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El delirio gubernamental impide ver la realidad. O, mejor dicho, trata de imponer una realidad paralela que poco tiene que ver con la real. Entonces, si el régimen procede con una suerte de autogolpe vía Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, a la oposición la acusan de golpista. Esto se repite sin orden ni concierto por todos los voceros del régimen, desde Nicolás Maduro para abajo. Mas la realidad es otra.
El régimen habla de golpe en Venezuela, golpe en la OEA, cuando los únicos golpes los da el régimen mismo. El verdadero golpe lo ve el mundo a lo largo y ancho del planeta en el rostro desfigurado y ensangrentado del diputado Juan Requesens. Cómo le explica Nicolás Maduro al mundo que un diputado, un joven, un ciudadano tenga una herida sangrante de varios centímetros en la ceja, producto de la salvajada delictiva de sus huestes malandras. Porque a nadie le puede caber la sospecha de que estos delincuentes llamados “colectivos”, están a las ordenes del régimen y cuentan con su anuencia y protección.
Penosísima la actuación del supuesto Defensor del Pueblo. La golpiza ocurrió en las inmediaciones de la Defensoría a donde fueron a plantear la destitución de los magistrados. Tareck Willian Saab aparece retratado hoy en la primera página de Vea, y, a diferencia del rostro de Requesens, con el suyo bien cuidado afirma: “En el país impera la separación de poderes. El presidente del Poder Moral republicano señaló ayer que las controversia de poderes surgidas entre la fiscalía y el Tribunal Supremo de Justicia es una muestra de que en Venezuela existe independencia de poderes e impera un estado democrático”. Esa declaración lo que único que evidencia, Saab, es su falta de autonomía, su actitud cómplice y rastrera frente a la violación del estado de derecho por parte de régimen que usted representa y no debería representar. Porque -le recuerdo- su cargo es Defensor del Pueblo y no defensor del régimen.
Importante advertir que en la OEA el gobierno boliviano, que asumió la presidencia del Consejo Permanente, trato de impedir la sesión de ayer. Pero esta igual se dio concluyendo con un dictamen contundente. Gran titular en primera página de 2001: “OEA: Sigue roto el hilo democrático en Venezuela. El Consejo Permanente cree que se mantiene la ruptura pese a las aclaratorias de sentencias. Insta al Gobierno a “restaurar la separación de poderes y la plena autoridad de la AN”. Versión Final, en Maracaibo, advierte: “Crisis política venezolana polariza la sesión en la OEA”. Pero tal titular no es exacto. No hay tal polarización. De 21 países que asistieron a la reunión cuatro se retiraron. El resto se mantuvo firme en la declaración consensuada que se dio a conocer. Eso no es polarización, eso es una mayoría abrumadora y definitiva.
El Universal destaca las declaraciones de Nicolás Maduro: “Cuento con apoyo suficiente para impulsar el diálogo en el país”. Pero en el delirio de esa realidad paralela que maneja ocurre precisamente lo contrario. Maduro, en este momento, no cuenta con ningún apoyo. Está aislado nacional e internacionalmente, y por ello la única opción que le resta es la violencia. El rostro ensangrentado del diputado Juan Requesens es la más cruel e incontestable evidencia.