Por: Carlos Raúl Hernández
No basta con la manía impotente de negar al otro, acusarlo que todo lo hace mal
Los efectos de la guadaña, la gran igualadora, la tarjeta única, misterioso rasante al que se sometieron los partidos, comienzan a sentirse. Los estudiosos del futuro indagarán la incógnita de por qué se suicidó el sistema político, así como hoy los arqueólogos se preguntan qué pasó con las ciudades mayas. Las organizaciones poderosas, con votaciones masivas, marcan la orientación general de las alianzas y dan estabilidad a los sistemas. Donde no existen, proliferan tendencias al caos, -la República Popular de Mazambia, diría Jean Maninat- materia de primer semestre que a muchos se les olvidó. No hay manera de demostrar que un fulano habla a nombre de un partido de maletín y todos reclaman los mismos reconocimientos. Robert Musil comentaba sarcástico haber leído un manifiesto de la Asociación de Camareros que hablaba de la «concepción del mundo» de estos profesionales.
Por si fuera poco, se viven los espasmos de la derrota, que produce resentimientos y ataques histéricos, búsqueda de culpables, chivos expiatorios, y jóvenes, adultos y hasta ancianos escupen insensateces. Hacen un muñeco de bruja, en este caso del excandidato y la MUD. Las frustraciones de cada quien, su falta de harina, café, dinero, pasajes, futuro, -o su exceso de pasado-, se desquitan clavando alfileres, mutilando a los que pelearon y perdieron. Razonan con nivel incluso más primario que los dirigidos: Capriles tenía que haber inmolado una muchedumbre. Les tiene los nervios de punta una aparente estabilización del régimen y perciben una seudo realidad estática, pétrea, sin percatarse que el piso se mueve y se moverá cada vez con más fuerza. Ceguera suicida, grave incapacidad para intuir lo real, que es la esencia de la política.
Destruir lo logrado
Pase lo que pase, haga lo que haga, la revolución tiene que atravesar un puente colgante roto y si logra hacerlo será gracias a la ayuda de los desesperados. De eso hay una historia. Luego de la «constituyente» que le entregó el país amarrado, el Galáctico bajó a 27% de aceptación. Aún así el ancien régimen controlaba las FFAA, el Tribunal Supremo, Pdvsa, -el Congreso oscilaba-, pero la insurrección boba del «paro» y la cadena de terribles mentecateces hasta llegar al «retiro» del 2005, convencieron al país y al mundo que esa manada de desquiciados era el mal peor. Hoy los mismos geniales asesores recomiendan la misma receta y es muy probable que la historia se repita, vistas la emotividad, inmadurez e irracionalidad de algunos. Un incauto en política no distingue entre su estado de ánimo y el del colectivo, y es obvio que la mayoría ciudadana no perciben el entorno con la misma zozobra que algunos.
Los angustiados tienen una visión del mundo marcada por sus emociones personales. La ola de frustración crece en la sociedad pero a su propio ritmo, y como en 2002 algunos parecen decididos a jugarle posición adelantada a la realidad. Creer que «la gente» piensa lo mismo que algunos tuiterneitor y trolles de «oposición», -cincuenta desequilibrados que cobran para insultar- después de todo lo vivido en quince años, es torpeza escandalosa. Por eso mismo todos debieran saber -tal vez lo saben- que lo único que existe como referencia del país descontento, para bien o para mal, es la Unidad. Pero la MUD puede y tal vez tendrá necesariamente que atenuarse y permitir, incluso exhortar, que se desarrollen políticas diferenciadas, mientras dure esta aparente travesía por el desierto no electoral.
¡A recoger firmas ya!
Que cada fuerza ejecute libremente sus iniciativas, y mutatis mutandis, regrese a la Unidad ante situaciones de emergencia que van a presentarse casi inexorablemente, ya que, en medio de este fragor, la carroza fúnebre de la economía avanza y va a crear entornos impredecibles. Unos piensan que la solución está en la «constituyente», y deberían desarrollar su iniciativa, lo mismo que quienes hablan de referéndum revocatorio, salir a la calle o «aplicar el 350». La eficacia de las proposiciones se probaría en la práctica. Que salgan a la calle será un gran relax para todos, pues su anhelo parece ser muy intenso, con la persistencia de un niño que quiere helado. El problema es que huele demasiado a laboratorio para defenestrar a Capriles y la MUD, cosa legítima, aunque no lo es ilusionar gente ingenua con salidas falsas. Chávez nunca pidió permiso y en medio de la derrotada izquierda, en los 90, conquistó sus objetivos e impuso su liderazgo. Por desgracia su genialidad política solo sirvió para desollar al país.
Pero el compromiso es que la esencia es la Unidad. Edipo se sacó los ojos para no ver los horrores que lo llevó a cometer el destino, en una forma trágica de eludir la verdad. La derrota no tiene que conducir a sacarse los ojos ni tampoco a creer que es la hora de «tomar el control» para ficticias candidaturas o planes como el de la lechera que se le cayó la tinaja distraída pensando lo que compraría con la venta de la leche. Cuando llegue el momento de mediciones y competencias como ha sido hasta ahora, quienes hayan tenido éxito y apoyo en sus planteamientos porque hicieron lo que era necesario, obtendrán la recompensa. No basta con la manía impotente de negar al otro, acusarlo que todo lo hace mal. El que piensa que tiene la idea acertada está obligado a cristalizarla mientras los demás hagan lo suyo ¡A recoger firmas, tomar las calles sin retorno y aplicar el 350!
@carlosraulher