Jean Maninat

Algo va a pasar… – Jean Maninat

Por: Jean Maninat

algo

1.pron.indef.n. Designa una realidad indeterminada cuya identidad no se conoce o no se especifica. Diccionario de la lengua española (DLE).

 

Es viernes y la noche cae cargada en el Castillo de Scone, en las afueras de la ciudad de Perth, en Escocia. El grupo de contertulios se reúne -como es su costumbre cuando la semana agoniza- alrededor de un frasco de Rosebank 32 Years Old, de las Lowlands. Nadie dice palabra, parecen columbrar grandes eventos, acontecimientos que aguardan escondidos en los acantilados, entre las “espumas viajeras”, que tanto gustan al Duque de Berwick, el de mayor rango entre los presentes. De repente, como si un rayo esclarecedor lo hubiese alcanzado, se levanta, y con el vaso de scotch todavía en la mano anuncia: en esta vaina algo va a pasar. Afuera, un relámpago tasajea el cielo, un timbal atruena el espacio, los caballos enganchados a los coches se engrinchan trastornados y las hojas de las ventanas se baten como poseídas de fuerza propia. Los comensales apuran sus tragos mientras se miran consternados. El duque de Berwick musita absorto: algo, algo, algo va a pasar…

Ilan McLean, en su obra apócrifa, De lo insondable y sus atributos, argumenta que: “el pasar determina al algo en la medida en que el pasar no se estanca, sino más bien prosigue en su proseguir, que es estar pasando sin perturbar al algo”.  En la otra orilla del planteo, el conocido metafísico norteamericano Robert E. Knock, ha formulado la tesis de la condición imprevisible del pasar, al no estar condicionado por la finitud de un comienzo y un final, y más bien estar constituido por un hacer permanente que no admite, por tanto, el condicionante de un ahora y un después, ajeno a la libertad del algo y al libre fluir del pasar. (Revista The bold rooster, edición futura, marzo, 2029).

Vivir sin esperanza, acorta la esperanza, según ha declarado la especialista en Neurosimpatía Domenica Brancussi, de la Universidad de Nápoles. Los seres humanos requieren de expectativas -veraces o irreales- que les permitan el desarrollo de endorfinas para copar con las exigencias de la relacionalidad extemporánea tóxica-inclusiva, y la disociación que produce la negativa de la realidad a ceder espacios de complacencia autogestionados. La imagen del niño y la compota de Freud (Fernando, no confundir con Sigmund), luce apropiada para dar respuesta a la angustia preinvasión que sufrieron los norteamericanos (por ejemplo) ante las contundentes pruebas de planes de invasiones marcianas que dieron pie -entre otros efectos- a la proliferación de una arquitectura cerrada sobre sí misma con el bunker como su mayor expresión. La bunkerización del alma lo bautizó Brancussi.

En La fábula de Santa Claus y los renos renuentes, el escritor y parasicólogo  sueco Anders Svensson, argumenta que aun cuando los renos sean especies extrañas al trópico (entiéndase, el Sur global) negar su presencia universal en la fábula decembrina, podría producir importantes quiebres emocionales, sobre todo en hombres (en las mujeres sería mucho menor el impacto) mayores de 35 años que todavía viven con sus padres y creen en Santa Claus, Papá Noel o cualquiera de las encarnaciones del espíritu de la Navidad. ¿Cómo quitarle la magia navideña a un niño grande? Habría que tener el alma de un soldadito de plomo.

¡Algo va a pasar!

 

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