Por: Jean Maninat
Mientras contemplábamos con horror la caída en cámara rápida de Afganistán en manos de los talibanes, una noticia pasaba casi desapercibida, como de contrabando, reseñando la aparición -siempre recurrente- de lemas antisemitas en una manifestación en contra del certificado covid y de retruque el porte obligatorio de mascarillas -el nuevo chador facial para la ultraderecha y cierto progresismo Bobo– en la ciudad francesa de Metz.
Una mujer ondeaba una pancarta denunciando como traidores -por sus nombres- a políticos y personalidades francesas de ascendencia judía, según varias reseñas de la prensa europea. Vamos, era una pancarta entre cientos de ellas, se dirá el desinteresado observador, siempre dispuesto a barrer bajo la alfombra los incómodos eructos antisemitas que se vienen gestando a izquierda y derecha últimamente en Europa.
Sectores que se dicen representantes de la “Francia profunda” han ejercido un antisemitismo desembozado, altanero, del que escupe saliva entre dientes cuando discute-insulta y solo se mitiga ante el odio hacia el meteco invasor y aposentado en el Hexágono.
Su símbolo más icónico fue durante años el rostro congestionado de Jean-Marie Le Pen, un prototipo de Trump dicharachero y lenguaraz comme il faut entre líderes populistas de calibre universal. Hoy su hija Marine intenta el enésimo proceso de cirugía estética- política en lo que ya parece el rostro partidista de una de las Demoiselles d´Avignon.
Las relaciones peligrosas con el antisemitismo de la República Francesa siempre han estado allí, subyacentes, palpitando, y basta el recuerdo del Yo acuso de Émile Zola y su denuncia del caso Dreyfus (el capitán del Ejercito Francés acusado falsamente de alta traición en 1894 por supuestamente haber entregado documentos a los alemanes) para entender las pulsiones antisemitas que laten con respiración taimada en parte de la población francesa.
Vamos, no exageremos, los tiempos han cambiado, la Cuestión Judía ha evolucionado, se nos dirá con cierta autoridad, hasta que algún chaleco amarillo, por no hablar de algún canalla pronazi, dejen colar una aseveración rutilantemente estúpida cargada de sentimiento antijudío y en contra de Israel. La nueva casta progre -siempre tan modosita ella- tiene un arsenal antisemita que activa cada vez que tiene que lidiar con la otra cuestión, la Palestina, y toma partido por default con los oprimidos de su predilección. Y los “malos usurpadores de territorios históricos” ya sabemos quienes son.
Cementerios judíos profanados con la cruz gamada, improperios pintados en las tumbas, en los muros, insultos en las calles, atropellos a los portadores de kipá, rotura de vitrinas en pequeñas tiendas. Y lo más terrible: los asesinatos (sí, así como está leyendo) de ciudadanos franceses de ascendencia judía. La lista es demasiado larga para aceptarla sin más o endosársela a emisarios justicieros de las banlieues, como los que atentaron mortalmente en contra de Charlie Hebdo. Una vez más no bastará con mirar para otro lado, porque supuestamente no es con nosotros.
¡Es antisemitismo, entupido!
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