Un Nobel de la Paz para la mujer que ha hecho posible lo imposible – Beatriz Becerra

Publicado en: El Español

Por: Beatriz Becerra

María Corina Machado lleva décadas manteniendo alta la mirada en medio del miedo. Lo hizo cuando la destituyeron, cuando la inhabilitaron, cuando le cerraron las puertas del Parlamento, cuando la amenazaron con prisión. Lo hizo al frente de un país que quiso votar y no pudo, que quiso creer y fue traicionado. Su resistencia no es épica por el sufrimiento, sino por la coherencia. Ella se ha mantenido en el terreno, con el pueblo, sin renunciar a la vía pacífica ni al horizonte institucional.
En, con, para, desde y por Venezuela.

Hoy, el Premio Nobel de la Paz concedido a María Corina reconoce a la mujer que hizo posible lo imposible. No es sólo un homenaje: es una corrección moral.

El Comité ha puesto palabras al sentir de millones de venezolanos que llevan años sosteniendo, con el cuerpo y el alma, la idea más revolucionaria de nuestro tiempo: que la libertad no se mendiga. Se conquista, sin disparar un tiro, con la fuerza serena de quien se niega a rendirse.

El comunicado del Comité noruego es impecable. Dice que Machado ha sido galardonada “por su incansable labor en la promoción de los derechos democráticos del pueblo venezolano y por su lucha para lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”. Añade que su ejemplo de coraje civil “ha inspirado a millones de personas dentro y fuera de su país”, y que su liderazgo, ejercido sin armas ni exilios, “demuestra que las herramientas de la democracia son también las herramientas de la paz”.

Suscribo cada palabra.

El Comité ha premiado algo más que una biografía. Ha premiado una idea de humanidad. En su decisión hay una afirmación esencial. Que la democracia es un acto de paz activa, no de resignación. Que el autoritarismo, venga disfrazado de ideología o de soberanía, es una guerra contra los ciudadanos. Y que quienes lo enfrentan con dignidad son los verdaderos constructores de la paz.

Este Nobel también interpela a Europa. Porque mientras el pueblo venezolano ponía el cuerpo, muchos gobiernos europeos miraban hacia otro lado o calculaban el momento oportuno para pronunciarse. Bruselas ha hablado demasiado tarde, y siempre a media voz. La Unión Europea, que se define como comunidad de valores, tiene la obligación de acompañar ahora, con hechos, la esperanza que representa este premio.

Si el Premio Sajarov que los ciudadanos europeos han concedido por dos veces a la valiente oposición venezolana ha sido aliento y sostén a través de la negrura, el Nobel ratifica sin ambages el liderazgo democrático de Machado. La Unión Europea debe reconocer sin más demora la legitimidad de Edmundo González como presidente electo y proteger a María Corina con todos los instrumentos diplomáticos y humanitarios a su alcance. El mensaje es claro. No se trata de simpatías ni de alineamientos partidistas. Se trata de la defensa unívoca de los derechos humanos, del Estado de derecho y de la voluntad soberana de un pueblo.

Venezuela es hoy el espejo donde Europa debe mirarse para recordar quién es.

No es casual que este reconocimiento llegue en un momento de confusión global, cuando la palabra “democracia” se usa como adorno y no como compromiso. En esa oscuridad, la figura de María Corina Machado brilla como un faro. Ella ha demostrado que la política puede volver a ser un ejercicio de verdad, que la ética puede sostener la acción, que la esperanza puede organizarse. Ha unido a un país fracturado, ha desafiado la censura, ha devuelto a los venezolanos la convicción de que merecen libertad y futuro.

El Nobel la consagra, pero no la detiene. Tampoco nos absuelve a los demás. El mundo libre tiene el deber de convertir esta ovación en acompañamiento, en protección, en acción diplomática y jurídica. Porque la paz, como la libertad, se sostiene sólo cuando se defiende.

María Corina Machado no ha ganado un premio, ha confirmado un destino. El de ser la voz que desafía la noche, el rostro de una Venezuela que vuelve a levantarse. Y también, el espejo donde Europa puede recuperar la dignidad de su palabra.

Bravo, María Corina. Ánimo, Venezuela.
Ya llegamos.

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