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El día amaneció con una lluvia de esas, que no mojan pero empapan, muy gris. Más de uno se vio reflejado en ese gris del cielo y dijo: “¡Ah caramba! El día se nos va a aguar”. Pero nadie, ni siquiera con esa lluvia que venía – como se dice ahora- “arrugó”.
Las calles igual se empezaron a llenar de gente y también de paraguas, evidentemente. Pero la gente estaba ahí. Sin embargo, el sol no tardó en llegar y con el despejar del sol entró de inmediato el calor. A las diez de la mañana, la multitud a la altura del Parque del Este era inmensa.
La sensación que se vivía en la avenida Francisco de Miranda, y, supongo, la misma que se vivía en otros puntos de la ciudad capital, era magnífica. Había contagio, había alegría, se sentía una adrenalina que iba subiendo, una especie de felicidad muy particular, porque era una felicidad colectiva.
La cordialidad reinaba en el ambiente. Había gente de todas las edades. Ciertamente, vi mucho joven, por supuesto, personas de la tercera edad, adultas y de todos los estratos sociales, como en ninguna otra marcha.
De repente empezó a crecer el río, se nos venía como una avalancha y el candidato apareció. Y apareció al trote, lo que nos obligó a todos a trotar en medio de una euforia mayúscula, trotando, aplaudiendo, gritando. La felicidad que se regó fue maravillosa, magnífica, hermosísima, realmente contagiante.
Luego, a medida que se iban sumando los ríos de gente que venían de los otros puntos de concentración, ya fue imposible trotar, inclusive, era difícil caminar, dado lo compacto de la multitud, lo compacto de la muchedumbre y así, prácticamente, hasta el Consejo Nacional Electoral, donde la Plaza Caracas estaba a reventar por completo.
Vino el momento muy particular y emotivo de Erika de la Vega, quien presentó a Henrique Capriles. Para más de uno ahí estaba la lectura, al margen de que algunos quieran ver en esto un detalle del corazón, a ver si se juntan o no (Erika está felizmente casada) en fin… Pero ahí estaba, decía, el detalle de la reconciliación. El abrazo de todos los venezolanos estaba allí. No es gratuito que Henrique Capriles haya insistido, como lo reza hoy el gran titular del diario El Universal: “Capriles: uniré a Venezuela cueste lo que cueste”.
Porque hay que unirse de nuevo, hay que volver a ser un país compacto e integral, donde todos seamos venezolanos nuevamente.
En algún momento de la marcha coincidimos, Floralicia y yo, con Milagros Socorro y reparábamos en la nueva manera de llamar a Capriles: “El Flaco”. “El Flaco” es una manera muy simpática, coloquial, de tanta camaradería criolla. En efecto, es un hombre delgado, sano. Trotó, prácticamente, todo el recorrido. No sólo sano, decía Milagros, de cuerpo, sano de mente, sano en la cabeza, es un hombre de verdad bien hecho, un hombre con una sonrisa, con una mirada luminosa, que es lo que realmente está necesitando Venezuela.
Hay que unirse. Hay que unirse y el día de ayer fue, por decir lo menos, magnífico. Yo, en lo personal, como ciudadano, lo agradezco.
2 respuestas
Y yo también lo agradezco, fué realmente hermoso y esperanzador.
Yo vivo fuera de Venezuela pero estuve siguiendo la caminata todo el dia, primero en vivo, luego las repeticiones. Me emociona la posibilidad de volver al pluralismo y la alternabilidad del poder. Me emociona que un país como el que vi ayer sea posible. ¡Que entusiasmo! Moría de ganas de estar allá. Aun estando lejos, también comparto la alegría 🙂 Ahora quedan 117 días para organizarnos y participar en la defensa del voto.