Argentina: ni es cielo ni es azul – Jean Maninat

Por: Jean Maninat

Suben desde el Río de la Plata. Van rodando por Callao. Se toman una cerveza presurosa en La Biela, allá en668Q2X5I_400x400 Recoleta. O se celebran a sí mismos con un bife de chorizo en La Brigada de San Telmo. Hay razones para estar contentos, para celebrar. «Ustedes hicieron posible lo imposible» les dijo el ingeniero Macri a sus seguidores la noche en que celebraban su triunfo. Scioli, el perdedor, le encomendó a Dios -nada menos- que ilumine a quien fuera su amigo y, luego, su verdugo electoral. La elaboración del duelo entre quienes se pensaron propietarios de un proyecto que duraría para siempre será difícil, cruenta, como siempre ha sido en el peronismo. Históricamente, tras las reyertas internas, las ambulancias no se han dado abasto para recoger tantos heridos.

Lo ajustado de los resultados no emborrona la significación del triunfo de Cambiemos, la coalición política ganadora. Como siempre han hecho quienes se quieren perpetuar en el poder -a izquierda y derecha, progresistas y conservadores- se recurrió a sembrar el miedo frente al cambio que se anunciaba con fuerza en las encuestas. Es una curiosa reincidencia en la política latinoamericana de nuestros tiempos: quienes llegan al poder en nombre del cambio, luego lo quieren exiliar para siempre de las opciones electorales. Lo cierto es que en Argentina se venció el temor, y ahora toca convencer a quienes cedieron ante él de que la alternancia en el gobierno -como práctica- es saludable para la sociedad y… que el después de mí el diluvio no se lo creyó ni el improvisado armador de embarcaciones llamado Noé.

El presidente electo, Mauricio Macri, ya ha dado las señales de lo que sería el «clima» que le quiere dar a su gestión. Emprender las reformas necesarias, sin persecuciones, llamando al diálogo a unos contendores que mantienen un amplio arraigo en la sociedad, y desarmar las prevenciones que encajaron -a última hora- muchos de los que no votaron por él. También ha dejado constancia de su intención de desmarcarse de la falta de vigor democrático mostrado por quienes serán sus pares en el liderazgo de la región -una vez que tome posesión del cargo- frente a la vulneración de la democracia en Venezuela. Una tarea difícil y bienvenida.

Apenas comienza la marcha del cambio en Argentina, y corresponde a sus ciudadanos decidir lo que quieren mantener o transformar de la herencia recibida. Por lo pronto, para Venezuela, el triunfo de Cambiemos es un «predespacho» de lo que puede suceder el 6D en las elecciones parlamentarias. Nada más inocuo que trasladar situaciones de un país a otro. Pero, lo que queda claro, es que los «proyectos políticos» se marchitan a fuerza de encerrarse en sí mismos, de pretender vivir de sus relatos adulterados, de perder la lozanía que alguna vez entusiasmó a sus seguidores, de inventar enemigos a muerte donde sólo hay insatisfacción y desencanto frente a su desempeño en el gobierno

Venezuela tiene su propia gesta democrática de la cual enorgullecerse, nadie le podrá quitar lo bailado, nadie podrá decir que claudicó, que no ha luchado. Quienes voltearon para el suelo cuando tenían que ver a los ojos al dinosaurio que tenían al frente, tendrán la oportunidad de redimirse facilitando que las elecciones del 6D sean transparentes y democráticas y sus resultados respetados. Los venezolanos saldrán a votar, y todo indica que lo harán por el cambio que cada quien desea a su manera y buen entender.

«No… ni es cielo ni es azul, ni es cierto tu candor, ni al fin tu juventud. Tu compras el carmín y el pote de rubor que tiembla en tus mejillas, y ojeras con verdín para llenar de amor tu máscara de arcilla» tangueaba Roberto Goyeneche, el mejor de los mejores, y que nos perdone Gardel.

Tan parecido a lo de hoy. ¿No?

@jeanmaninat

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