Buscar lo que congrega – Fernando Rodríguez

Publicado en: El Nacional

Por: Fernando Rodríguez

Buscar lo que congrega - Fernando Rodríguez

Ponerse a promover una invasión es un contrasentido. Igual que un golpe de Estado. Son acontecimientos sin pregones. Generalmente fatales. Ver la historia de América Latina. Nunca se sabe dónde terminan, tan lejos como en Siria, o en los 30.000 muertos de la última dictadura argentina, más cerca. De manera que si algún opositor anda falto de tareas o viendo todas las puertas cerradas, pues que busque, que debe sobrar; posiblemente nunca hubo tanto por hacer, por remediar, por pelear. Nunca hubo tanto mal, tanta tragedia en la Venezuela contemporánea. Y faltan, por decir algo, las estrategias, los gritos, las multitudes, los reclamos por tanta desgracia junta, para empezar la unidad de todos los que padecen, que son casi todos.

Debe ser difícil hacer un mapa de todas las líneas que se cruzan, los senderos que se bifurcan en el vastísimo territorio opositor. Violentos y constitucionalistas y hasta cohabitantes. Los de afuera y los de adentro. Almagro y Lima. Derecha e izquierda, aunque sea difícil saber dónde andan, si andan. Partidos y tuiteros. Votantes y abstencionistas. Mi partido y yo o yo y mi partido. Etcétera. Como se ve, varias se cabalgan. Pero si se acepta el razonamiento del párrafo anterior, a lo mejor hay mucho qué hacer en común, hasta que lleguen ciertos puentes que habrá que debatir si se pasan y cómo se pasan. No hay que adelantarse, no hay que fajarse ahora por lo que vamos a hacer en futuras elecciones o diálogos que pueden ser para meses o nunca.

Hay, por el momento, que darle una respuesta al paquete económico, y aquí parece haber consenso. Como sucedió, limitadamente, en el Aula Magna en estos días, con convocatoria del Frente Amplio y donde se planificaron eventos y hasta una huelga general. A ver si se cumplen, porque ya se sabe lo que viene sucediendo desde hace un buen rato con las convocatorias al soberano. Pero no se puede dejar pasar tanta locura, verbigracia el salario único. Y que tenía que resonar fuerte en las universidades, que son meritocráticas en su esencia (criterios de admisión, evaluaciones periódicas, concursos, trabajos de ascenso, escalafón, investigación…) y que el rasero populista vuelve trizas…cualquiera es un doctor y dele no más. Pero es un problema que atañe a todos, toca el sentido mismo del trabajo, sus motivaciones y fines.

Ya el transporte está por los suelos, y con ello un elemento esencial del funcionamiento de la vida misma de la sociedad. ¿Qué va a pasar entonces con ese lío del precio de la gasolina y esos barrocos mecanismos para comerciarla, con un gobierno inepto y corrupto en grado sumo? Son cosas para ya y en las cuales se juega el destino más inmediato de todo el mundo.

Pero Almagro, verbigracia, no debería ser un problema. El tipo ha hecho mucho por nuestras libertades, acaso demasiado. Bastante tiene con sus compatriotas en el gobierno que al parecer no se han enterado bien, dice su Cancillería, de qué es lo que pasa en Venezuela, por tanto no opinan. En términos generales, si algo funciona es la creciente ola de ira internacional contra la dictadura, ahora multiplicada por un problema interno y muy real para varios y para el general funcionamiento de la región, los bíblicos migrantes del hambre y la enfermedad. No más estos días se va a ir al Tribunal de La Haya, como nunca se ha ido, a solicitud de un conjunto de países miembros y que podría ponerlo en un ritmo de decisiones que no le es habitual. O el Congreso de Estados Unidos, demócratas y republicanos, va a aprobar una ley especial para Venezuela que prevé no pocas maneras de cercar al gobierno. Y, sobre todo, esa atronadora mayoría que clama en la ONU por remediar nuestra crisis humanitaria, decisivo referéndum planetario. Hasta los portugueses se indignaron por la prisión de sus compatriotas dedicados al comercio alimenticio, para regular precios a carajazo limpio en plena tormenta hiperinflacionaria. Cerco.

En síntesis, que si despejamos algunas áreas de posibles polémicas y nos dedicamos a hacer amplios los frentes y a pelear con el día a día, que parecen años, podemos encontrar ese espíritu del Aula Magna donde la consigna más repetida fue la de: ¡Unidad, unidad!

 

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