Los venezolanos tenemos todo en carne viva. El corazón, la piel, la cabeza, las pestañas, el bolsillo, todo. Bueno, no todos los venezolanos. Es más que obvio que los jerarcas del oficialismo y también esa nueva especie llamada «los enchufados» están en jauja. Para ellos no hay escasez ni colas. No hay penurias ni les importa el trancazo de la inflación. Si tienen una dolencia o un familiar enferma, zas, encargan el medicamento, aunque en lechugas verdes el costo sea estrafalario.
Pero en política, los jerarcas y enchufados no hacen bulto electoral. Como son poquitos, aunque naden en billetes y lujos, son numéricamente despreciables cuando se contar votos se trata. He allí el meollo de la cuestión.
La población está en una peladera espantosa. Ya no es simplemente pasarse horas de horas en cola. El asunto es mucho más grave. Una gruesa tajada de la población no tiene cómo pagar lo indispensable para poner sobre la mesa. Ya no hay cómo rendir el sancocho. Lo único que se sancocha es la rabia. De allí que el revocatorio pasó de ser una esperanza calificada de derecho constitucional a un clamor desesperado.
Maduro está ciego. Y sordo. Y encerrado en una absurda burbuja. Ha perdido todo contacto con el pueblo (si alguna vez lo tuvo). No entiende que la situación se candeliza. Y que no es el tradicional electorado de oposición el que está escaldado. ¡Es también el rojito! No entiende que quienes terminarán tomando una decisión contra él serán precisamente sus camaradas, sus compañeros de partido.
En política, el líder tiene que hacerse dos preguntas: 1. ¿qué gano yo de los míos?; 2. ¿qué ganan los míos conmigo? La respuesta a eso tiene que ser de ganancia para el líder y para los suyos. De lo contrario, los apoyos se esfumarán.
Maduro no aporta nada a su partido. Y peor, las bases son las que están pagando los platos rotos del descontento popular, para el cual esos dirigentes que están en la base de la pirámide del partido no reciben respuesta. Ellos están profundamente disgustados pues sienten que mientras ellos dan la cara (y se quedan sin argumentos) en Miraflores se abanican.
La actitud y actuación de los otros poderes, vasallos del emir de Miraflores, hunde más a un presidente que navega en una realidad ficticia. Los magistrados del TSJ, la señora Fiscal, el señor Contralor, el Defensor, la plana mayor de la fuerzas armadas y otros altos personeros, que convenientemente acercan la sardina a su candela (y que la hora de las chiquitas van a dejar a Maduro para que se hunda), han apilado suficientes recursos para apoltronarse fuera. Pero los dirigentes de base no. Y son esos los que se preguntan y preguntan para qué les sirve Maduro políticamente si lo único que hace es sepultarlos políticamente.
Muy mal asesorado, Maduro cree que el problema se resuelve con cadenas constantes que aburren a morir.
¿Revocatorio? En el PSUV sacan las cuentas. Y no les dan. El pueblo está en carne viva.
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