Por: Jean Maninat
Hubo un tiempo en que la progresía internacional portaba los tradicionales pañuelos kufiya palestinos a modo de bufanda, entre las gastadas chaquetas de piel de animal vacuno, y la camiseta con el logo estampado de alguna banda de rock planetaria y multimillonaria gracias a la capitalista industria musical. Por default, si se era proge se era también amigo de “la causa palestina” y enemigo jurado del sionismo. La progresía europea de tanto en tanto participaba en manifestaciones en pro de la “causa palestina” y quemaba banderas israelitas en medio de la opulencia consumista de sus ciudades. Luego volvían excitados y alegres a la paz burguesa de sus habitaciones.
El don de indagar y detectar la justicia histórica tras los terrorismos liberadores (¿no todos los son?) es una de sus características más marcadas y prueba consuetudinaria de la conveniente moral desde la que juzga a la casta y a los descastados borregos que huyen de las reglas aleatorias de los justos. Hubo otra fidelidad fatal, la que se tuvo (¿o todavía se tiene?) hacia el separatismo vasco de ETA y sus ángeles exterminadores, que asesinaban a sus víctimas a plena luz del día y presentaban a los medios sus amenazas de nuevas fechorías con el rostro embozado de un Ku Klux Klan. ¡Ah nuestros proges, tan solidarios ellos! Salían a manifestar su apoyo a la “causa vasca” ondeando la ikurriña y con pañuelos rojos al pescuezo como si de un encierro de San Fermín se tratase. (Del romance galante con el derechista catalán Carles Puigdemont ya daremos cuenta, a medida que Hola vaya informando).
La incursión de las milicias de Hamás en territorio de Israel no fue una operación militar en contra de objetivos militares, fue la invasión de fanáticos armados, milicianos asesinos, en la vida cotidiana de ciudadanos israelíes inermes. ¿Qué amenaza significaban para la “causa palestina” los chicos y chicas que celebraban bailando alegremente su juventud en el festival musical Tribe of Nova? ¿Y los habitantes del Kibutz, Kfar Aza -una cooperativa agrícola-, que fueron asesinados en sus casas, junto a sus hijos? ¿Y los secuestrados, meros ciudadanos, cazados como conejos para convertirlos en rehenes para el intercambio, los más afortunados?
Lo que olvidan, solidariamente, nuestros progres, es que milicias como Hamás o Hezbolá están financiadas por regímenes autoritarios, donde las causas inclusivas que ellos avanzan en las “podridas sociedades occidentales” están vetadas bajo pena de muerte. O que los mismos regímenes financian a los grupos que atentan, in situ, en contra de las sociedades abiertas y democráticas que, by the way, los acogió. ¿Se recuerdan de Charlie Hebdo y el silencio de todos los “insumisos” del planeta? ¿Y del sangriento atentado en contra del escritor Salman Rushdie, ordenado por Irán? ¿Qué, cómo, dónde? El silencio de los ovejos.
No hay excusa posible para justificar una incursión homicida y selectiva en territorio de Israel cuyo objetivo es entorpecer cualquier avance en la búsqueda de la paz (el acercamiento entre Arabia Saudita e Israel) pues la paz solo es una amenaza para los grupos terroristas que viven de la guerra y su uso sectario de la “causa palestina”.
La progresía vuelve a sus pulsiones antisemitas…