Balance Final 2019 (1 de 2): Las críticas a Guaidó – Ismael Pérez Vigil

Publicado en: Blog personal

Por: Ismael Pérez Vigil

Ismael Pérez Vigil

Muchas personas afirman que en lo político el año 2019 concluye de una manera similar a 2018, en lo que se refiere al pesimismo y desesperanza del país, en general, y del sector opositor, en particular. Muchos elementos avalan esta percepción ya que los objetivos planteados por la AN y Juan Guaidó en enero de este año –cese a la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres– lucen lejanos en este momento. Sin embargo, al hacer un balance del año, algo más profundo, veremos que esta percepción de pesimismo y desesperanza no es del todo sólida, pues se lograron algunas metas importantes.

El balance político del año lo quiero hacer girar en torno al liderazgo y necesariamente, entonces, tiene que ser en torno al líder opositor más prominente. Además, porque después de casi un año, es normal y hasta necesario cerrar este periodo con un balance de la actuación política de Juan Guaidó, a quien se critica duramente, se le llena de calificativos e insultos, se le culpa de todos los males que padece la oposición, se trata de enterrar su liderazgo y hasta se le pide que renuncie como presidente interino. Criticar a Juan Guaidó no es muy difícil, los errores de los que se acusa a la oposición son variados, están a la vista y son innegables, pero no todos se pueden atribuir en exclusiva a Juan Guaidó.

Entre los errores podemos señalar: el fallido intento de ingresar la ayuda humanitaria el 23 de febrero y las consecuencias colaterales que desató; el fracasado llamado a la Fuerza Armada el 30 de abril; los fracasados intentos de negociación y diálogo en República Dominicana –que la oposición abortó– y el intento de negociación auspiciado por Noruega, que fue abortado por el régimen.

Siguió a estos dos intentos fallidos de diálogo el intento de concitar una intervención militar que pusiera fin al oprobioso régimen venezolano. En este caso a Guaidó se le crítica no ser enfático en esta solicitud, no insistir directamente con el gobierno norteamericano o el de los países vecinos. Tras ser negada por los países que podían realizarla, ya hoy nadie apuesta a esa alternativa y los que la propiciaron, en el sector radical opositor, guardan un bochornoso silencio y culpan a Juan Guaido por el fracaso de esa “iniciativa”. Después de eso, todos los esfuerzos de “intervención” externa se han concentrado en una invocación al TIAR, que como hemos visto no irá tampoco en el camino de una intervención militar y sus acciones no pasarán –al menos por el momento– de tomar sanciones individualizadas y personalizadas contra funcionarios del régimen, que no es poca cosa.

Pero, lo más grave no son los hechos descritos, sino lo que ellos denotan: la constatación amarga de que la oposición aún no tiene la fuerza para lograr el objetivo de poner fin a este régimen de oprobio. Igualmente grave es constatar los siguientes elementos: primero, que al desánimo desatado contribuyó sin duda lo ocurrido entre el final del intento de diálogo promovido por Noruega y el 16 de noviembre, al abandonarse por completo, hasta esa última fecha, la iniciativa de realizar demostraciones o actividades de protesta masivas contra la dictadura o tratar de organizar a la gente en algunas iniciativas de movilización y protesta. Es cierto que las razones para protestar son innumerables y que hay protestas todos los días, pero estas son parciales, aisladas, menores y sin conexión política que pueda afectar al régimen. Si no hay conexión política en las protestas y propósito bien definido y expreso de incrementarle el costo político al régimen por haber llevado al país al caos y su gente a la miseria, no se logra mayor cosa, pues sabemos que poco les importan las protestas en sí, en su contra, y las razones que tenga la gente para hacerlo, simplemente porque al régimen no le importa la suerte que corremos los venezolanos, mientras lo sustente la fuerza armada en el poder y disponga libremente de los muchos o pocos recursos del país, sin rendir cuentas a nadie. Por eso, es tan grave que durante varios meses ni siquiera se hizo el intento por movilizar al país; resulta en un ominoso error de silencio político.

El segundo elemento que quiero destacar es que lo más criticable en la actuación de la oposición, de toda la oposición, es la generación de expectativas que estaban lejos de cumplirse y que conllevan desesperanza y frustración. Ese error no se puede achacar solo a Juan Guaidó, lo es también de muchos otros líderes –y lideresas– de oposición que hablaban de que faltaban “tan solo días” y hasta “horas”, para que el régimen llegara a su fin. Hoy muchos de los que generaron esas expectativas solo culpan a Guaidó por la permanencia del régimen en el poder, pero no analizan sus propias responsabilidades y culpas en generar esas falsas expectativas.

No obstante todas estas críticas, hay que anotar saldos positivos, que resumo así: 1) Tras la juramentación como presidente interino, que incluso algunos criticamos, Guaidó fue reconocido como presidente por más de 55 países, que aún lo siguen reconociendo y algunos de esos países han tomado importantes iniciativas en sancionar al gobierno ilegítimo de Venezuela; 2) el despliegue diplomático e internacional del gobierno que encabeza Juan Guaidó ha sido muy importante y exitoso en mantener la imagen de su gobierno, en profundizar el apoyo internacional a Juan Guaidó y en desenmascarar a la dictadura venezolana internacionalmente; 3) adicionalmente las giras de Guaidó por el exterior –tras los eventos de 23F– y por el país, todo el año, han sido exitosas en mantener el ánimo, infundir esperanza y convocar al pueblo a manifestar y movilizarse contra el régimen; 4) a pesar de la infortuna que supone que millones de venezolanos hayan dejado el país, debemos celebrar que su presencia en otros países ha ayudado a comprender el verdadero alcance de la compleja crisis humanitaria y de todo tipo que vive Venezuela; esos venezolanos en el exterior son nuestros mejores emisarios, pruebas vivientes del temple del venezolano y una reserva importante para la reconstrucción del país; y 5) por último es importante destacar el esfuerzo de miles de personas, en todo el país, en el exterior y en todos los sectores, por reunirse a discutir, a reflexionar, a proponer en torno al futuro desarrollo de Venezuela y plasmarlo en el Plan País, que falta que sea mucho más ampliamente difundido en 2020.

Un corolario o reflexión final: líderes políticos hay muchos en el país y surgirán otros en la medida en que las circunstancias lo demanden, pero tenemos que rendirnos ante la evidencia y las encuestas que señalan que, a pesar de todas las críticas y fallos que hemos enumerado, Juan Guaidó sigue siendo el líder opositor que hoy suscita más simpatía y menos rechazo en la población. El saldo positivo de Juan Guaidó es superior a sus fallos, sobre todo si constatamos que algunas de las críticas que se le hacen no tienen fundamento sólido y los errores no solo se le puedan achacar a él. Creo que se puede decir que el liderazgo, que sin duda tiene, se lo ha ganado con trabajo y esfuerzo, a pulso, para decir un lugar común, arriesgando mucho de su seguridad personal y capital político.

Concluyo con que, a pesar de los errores cometidos y la matriz de opinión en contra de Juan Guaido, que el régimen y algunos opositores se empeñan en desarrollar, gracias a su trabajo, cerramos 2019 con una mejor posición política que en 2018 y una base más sólida para construir una oposición más efectiva en 2020.

En la próxima entrega de este balance político de 2019, me referiré a los críticos de Juan Guaidó.

Lea también: «Tres temas para elecciones libres«, de Ismael Pérez Vigil

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