Publicado en ALnavío
Por: Pedro Benítez
Que la petrolera estatal china, PetroChina, haya decidido acatar las sanciones de Estados Unidos contra el gobierno de Nicolás Maduro, a fin de no poner en riesgo sus intereses comerciales en Washington, según declaración atribuida por los medios internacionales a Mark Jensen, representante de la filial de esa empresa en Norteamérica, es consistente con la actitud distante del gigante asiático hacia el régimen chavista.
Son de dominio público en Caracas las continuas quejas del embajador de Pekín ante el resto del cuerpo diplomático acreditado en esa ciudad por los reiterados incumplimientos del gobierno de Maduro con los acuerdos y compromisos adquiridos con su país.
A medida que los problemas económicos se han agravado en Venezuela y el cerco internacional se ha ido estrechando, el distanciamiento de China se ha hecho más notorio. No sólo no han renovado el Fondo Chino, una línea de crédito a cuenta de envío de crudo venezolano a ese país: lo más destacable de la reciente gira que el presidente Nicolás Maduro realizó a Kazajistán y Argelia fueron las capitales que no visitó: Moscú y Pekín.
Si este viaje presidencial tenía como objetivo (como era obvio) contestar el anterior recibimiento de que fueron objeto en las principales capitales europeas el presidente y vicepresidente de la Asamblea Nacional de mayoría opositora, Julio Borges y Freddy Guevara, lo lógico hubiera sido un respaldo equivalente por parte de las potencias a las que Maduro presenta como sus valedores internacionales. Pero no ha sido así, tanto la Federación Rusa como la República Popular China han mantenido un notable silencio en los últimos días a propósito de la crisis venezolana.
Sin embargo, más allá de las declaraciones y gestos diplomáticos cuentan los hechos y en ese sentido ha sido muy significativa la falta de sintonía de China con la Venezuela chavista.
La llegada al poder de Hugo Chávez en 1999 coincidió con el ascenso económico de China a nivel mundial. Su peso en el comercio mundial se hizo sentir en la primera década de este siglo, particularmente por el incremento inédito del precio de todas las materias (en particular el petróleo) y de los alimentos por la insaciable demanda de este gigantesco mercado.
Ese incremento de peso en el poder global hizo suponer que China equilibraría la influencia de Estados Unidos, sin competencia desde el colapso de la Unión Soviética en 1991, y que por razones de ese régimen político (en teoría comunista) tendería a aliarse con gobiernos adversarios del orden democrático liberal.
Esas fueron las razones por las cuales una de las grandes apuestas geopolíticas de Hugo Chávez fue China. Su gobierno dedicó mucho tiempo, esfuerzo y dinero a cortejar a la potencia del Lejano Oriente. Le ofreció todo tipo de ventajas económicas, formuló casi todo tipo de promesas y firmó innumerables acuerdos.
No habrá crédito sin reformas económicas
Pero por lo visto hubo un malentendido, porque la nueva China no estaba, ni está, buscando financiar una revolución mundial contra Estados Unidos: está buscando hacer negocios.
La mayoría de los acuerdos económicos del Estado venezolano con China no han fructificado. Ni siquiera se consiguió el propósito de que el mercado de ese país desplazara al de Estados Unidos como el principal destino de las exportaciones petroleras venezolanas.
Se estima que este año Venezuela exportó 425.000 barriles diarios de petróleo a China (casi en la totalidad para cancelar deudas previamente contraídas), menos de la mitad de los 900.000 barriles por día que despacha a Estados Unidos (cliente que paga puntualmente a precios del mercado y sin descuentos).
Además, el gobierno de Pekín se ha mostrado reticente a renovar este año la línea de crédito que, a través de PetroChina, ha extendido en la última década a los gobiernos de Chávez y Maduro.
Es razonable suponer que los chinos estarían dispuestos a darle un fuerte apoyo al Gobierno venezolano siempre y cuando se emprendieran reformas económicas de fondo. Precisamente lo que Maduro se ha negado a realizar. Todo esto hace todavía más inverosímil la decisión de cotizar el precio del petróleo venezolano en yuanes. Algo está muy claro: Pekín no va a financiar a fondo perdido un fracaso económico.
Así, Rusia y China marcan distancia del régimen de Maduro no por razones de orden democrático, sino porque han llegado a la conclusión de que económicamente no lo pueden salvar.