Publicado en: El Espectador
Por: Andrés Hoyos
Lamentablemente alias Iván Márquez firmó la semana pasada la que podría ser su propia sentencia de muerte. También le cabe una muy larga estadía en prisión. Son las únicas alternativas.
Bueno, estos desenlaces tomarán algún tiempo porque el puñado de suicidas que lo acompañan no están en Colombia, sino en Venezuela. Allá su eficacia militar se reduce al mínimo, pero sí es cierto que por ahora sus vidas no corren peligro. Nos guste o no, el destino del régimen de Maduro es fundamental en esta historia colombiana. Si cae pronto, se desbarata el tinglado de Márquez, el Eln y demás; si se demora en caer, tienen aire durante un tiempo adicional.
Sin embargo, la estúpida guerra que estos “disidentes” declararon a nuestro Estado tiene una inercia que tarde o temprano traerá al menos a alguno de ellos a este lado de la frontera y entonces el proceso se acelerará. Una regla de tres elemental dice que, si las Farc completas fueron diezmadas por las Fuerzas Armadas hasta obligarlas a entregar las armas y pactar la paz, unas mini-Farc de un décimo del tamaño no tienen ni la más remota posibilidad de prevalecer y prosperar. No digo que sean inocuas —acaban de asesinar a Karina García y su comitiva en el Cauca—, sino que su peligrosidad es limitada. Además, Márquez entra disminuido a la disidencia por el papel desempeñado durante las negociaciones de La Habana.
Tan cierto es que el quid no va a ser militar, que pesan mucho más los efectos políticos que puedan tener estos locos en los próximos meses. Uno entiende la angustia que ahora embarga a la izquierda democrática colombiana, pues le toca respirar por la herida infligida por Márquez. Aunque menos afectados, los del centro tampoco están conformes con lo que pasa, pues como amigos del proceso de paz son atacados. La única favorecida es la derecha.
Dos lecturas se perfilan en ese cuadrante de la política sobre las patochadas de Márquez. Está la hasta ahora moderada lectura de Duque y su Gobierno. Obviamente van a reforzar los operativos militares y de seguridad y ofrecen cuantiosas recompensas, reacciones normales; y está la lectura del furibismo y su jefe, que ya quisieran hacer la mayor ensalada posible con el proceso de paz, la JEP y los cabecillas, tal vez respetando la vida de unos cuantos desmovilizados como por no dejar.
Yo no le creo a la izquierda radical cuando dice que Duque hizo trizas el Acuerdo de Paz. Ganó las elecciones y ha aplicado su programa (que a mí no me gusta), pero la paz sigue. Por algo el 90 % de las antiguas Farc están con ella. Mientras el proceso continúe, claro que bajo la batuta del Gobierno, soy de los que puede esperar. Eso sí, me opondré de patas y manos a cualquier intentona salvaje del ala radical de la derecha por descarrilar el tren.
Sospecho que en un año o dos Márquez, el Paisa y compañía serán un triste recuerdo. Tienen que ser neutralizados cuanto antes. Son unas momias con armas. Esperemos que las Fuerzas Militares de Colombia, sin irrespetar la ley, pongan fuera de combate a Márquez y compañía una vez asomen la cabeza. Mejor presos que dados de baja, eso sí.
En fin, pasemos la página de las patochadas de Márquez, Santrich y compañía. Hay que tratarlos como los criminales que son y nunca dejaron de ser. Todo el peso de la ley legal con ellos, si me perdonan el pleonasmo.
P.S. Dramática encrucijada por la que pasa Noticias Uno, noticiero dirigido por Cecilia Orozco, nuestra vecina.
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