Por: Jean Maninat
Digamos que usted no quiere a su mamá; o rebobinemos… a lo mejor la quiere, pero ella le sacó la piedra freudiana desde que era chiquito obligándolo a memorizar la tabla de multiplicar, aprender la historia patria, señalar las principales capitales en el globo terráqueo con el dedo índice, engullir la sopa sin fingir arqueos, a no poner los codos sobre la mesa, ni sacarse la comida de los dientes con la uña del dedo meñique, y anda usted un poco cargado por las aceras de la ciudad, gracias a tanto desvelo maternal. O asumamos, que al fin y al cabo -siempre es posible- usted no ama a su mamá y poco le perturban las agresiones cotidianas que la han envejecido algo más de la cuenta en los últimos 15 años, ni las colas de lucha libre que hoy le toca hacer para llevar lo que no encuentra para la despensa casera, ni que se quede con el «Jesús protégemelo» en los labios desde el momento en que usted pone un pie en la calle, ni que pase horas bíblicas esperando un transporte público siempre a punto de colapsar en medio de una ciudad recurrentemente a oscuras. Si ese fuese su caso: entonces no vaya a votar el 8D, quédese en su casa, en pijamas y pantuflas, consultando la lista de psiquiatras que quedan en el país, a ver si lo ayudan en algo.
Si como un zombi insensible ya se acostumbró a la penuria, a la ausencia de los utensilios y productos de consumo cuyo uso nos diferencian del resto de las criaturas de la creación –digamos, un coleóptero ciego y mudo–; si todavía se maravilla con el inútil portento de una nevera de penúltimo modelo, sin electricidad y sin alimentos que resguardar, o de un televisor plasma encadenado permanentemente al anuncio de un sinfín de despropósitos cuyo único objetivo es que una burocracia hereditaria siga destruyendo el país; si el espectáculo de un pueblo empujado a mendigar, a clamar «aquí es, aquí es» como impronta de la condición humana que le quieren endosar desde Miraflores le parece folklórico y divertido; si en suma, poco le importa que le clausuren la vida, que lo dejen picoteando aquí y allá por los mendrugos que se le escapan a la marabunta inducida por el alto gobierno: entonces no salga a votar el 8D, acurrúquese bajo la fronda más cercana y espere a que el desplome de un mango sobre la cabeza lo despierte de su indolente molicie y le dé algo de comer.
Si ya se convenció que «el mundo es ancho y ajeno» y que no hay nada mejor que el país que tenemos; que para qué estar viajando de vacaciones al exterior, sacando pasaporte, suplicando dólares, obrando el milagro de conseguir un boleto para salir a buscar lo que no se le ha perdido en las ciudades y museos que ahora apenas ve en los canales de pago para no caer en tentaciones. O si cuando revisa la agenda de direcciones se percata de que buena parte de sus querencias han sido corridas del país por el hampa reinante, la falta de perspectivas para construirse una existencia mínimamente cómoda, la imposibilidad de cohabitar abiertamente en su ciudad en voz alta y alegre; si cada vez son menos los jóvenes, los sobrinos, los panas, los vecinos antipáticos de arriba y los simpáticos de abajo, los colegas de la chamba, la peluquera y el dentista, el pediatra y el panadero que le van quedando a su alrededor; y a usted todo eso le sabe a casabe porque viajar es muy engorroso y andar queriendo a la gente sólo es causa de amarguras: entonces quédese en su casa y no vote el 8D, arrópese hasta la cabeza, chúpese el dedo hasta la inanición y no se preocupe que nadie lo echará de menos, salvo por el olor.
De ser usted uno de los refunfuñones a los que nada de lo que se ha logrado en las luchas democráticas de años recientes le satisface, si haber alcanzado casi siete millones y medio de votos en las últimas presidenciales le parece baladí, si el empeño temerario y valiente de la bancada de la oposición en la AN lo hace bostezar, si las marchas y concentraciones que se hacen no logran colmar sus ardores de guerra callejera, si el inmenso esfuerzo que están realizando, contra viento y marea oficialista, los candidatos a las alcaldías poco lo impacta ya que lo suyo es la «lucha final y la toma de la Bastilla», si ya se entregó por aquello de que el CNE siempre nos trampea y en la MUD nadie se ha inmolado todavía con fuego; y por último, si la tenaz, porfiada y estoica resistencia de Capriles, y otros dirigentes de la oposición, para no entregarle el país definitivamente al estamento burocrático en el poder sólo le merecen un: «¡Puaf! Yo lo habría hecho mejor». Entonces, fíjese, no vote el 8D, quédese morrocotudamente en su vivienda afinando sus argumentos para justificarse el día siguiente… pero, sobre todo, tenga usted la bondad de irse bien temprano a visitar a su señora madre.
¡El 8D raspa tu voto!
@jeanmaninat
3 respuestas
A votar señores que este pais tu pais y mi pais no aguanta mas!
A votar masivamente! Particularmente me gustaría saber cuantos somos los que repudiamos este régimen!
By the way me pareció excelente esta manera de abordar el dilema de votar vs no votar el 8D
saludos