Por: Jean Maninat
Se vive en mundos paralelos, obviando lo que molesta, la irreverente tozudez de los hechos que nos indica que nada ni nadie va bien. La nomenclatura gobernante sigue aferrada a una operación permanente de agitprop tratando de espantar con consignas vacías el inmenso fracaso de su gestión. No muestra la más mínima disposición a rectificar el curso, a remangarse y dedicarse a trabajar en el saneamiento de la economía, dejando de lado las fórmulas arcaicas que hasta sus valedores más cercanos recomiendan tirar a la basura. No, mejor un discurso añoso, que concatene consigna tras consigna para augurar que a pesar de la agresión imperial, vamos bien encaminados hacia un porvenir de grandeza. Una cruenta burbuja revolucionaria.
Por su parte, la oposición se ha creado una burbuja prêt à porter que flota en el espacio político y se oxigena con su propio discurso (ahora se dice relato). Adentro, entre sus acuosas paredes, se pretende que conviven un poder ejecutivo y el parlamento que lo decretó, partidos mayoritarios y minoritarios, que gobiernan sobre una porción de la realidad. Un mundo para sí. Afuera, en la rocosa y afilada existencia donde las grandes mayorías habitan, la gente transita de su casa a sus asuntos como un zombie, que solo espabila para imaginar que puede salir del país. Atrapada y cada vez con menos posibilidades de salida.
El torneo de diálogos que se suceden unos a otros a nadie convence y sus promotores miran atónitos a unos dialogantes con poco apremio por lograr acuerdos sostenibles. La socorrida comunidad internacional se cansa de recomendar, exhortar, alentar a las partes a… ya sabemos. Pero nada, cada quien a lo suyo, y en lo suyo podrían vivir tranquilos, seguros de estar del lado correcto de la historia. Por una puerta entran a las salas del diálogo, y por la otra salen maldiciendo haber entrado. Las fórmulas y mecanismos mas sofisticados para alcanzar acuerdos -incluso el eficaz y blindado método noruego- crujen ante tanto e inusitado bochinche en tiempos tan sombríos.
Una vez disipado el polvero que levantó el paso de la delegación gubernamental y la de la oposición por la Asamblea General de la ONU, sería conveniente hacer un post mortem pausado, equilibrado, alejado de los,“medio chuzo” chamo mar… les dimos. El País de España, en un reportaje del 1 de octubre pasado, citaba a un alto dirigente de la oposición, activo participante en la reunión de Nueva York: “Tenemos que evitar que Venezuela se convierta solo en un escenario más del panorama mundial” habría dicho. Para alcanzar ese objetivo, habría que asistir a ese tipo de reuniones con algunos logros políticos internos en el bolsillo, y no solamente con una larga lista de denuncias que todo el mundo conoce.
Tal como están las cosas, los logros políticos internos solo se lograrán en la mesa de negociaciones, grande, chiquita, redonda, cuadrada u ovalada pero de negociaciones, con propuestas realistas que sean la base de resultados sostenibles en el tiempo. El país, la comunidad internacional quieren ver iniciativas concretas, plausibles, para sacar a Venezuela de la crisis, ya no basta con recriminaciones y echarle la culpa a otro de lo que no hemos sabido conquistar.
Cada quien puede vivir a gusto en su burbuja, representar su papel con credibilidad, pero sabemos que es una porción de aire, cubierta de una tenue película líquida que la mas delgada brizna de paja puede hacer explotar como pompa de jabón.
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