Hubo una época en que los libros no existían como productos de consumo cultural y que los hombres apenas contaban con el relato oral para comunicar de generación a generación datos que eran importantes. Basta con mencionar La Odisea, que hasta el día de hoy es capaz de orientar a marineros y esposos que desean volver a casa evitando múltiples peligros.
Después vinieron los libros. Fahrenheit 451, entre millones de textos, es a la manera de Ray Bradbury la creación de un relato, futurista, donde unos bomberos queman casas con bibliotecas. Allí un grupo de rebeldes que se niegan a la desaparición de la cultura memorizan un libro cada uno para trasmitírselos a sus hijos y de esta manera impedir que la humanidad se quede sin ideas.
En diciembre pasado viví experiencia me acercó a la idea de comunicar un mensaje valioso en el tiempo, tal como ocurre con La Odisea y Fahrenheit 451. En mi caso pude compartir con uno de mis hijos el documental de HBO de Martin Scorsese y David Tedeschi, 50 años de controversia, sobre la revista cultural americana más influyente, The New York Review of Books, que nació hacia 1963 en Nueva York, gracias a un puñado de intelectuales que pidieron un préstamo de 4 mil dólares.
Ya había leído las memorias de Jason Epstein, La industria del libro, donde este editor mayúsculo confiesa su fascinación por el grupo de amigos que -hartos de la pésima crítica cultural y literaria que se practicaba en ese momento en Estados Unidos- hacen posible una confrontación de ideas notable.
Scorsese y Tedeschi se fascinan con la historia de uno de los medios americanos más polémicos e influyentes a lo largo de cinco décadas. The New York Review of Books nació de la mano de los editores Robert Silvers y Bárbara Epstein (esposa de Jason), y los escritores Robert Lowell y su esposa Elizabeth Hardwick. Buscaban revitalizar la crítica cultural, reencontrar la pasión y la inteligencia que tuvo alguna vez.
Eran muy críticos con el momento que vivían. Sentían que la cultura estaba en decadencia y que los intelectuales habían sido “lobotomizados’’. «Cuando empezamos, no buscábamos ser parte de un establishment -afirma Bob Silvers-. Todo lo contrario: queríamos examinar la veracidad de los establishments, fueran políticos o culturales».
Crearon entonces una revista que ayudó a pensar la realidad de la mano de ensayos elaborados con cuidado: eran meticulosos y controversiales. Por sus páginas se desplegaron las ideas de grandes polemistas: Gore Vidal, Norman Mailer, Susan Sontag, Truman Capote, Saúl Bellow, etcétera, que eran invitados para discutir derechos civiles, sexo, guerras, justicia, violencia, música, deportes y conflictos sociales. Desde Vietnam, Irak, la caída del muro de Berlín, la Guerra de los Balcanes o el movimiento de la gente preocupada de Wall Street.
En este documental brilla Bob Silvers, a sus 84 años. Es la imagen del editor esencial, preocupado, que trabaja día y noche sobre un escritorio, sepultado entre libros y papeles, anotando ideas y cosas que no entiende, con el teléfono cerca para aclarar dudas. Esos momentos resultan más estimulantes que muchas clases de periodismo para comprender lo que fue una época que no volverá.
No cabe duda: 50 años de controversia tiende su sombra el ejercicio del periodismo de hoy. Es decir, muestra lo que casi ya no hay. Invoca la completa independencia frente a los intereses corporativos; valora estar presente en el lugar de los acontecimientos; defiende el contraste de opiniones y hechos; subraya el peso de la buena escritura, la estructuración de ideas y el acento personal; y reconoce que solo profundizando se llega a la verdad de los hechos.