Publicado en ALnavío
Por: Pedro Benítez
Luego de 19 horas de haber llegado a Moscú, el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, finalmente consiguió la tan ansiada foto con Vladimir Putin, presidente de la Federación Rusa.
A modo de comparación recordemos que en diciembre de 1994 Fidel Castro recibió en la escalerilla del aeropuerto José Martí de La Habana a Hugo Chávez, en el primer viaje de éste fuera de Venezuela luego de salir de prisión ese mismo año. Castro le tributó al venezolano un recibimiento de jefe de Estado y lo acompañó durante toda la visita a Cuba.
Chávez no sería electo presidente hasta cinco años después, pero para el astuto líder cubano el entonces teniente coronel golpista era una apuesta a futuro, que le salió más que bien.
En cambio, Putin recibe al jefe de Estado de un país quebrado, arruinado y al borde de la hiperinflación, que necesita desesperadamente un rescate económico.
Evidentemente para el líder ruso Venezuela puede ser una pieza en su proyecto de poder mundial, pero la pregunta es si está dispuesto a pagar el precio. Para Rusia el régimen de Maduro no sería un aliado sino un costoso satélite al cual sostener. El actual señor del Kremlin debe conocer muy bien la historia de sus predecesores en el siglo pasado, que desperdiciaron formidables cantidades de recursos de la extinta Unión Soviética (URSS) financiando a fondo perdido a países subordinados pero quebrados.
Este viaje de Nicolás Maduro a Moscú recuerda el de otro mandatario latinoamericano a esa capital, en este caso el del presidente chileno Salvador Allende en 1972.
Luego de un primer año de gobierno muy exitoso por parte de la Unidad Popular, la economía de Chile se sumergió en una profunda crisis, creciente desabastecimiento e inflación. Para colmo de males, la Administración estadounidense de Richard Nixon había decidido complicarle las cosas al gobierno socialista de Allende bloqueando su acceso a recursos en divisas fuertes por parte de organismos multilaterales.
De modo que con el proyecto de construir “una vía chilena al socialismo”, Allende viajó en diciembre de 1972 a Moscú para solicitar apoyo económico de la “Patria socialista”. Pero más allá de los apretones de manos, la entrevista con Leonid Brézhnev, la visita al mausoleo de Lenin y un doctorado honoris causa, el presidente chileno regresó a su país con muy poco en las manos. Los dirigentes soviéticos que en esa época gastaban al menos 8.500 millones de dólares anuales en sostener a Cuba, no se podían permitir el lujo de hacer lo mismo con otro lejano país suramericano.
A esas alturas Chile había obtenido unos 80 millones de dólares en créditos de la URSS y en aquel viaje logró otros 20 millones. Pero nada más. Desde ese momento el gobierno socialista de Allende estaba condenado.
Una visita política
Por supuesto que Maduro tiene algo que ofrecer que Allende no tenía: petróleo. El problema aquí es que el “modelo productivo” del chavismo también ha esquilmado a esa gallina de los huevos de oro. Pese a que la relación “estratégica” entre la empresa petrolera estatal rusa Rosneft con Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA) lleva años con inversiones en campos petroleros venezolanos, eso no ha conseguido el incremento en la producción de la industria petrolera del país.
En la última década los créditos y aportes de Rusia a Venezuela han estado por el orden de los 17.000 millones de dólares y no por eso la economía del país suramericano ha mejorado. ¿Por qué más créditos sí ayudarían esta vez?
Si Putin quiere persistir en sostener esa relación sólo por llevarle la contraria a Estados Unidos lo puede hacer. Pero con el riesgo muy alto de no volver a ver un rublo de vuelta. Ya eso pasó con Cuba.
Por estas razones es probable que Maduro supiera antes de llegar a Moscú que no obtendría gran cosa de un negociador duro como Putin, por lo que la visita fue más que todo política.
No sólo fue a pedir apoyo económico. Principalmente necesitaba una foto. Requería responder a la exitosa gira que hace tres semanas efectuaron por las principales capitales europeas el presidente y el vicepresidente del Parlamento venezolano, Julio Borges y Freddy Guevara. En esa ocasión Mariano Rajoy, Emmanuel Macron, Ángela Merkel y Theresa May, uno tras otro, reiteraron su respaldo a la Asamblea Nacional como el órgano legítimamente democrático de Venezuela.
Maduro necesita demostrar que no está tan aislado internacionalmente, mientras espera por una milagrosa alza de los precios internacionales del crudo.
Por ahora la respuesta de Putin es felicitarlo por hacer algo que él no haría en Rusia: “establecer contactos con la oposición”. Hasta el zar del siglo XXI, al que muchos analistas consideran el hombre más poderoso del mundo hoy, admite entre líneas (y no es la primera vez) que la solución a la crisis en Venezuela pasa por la oposición.
Maduro: Gracias a la vida por tener a Putin
En esta visita a Moscú, Maduro ha pedido la restructuración de la deuda venezolana con Rusia, que “se hace en el marco del club de París, pero también en el plano bilateral”, según reseña Pilar Bonet en El País de España. Maduro dijo que: “Como cualquier compromiso financiero que se pueda tener con algún banco, agente financiero o Estado, es propenso a ser reestructurado”.
Y agregó: “No tenemos ningún problema en seguir llevando nuestros compromisos con Rusia y cualquier refinanciamiento o reestructuración para pagar en mejores condiciones seguramente será objeto de acuerdo entre los dos países”.
Luego se deshizo en elogios hacia Putin. “Hay que darle gracias a la vida por tener en el mundo a un líder de verdad”, señaló. Y remató afirmando que: “El líder del mundo emergente y del mundo en el que queremos vivir es el presidente Vladimir Putin, que lleva la bandera del decoro, de la paz y de la dignidad”.
Sin embargo, escribe Bonet, lo único que Maduro ha logrado hasta ahora es una declaración del ministro de Finanzas ruso, Antón Siluánov, según la cual “Rusia y Venezuela trabajan para buscar una fórmula mutuamente aceptable” en cuanto a la renegociación de la deuda.