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Este gobierno se caracteriza por la arbitrariedad, entre tantos otros vicios. La arbitrariedad en los criterios, en el manejo de los dineros que es una marca sobre saliente. Por supuesto, una marca nefasta, muy negativa. A manera de ejemplo reparemos en el caso Kimberly Clark. Hoy el gobierno se ufana porque han reabierto la fábrica. El diario oficialista Últimas Noticias destaca: “Un respaldo para empresas Kimberly Clark. El presidente Maduro asignó 22 millones para retomar la producción, aprobó además 700 millones para reactivar la fábrica de pañales y toallas sanitarias que fue abandonada por sus dueños y recuperada por el Estado.” Aquí, en esta frase, está la clave: “abandonada por los dueños, recuperada por el estado”. Y en la foto que acompaña la información, vemos a Maduro, disfrazado con una suerte de gorro de baño o de malla en la cabeza, micrófono en mano, recorriendo las instalaciones de la empresa.
¿Dónde está el detalle? Leo en Konzapata.com, con la firma de Roberto Deniz: “En el año 2015 el gobierno le liquidó apenas 11,6 millones de dólares a Kimberly Clark. La cifra está ligeramente por debajo del promedio que mantuvo la compañía entre el 2004 y el 2012 con la antigua Cadivi. Pero muy por detrás de lo recibido por otras multinacionales del sector como Procter and Gamble. En el gobierno repiten que el cese de operaciones de Kimberly Clark forma parte de la guerra económica”. Observemos detenidamente: no le daban los dólares que necesitaba Kimberly Clark –dólares, además, de la empresa, no una dádiva-, pero, una vez que se cierra la planta, se hace de esto un hecho político propagandístico y Maduro le “dona” 22 millones de dólares que surgen de la nada, como por arte de magia. ¿Dónde está el punto? Pues que la empresa privada cierre, que entregue, que se vaya para que el gobierno se aproveche de todo. Y como ya es larga la experiencia que tenemos en estos asuntos, Kimberly Clark solo tendrá oxigeno para producir algo por muy corto tiempo, después correrá el destino de tantas empresas que han terminado como cascarones inútiles en manos del gobierno. Esa es la arbitrariedad con la que se manejan los criterios y los dineros públicos.
Y es una arbitrariedad idéntica, por ejemplo, a la que exhibió el Vicepresidente de Planificación, Ricardo Menéndez, cuando irresponsablemente dio cifras falsas en Naciones Unidas. En El Estimulo.com, con la firma de Pedro Pablo Peñaloza, leo: “Informe desnuda mentiras del chavismo en la ONU sobre Venezuela. Venezuela es un país donde la pobreza extrema apenas se ubica en 5,4% de la población. Casi todos sus ciudadanos, 95,4% para ser más exactos, comen tres veces y más al día. La tasa de mortalidad infantil ha caído en picada y la matrícula escolar no para de crecer”. Ese es el rosario de mentiras que dijo Menéndez en Naciones Unidas. Pero, tal como escribe Peñaloza, “Menéndez no estaba solo. Al enterarse de que el ejecutivo nacional presentaría un informe voluntario en este encuentro, las organizaciones de la sociedad civil, encabezadas por Transparencia Venezuela, resolvieron entregar a la ONU su visión –respaldada por datos oficiales e independientes- sobre la situación real que enfrenta Venezuela.” Se citan, entonces, los duros datos de la realidad: la pobreza pasó de 27% a 37% desde el año 2010 hasta el año pasado. Esta cifra es oficial, nada menos que del Instituto Nacional de Estadística. Destacan que en la encuesta Encovi -de las universidades Bolívar, Central y Católica- el 87% de los entrevistados asegura que su ingreso no es suficiente para comprar alimentos, y la compra de estos en 2015 disminuyó a niveles críticos, al punto de que 12,1% hace 2 o menos comidas al día.
Se pueden distorsionar las cifras, se puede ser arbitrario en el manejo de los dineros y de los argumentos, pero la verdad, tarde o temprano, siempre queda a flote. Es esa verdad la que desnuda todo lo nefasto que representa este gobierno.