestros expertos (think tanks) militares norteamericanos estiman que a esta altura
Trump no quiera la capitulación a Ucrania frente a Putin, pero seguramente se negará enviar tropas estadounidenses para garantizar un posible alto al fuego.
Pensando en el equilibrio comercial con Europa, Trump hereda una posición negociadora favorable porque Estados Unidos importa mucho más de Europa de lo que le exporta.
Una improbable guerra comercial es asimétrica. Washington infligiría un daño mucho mayor y Europa no está en grado de contestar con una represalia.
Trump auspicia la salida anticipada de la presidenta del Banco Central Europeas CE, Christine Lagarde para aumentar las importaciones de gas natural de Estados Unidos, cosa que ayudaría eliminar aún más el desequilibrio causado por el chantaje de Putin.
El gas es un paso intermedio hacia la sostenibilidad porque genera mucho menos CO2 que el carbón y el petróleo. Sin embargo, muchas industrias estadounidenses quieren que el gas se quede en casa para mantener bajos sus costos de energía.